Se llama Petra Laszlo y no está sola. Hola, Petra, te queremos, Petra, dirían algunos si tuvieran valor para hacerlo. La imagen escandaliza porque Petra es periodista.
Se llama Petra Laszlo y no está sola. Hola, Petra, te queremos, Petra, dirían algunos si tuvieran valor para hacerlo. En la imagen de arriba vemos a la reportera húngara, trabajadora de un canal de televisión cuya línea editorial es cercana al partido de extrema derecha socio del Gobierno conservador húngaro, zancadilleando a un padre refugiado que intenta escapar de la policía con su hijo en brazos. Ambos, padre e hijo, acaban en el suelo.
La imagen escandaliza porque Petra es periodista. Al fondo de la escena vemos uniformados policías húngaros, presentes en el lugar precisamente para detener, como hizo Petra, a los refugiados que llegaban en ese momento a Hungría escapando de la guerra. Lo de Petra es indignante porque es intrusismo laboral. En Hungría están muy avergonzados con el comportamiento de la reportera, que ha dado la vuelta al mundo, y no es para menos. Podemos imaginarnos una Petra española lanzando balas de goma contra inmigrantes que llegan a nado a Ceuta y se nos caería la cara de vergüenza por la suplantación de funciones.
Una vez señalado el deshonesto comportamiento de Petra para con sus conciudadanos policías, debemos reconocer que estas cosas le pueden pasar a cualquiera. Las patadas y las zancadillas de Petra no son más que el “pues mételos en tu casa” o el “vienen a invadirnos” que pasan de la boca a la pierna. Petra, despedida injustamente por su cadena, no ha hecho nada que no sea cumplir la línea editorial del medio para el que trabajaba. Petra, ahora repudiada injustamente por toda Europa, sólo ha actuado de forma consecuente según las advertencias que el gobierno de su país y otros gobiernos como el español han ido lanzando días atrás. Si vienen a invadirnos o pueden ser yihadistas, qué menos puede esperarse de un ciudadano responsable que una inocente zancadilla.