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'Don Quijote de la Mancha Miguel de Cervantes Puesto en castellano actual íntegra y fielmente por Andrés Trapiello'. La portada lo dice casi todo. El traductor ha hablado con CTXT de lo demás.

“El Quijote es el gran poema de la lengua española”.

“El Quijote es el milagro español”.

“El Quijote original es insustituible”.

“El Quijote es la llave maestra”.

“La mía es la traducción más fiel que existe en el mundo”.

Por titulares que no quede. Andrés Trapiello sabe de trucos y tratos y los ofrece variados para que uno elija. Y uno elige el suyo, Rocinante pasa la ITV, porque se trata de que el lector acabe leyendo estas líneas atraído más por el chascarrillo eficaz en las redes sociales que por una frase inapelable.

Y así, recién salidos de la ITV, tras 400 años de andadura, están Don Quijote, Sancho, el rocín flaco, el galgo corredor y el resto del elenco. Porque últimamente parecían arrumbados en los márgenes de cualquier desguace de carretera secundaria, u olvidados en los anaqueles más altos del salón para que nadie osase siquiera husmear sus interioridades, en edición de lujo, criando el óxido de sus viejas letras doradas ya casi incomprensibles.

Porque, según las últimas estadísticas, hay al menos un Quijote en cada hogar castellanohablante. La mismas últimas estadísticas dicen que muchos lo empiezan, pocos lo acaban y casi ninguno lo entiende. Ante ese hecho se plantó hace catorce años Andrés Trapiello, poeta, diarista, novelista, ensayista, prologuista, articulista, tipógrafo, editor, grafómano y leonés residente en el 7 moderno de una calle del centro de Madrid.

Y se planteó: ¿por qué ingleses, franceses, alemanes, rusos o chinos pueden leer el Quijote en su idioma contemporáneo y los del castellano vehicular no? ¿Por qué tener que acudir a los centenares de citas que cimientan cada página de las ediciones canónicas para atisbar los significados de la obra? ¿Por qué tener que optar por una versión “popular y escolar” editada dando rienda suelta al cúter? Son algunas de las preguntas que, formuladas de otra manera, se hizo Andrés Trapiello para acometer la magna restauración. Y hoy, terminada la tarea, son las preguntas que le permiten justificar y defender lo que, para algunos, pocos, es pura y simple herejía.

Han sido unos años en los que por las mañanas de los días de labor Trapiello escribía novelas cervantinas (Al morir Don Quijote, El final de Sancho Panza y otras suertes) y por las tardes traducía: “Teniendo presente siempre el hecho de que el Quijote es un libro más hablado que escrito, aunque en la actualidad se nos hubiera convertido en un libro más estudiado que leído, precisamente por haberse alejado tanto nuestra habla de la del siglo XVI”, decía hace unas semanas.

El resultado es un libro (publicado por Destino) de un tomo en cuarto, encuadernado en tela, en papel casi biblia, con tipos Minion, y cabecera gris y cinta señaladora azul “que llevan el muy discreto nombre de cristal”. En la entrada una preciosa y pertinente cubierta de Guillermo Trapiello (que ilustra este texto) y, una vez en el interior, un prólogo del Nobel Vargas Llosa seguido de Algunas razones con las que Trapiello justifica una empresa que dedica “A la memoria de la Institución Libre de Enseñanza y de las Misiones Pedagógicas”.

¿Cuáles son las principales tareas de esta traducción?

La tarea principal en este libro es una tarea mental. Voy a hacer esto que no ha hecho nadie. Voy a tocar un libro que es como la Constitución de nuestra lengua. Un libro sobre el que se ha basado toda nuestra lengua, la organización de nuestra lengua desde que los académicos en el siglo XVIII lo toman como piedra maestra. Esa es la primera tarea, convencerse de que esto es posible hacerlo y es necesario hacerlo. 

La segunda tarea es de orden léxico. Hay que cambiar los hipérbatos, porque hacen muy incómodo el trabajo de lectura, distancian mucho al lector porque no tenemos la cabeza hecha para el hipérbaton. En cambio, Cervantes está muy cerca del latín, sus construcciones son muy latinas, su lengua es muy romance. Y ahora estamos muy lejos del romance, del latín. Por tanto, solo con deshacer el hipérbaton se avanza una barbaridad.

Además, hay que tener en cuenta que no hay ni un solo lector en este momento, en lengua castellana, que sea capaz de leer este libro sin consultar las notas. Los que leemos habitualmente el Quijote consultamos las notas, porque es imposible tener en la cabeza las 5.552 notas de la última edición de Francisco Rico, que es espléndida, por otra parte. Sin esas 5.552 notas no se entiende.

La siguiente tarea es pasar esas notas al texto, que el libro asuma esas notas para que el lector pueda leer normalmente, como se leía en su tiempo la novela original. El Quijote era una novela muy fácil de entender para todo el mundo porque es una novela hablada.

La cuarta tarea, que creo la más importante, es conservar el espíritu de la obra. Conservar la música en lo posible y conservar esa especie de encantamiento que tiene el Quijote y que a todos los lectores fascina. Hay algo en el Quijote, en el habla de Cervantes, que nos arroba. Eso es lo que hay que mantener. Y es una tarea no tanto de filólogo como de poeta. El Quijote es el gran poema de la lengua española. Lo que es increíble en este libro es que hay algo verdaderamente inexplicable. El milagro español. Algo que nadie acaba de entender. ¿Qué ha pasado con este libro? La vida está hecha de repeticiones, de tradiciones, de rutinas, pero cada día nos parece diferente y cada primavera es diferente a la anterior y cada luna nueva nos sigue fascinando. Pues eso es lo que nos sucede con El Quijote.

En las mesas de novedades de las librerías hay ahora tres Quijotes: el científico de Francisco Rico, del que ha hablado ya, otro “popular y escolar”, y el suyo. ¿Cuál nos aconseja?

Creo que la gente debería leer en primer lugar ese que usted ha llamado científico. Es el original. Si uno puede leer el original vale la pena el esfuerzo. Incluso las 5.552 notas son necesarias. Es insustituible. Está fuera de cuestión. El original nos da cosas que no nos da ninguna otra versión. Ninguna.

El Quijote “popular y escolar” de Arturo Pérez-Reverte está muy bien también porque es ponerlo al alcance de los muchachos quitando las partes más engorrosas, aligerándolo. Es algo que se ha hecho siempre. El primer Quijote que tuve era uno muy parecido al de Pérez-Reverte. Y me han parecido muy injustos los ataques a ese libro. ¿Ha cortado? Pues sí. Es algo que se ha hecho toda la vida. 

Y luego está la traducción que yo he hecho, que es íntegra, fiel, completa. Tenemos una suerte enorme con esta traducción, porque es la más fiel de las que existen en el mundo. ¿Por qué? Porque tenemos una lengua que, aunque es muy distinta de la de Cervantes, está todavía muy pegada a ella. No he tenido que hacer lo que han tenido que hacer para traducirlo a otras lenguas, verdaderas cabriolas para mantenerse pegados no ya al texto sino al sentido de lo que dice Cervantes. A menudo lo que han traducido al alemán o al ruso o al chino tiene muy poco que ver con elQuijote. Porque la distancia léxica o cultural es tan grande que no les llega nada. Nosotros, en cambio, tenemos una lengua muy cercana a Cervantes y con esos arreglos, con esa traducción, la actualización de refranes, de palabras, de deslizamientos etimológicos, esa adaptación de aquello a esto, con esas reformas, podemos tener el libro casi igual. Jordi Gracia me hablaba recientemente de las muchas sorpresas que se ha llevado pensando que yo me había excedido en la traducción y, cuando ha ido a cotejar con el original, se ha encontrado con la sorpresa de que lo que creía de mi cosecha estaba en el original. En Cervantes hay algo muy moderno que hace que nos parezca excesivamente moderno.   

El Quijote permanece pero la sociedad cambia y cada época ve en esta obra unos valores diferentes. ¿Cuáles son esos valores? 

Cada época proyecta sus necesidades espirituales o sus inquietudes como sociedad en un libro que, por eso, nos sirve, porque el Quijote viene a ser una llave maestra. Sirve para muchas cerraduras y casi todas las abre. Eso sucede con muy pocos libros. Incluso para las futuras puertas el Quijoteservirá. 

En el siglo XIX era el libro de los románticos. A Don Quijote se le veía como un adalid, como un hombre que desinteresadamente llevaba a cabo unos ideales. En la época de la Regeneración era un modelo de esperanza, un hombre que no se deja abatir por nada. En la época actual se le ve como a alguien que, a pesar de lo opresivo de la sociedad, sale adelante. Pero hay algo que es común a todas las épocas: Todos percibimos en el Quijote algo que es de Cervantes –es injusto lo que decía Unamuno de que “hay que preferir Don Quijote a Cervantes, porque Cervantes no es nadie”-. Don Quijote es un personaje insuflado del temperamento de Cervantes, que es una persona que todo lo ha teñido de esa mirada risueña, jovial, compasiva y en absoluto vengativa. Cervantes es alguien a quien se le puede aplicar perfectamente el aforismo de Nietzsche de que por muy mal que la vida le haya tratado –y a Cervantes la vida le trató muy mal- jamás levantó un falso testimonio contra la vida. No hay una gota de rencor, de resentimiento o de amargura en él. Es un hombre que cuando escribe el Persiles se está muriendo y acaba diciendo “estoy deseando veros presto en la otra vida”. Cervantes es alguien a quien ni la muerte le despinta  la sonrisa. Y ese espíritu, ese modo de ver la realidad, está en todo el Quijote. 

Antes hemos hablado de dos ediciones bendecidas por la Academia –la del profesor Rico y la de Pérez-Reverte-. ¿Aspira a que la Academia le bendiga a usted? 

La Academia, pobre, que haga lo que quiera. Pero me gustaría que lo bendijera todo el mundo. La Academia, la no Academia, la calle, el quiosco… Yo creo que la manera cervantina de ver el asunto es querer que lo bendiga todo el mundo. No creo que sea más importante que la bendición venga de la Academia a que venga de un profesor de instituto o de un lector anónimo. Este es un libro al que por fortuna llegamos de uno en uno. Y los académicos tienen que llegar también de uno en uno. Y dentro de la Academia habrá buenos lectores y malos lectores, como los hay en la vida.  Es como preguntar: ¿te gustaría que la FIFA apoyara elQuijote? Pues la FIFA no, pero me gustaría que los jugadores de fútbol lo leyeran. Hablamos de literatura. Y la literatura está hecha por una persona para otra persona. Ese es el viaje. ¿Que a veces se meten por medio instituciones? Sí, pero eso no tiene nada que ver con la literatura. 

La pregunta no era tanto bendecir el libro como bendecir al traductor. 

A mí no me tienen que bendecir porque ya soy un bendito. 

Su traducción parte de que el habla original del Quijote ya no es entendida por el lector actual. ¿Cuánto cree que durará el lenguaje de “su” Quijote? 

Se dice que una traducción a cualquier lengua suele tener una vida de entre cuarenta y cincuenta años. Luego necesita un remozamiento. Algo así ocurrirá con este libro, aunque puede ser que ocurra otra cosa, ojalá, que es lo que ocurrió con las traducciones de Horacio por Fray Luis, que leemos no tanto por Horacio como por Fray Luis, porque están impregnadas por la originalidad de Fray Luis. 

Ha estado 14 años trabajando en este libro en secreto. ¿Por qué? 

Para que no me lo revienten.

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Sobre el autor:

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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