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TRIBUNA. La candidatura del ex ‘lehendakari’ puede ser un plan B deliberado del PSOE.

La política depara a veces momentos divertidos. Uno de ellos fue el de la mañana del pasado jueves 4 de mayo, cuando los candidatos a las primarias del PSOE llevaron a Ferraz sus avales. Era un momento señalado en la agenda de campaña del equipo de Susana Díaz. No es arriesgado decir que para sus estrategas era, junto a aquel mitin de arranque “100%”, el día del gran mensaje electoral. La línea de coherencia era clara y condensaba en dos golpes todo el mensaje: en el mitin, Díaz se presentó con ese lema inteligente (PSOE 100%), con el apoyo de las grandes caras del socialismo (salvo alguna) y con una gran "idea" (entre comillas), que era que a ella le gusta ganar; el segundo acto era el del jueves: presentar un número tan abrumador de avales que confirmara que es la candidata de la victoria, la del partido entero salvo algunos desviados y que disuadiera a los tibios, cercenando toda esperanza de resultado sorpresa. “Llena tú los teatros, que yo acumulo cajas de avales”, parecían estar diciendo en los días previos. A partir de ahí, con la partida ya prácticamente ganada, Díaz podría dedicarse en los días de campaña a “coser”. Desde su apabullante victoria en avales, podría ser complaciente y comprensiva: quiero ganar, pero para que ganemos todos.

Pero tras anunciar su espectacular cifra (63.000 avales), superior a la que, conocedores ya de la misma, habían sugerido la víspera algunos próximos para redoblar el efecto (“Aspiramos a superar los 41.000 que consiguió Sánchez en las anteriores primarias”, decían), saltó el secreto mejor guardado: 57.000, la cifra de los del PSOE rojo. Esa cifra no van a olvidarla en la vida, porque fue como una puñalada. Se les vio en la cara a algunos. “No puede ser”, pensaron, “tiene que haber trampa”. La propia Susana Díaz manifestó ante los micrófonos que había que esperar al final de la jornada para ver los resultados definitivos. Yo mismo, lo confieso, pensé que entre los avales de Sánchez habría muchos de gente no inscrita en el censo. Pero luego comprobaron que no había trampa, y que eso del 100% había quedado hecho trizas. El discurso entero se les hizo trizas. Y al día siguiente, pese a haber presentado menos avales, los del PSOE rojo se sintieron vencedores, porque, junto a su cifra absolutamente inesperada, añadían una palabra: “Aparato”. Es decir, 63.000 votos es todo lo que el aparato puede dar de sí, luego se les puede ganar. Al menos, desde luego, consiguieron salvar el partido de ida, y hacer decisivo el de vuelta, al que acudirán con bastantes goles en campo contrario, que como se sabe valen más.

Hasta aquí, la crónica. A partir de aquí, la divagación libre, no basada en ninguna información “de primera mano”. Es una hipótesis quizás disparatada, pero yo apostaría por ella en una porra electoral.

Pedro Sánchez no va a ser secretario general. Es cierto que la cifra de sus avales ha quebrado por completo la línea de campaña de Díaz y ha evidenciado que el malestar en el PSOE es mayor de lo que podía sospecharse. Es cierto que en la mitad norte de España la mayoría de los militantes socialistas no sólo no quieren el liderazgo de Díaz, sino que se han emancipado de Felipe González, de Zapatero, de Rubalcaba, de Bono y de PRISA y ya juegan sin miedo y a las claras a proponer una oferta política más capaz de dar la mano en caso de necesidad a Podemos (y sobre todo a sus confluencias) que al Partido Popular. Pero que nadie desprecie la capacidad del equipo que apoya a Díaz para reaccionar y buscar su objetivo por otros medios. A Díaz la apoya la inmensa mayoría de la organización del partido (es decir, la inmensa mayoría de quienes se dedican con horario completo al partido o a cargos que dependen de sus posiciones electorales) y no van a dejar su suerte en manos de algo tan aleatorio e incierto como un resultado electoral apretado. No van a jugársela a los penaltis: es demasiado riesgo.

Una posibilidad es que sus cálculos les permitan confiar en que de todas formas el margen para la victoria frente a Sánchez es suficiente. En ese caso, habrá campaña con algún que otro golpe de efecto por acá y por allá y pondrán énfasis en la necesidad de que al día siguiente de la jornada electoral “todos” remen en la misma dirección, etc. Díaz ganaría las primarias y sería secretaria general. Ya veríamos si candidata a la Presidencia del Gobierno.

Pero otra posibilidad es que su interpretación del resultado de los avales les convenza de lo contrario, es decir, de que Sánchez va a ganar por varios puntos de diferencia, con cierta holgura, gracias al apoyo que ya ha demostrado y al que puede recibir estos días gracias a una épica electoral con efecto ola incluido y con el apoyo de un reaparecido Borrell, que ya sabe lo que es ganar al aparato. En ese caso, es decir, si la previsión fuese la de una victoria clara de Sánchez el día 21, les digo cuál sería mi apuesta: Susana Díaz convoca una tarde a la prensa, se felicita por la movilización del partido, agradece el enorme apoyo e ilusión que ha percibido en la militancia, pero manifiesta que la bipolarización que se ha provocado puede causar daños irreparables para el Partido (lo pronunciará con mayúsculas). Y dirá que, en un gesto de responsabilidad, fiel a su promesa de “coser” las costuras del partido, renuncia a la candidatura.

Pero ojo: al mismo tiempo pedirá a Sánchez el mismo gesto de generosidad, y solicitará expresamente “a todos los que llevan el PSOE en el corazón” el voto a la candidatura de Patxi López. (“Que para eso está”, susurra el ángel malo). Es decir, hará uso del comodín. Saben en el equipo de Díaz que Sánchez no renunciará, pero también saben que muy difícilmente Sánchez podría ganar a la suma de Díaz y López. Poderosos medios de comunicación, así como significados socialistas 100% (Felipe González, Rubalcaba, Zapatero, Rodríguez Ibarra) redoblarán este mensaje y agradecerán a Susana Díaz su gesto de generosidad. Patxi López habrá ganado las primarias, Sánchez las habrá perdido, y Susana Díaz volverá a ser candidata a la Presidencia de la Junta de Andalucía. Puede que, con Patxi López de secretario general, sea fácil buscar a un candidato “nuevo” a la Presidencia del Gobierno. Y la Ejecutiva designada tras el Congreso Federal del PSOE se parecerá bastante a la actual Gestora. La organización quedará a salvo, y el PSOE se dota a sí mismo de una nueva prórroga.

Más probable es, sin embargo, que los cálculos anuncien un empate técnico entre Díaz y Sánchez. En tal caso, creo que el comodín de Patxi López se lo reservarán para un momento posterior. Se lanzan los penaltis, y a ver qué pasa. Si gana ajustadamente Susana Díaz, pues habrá ganado, y preparará un discurso conciliador y una Ejecutiva fiel, integrando a López y excluyendo a los sanchistas, convertidos simbólicamente en un tercio marginal del partido. Y si pierde por poco… Pues todavía queda el Congreso Federal. Y en el Congreso Federal, ¿qué pueden hacer? Pueden evitar lo que más temen, es decir, que Sánchez y los suyos tomen el control del partido, desplazando su centro de gravedad hacia el norte. Para eso sigue estando ahí Patxi López. Ningún obstáculo decisivo encontrarán en los Estatutos del PSOE para que en el Congreso Federal alguien tome la palabra y proponga, en bien de la unidad del partido, y dado lo inmanejable de la situación, un consenso alrededor de la figura de López que evite la dinámica de vencedores y vencidos. Sánchez se opondría y esgrimiría su victoria, pero una buena mayoría de delegados (para cuya designación sí que es decisivo el aparato) votará a favor de la opción López, con un argumento previsible: que no puede ser secretario general quien tiene más votos de militantes en contra que a favor. Susana Díaz habría quedado amortizada como lideresa nacional quizás para siempre y el PSOE 100% buscará pronto a un candidato a la Presidencia del Gobierno al que López dará primero su apoyo y luego, seguramente, el testigo en la Secretaría General. La prensa bendecirá esta solución buena para la estabilidad del principal partido de la oposición, y habremos vuelto… a la casilla de salida.

Los asesores de Pedro Sánchez tienen estos escenarios en la mente, estoy seguro. Con buenos reflejos, Sánchez le ofreció a López en un mitin público una fusión de candidaturas. Probablemente saben que, en vista del resultado de la colecta de avales, una parte de la candidatura de López estaba planteándose la posibilidad de apoyar a Sánchez con condiciones. Pero la respuesta que recibió Sánchez fue una objeción procedimental: eso no se dice en público sin haberlo hablado en privado. A mi juicio la respuesta es reveladora: cuando la atención se dirige a las formas es porque no interesa entrar en el contenido. Se pretende ahuyentar la pregunta para que no haga pensar a nadie y ni siquiera entre en el debate, porque la pregunta, por sí misma, es todo un torpedo para un candidato al que le cuesta trabajo definirse, bien porque sea indeciso, o bien porque la ambigüedad sea su estrategia. No olviden que Patxi López fue quien, para aquella sesión de investidura de Rajoy, había propuesto que el PSOE se abstuviera “pero sólo un poquito”, es decir, en el número de diputados imprescindible para que Rajoy alcanzase los 176 votos.

¿Es la candidatura de López un plan B deliberado del PSOE 100%? Podría serlo, incluso aunque él no lo supiera. No me cuesta imaginar que algunos le hubieran sugerido presentarse simplemente como un servicio al partido, a fin de evitar una bipolarización extrema, y que López viera en ello una justificación impecable. Yo creo que López es buena persona, y se vio fácilmente en ese papel. Pero tampoco me cuesta imaginar que quienes se lo sugirieran hubiesen previamente considerado otras finalidades orientadas a asegurarse un “mal menor” (el mal mayor sería que en un cara a cara Sánchez derrotase a Díaz). Es arriesgado decirlo a ciegas, pero si se piensa que López ha llegado a ser lo que es gracias a Rubalcaba (de quien se podrán decir muchas cosas, pero no que es torpe ni que es ingenuo), quizás el ángel malo que me susurra al oído izquierdo tiene razón: “Para eso está ahí desde el principio”. No como un quintacolumnista lacayo de Díaz, por supuesto que no, ni tampoco como un simple divisor de votos contrarios a Susana Díaz; pero sí como una carta comodín, un pañuelo blanco tirando a Gestora, del que hacer uso si la cosa se tuerce.

Pedro Sánchez no va a ser secretario general del PSOE, a menos que obtenga más votos que Díaz y López juntos, lo cual no es probable.

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Claudia González Romero

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