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En India se ha llegado a vender una crema que aclaraba... ¡la vagina! y se anunciaba como el milagro que te haría feliz...

El tortuoso y accidentado proceso del cantante Michael Jackson por virar de negro a blanco fue durante décadas objeto de escarnio público. Sin embargo, en países como Taiwán nadie se ríe de la obsesión general, extrema en las mujeres, por aspirar a una piel blanco nuclear. Al contrario, la industria cosmética tiene un filón en los 'aclaradores' de piel, cremas, geles e incluso desodorantes que prometen blanquear tu epidermis hasta que la porcelana y tú alcancéis la simbiosis perfecta. Cuanto más blanca, más guapa. Esa es la creencia popular, a juzgar por las cifras: cuatro de cada diez mujeres taiwanesas utilizan esos productos, según un informe de Synovate, una empresa de estudios de mercado que asegura que ésa es la media también en Filipinas, Corea del Sur, Hong Kong y Malasia. ¿Es posible que la obsesión por ser blanco de Michael Jackson sea una inquietud crónica en Asia? ¿Son racistas los asiáticos?

Desde China a Tailandia, pasando por la India, el clasismo/racismo impuesto por el color de piel existe desde hace siglos. Si tienes la tez oscura te da el sol, ergo trabajas en el campo, ergo eres de clase baja. Las clases acomodadas no han pasado su vida asolados en arrozales, pueden pagar a otros para que hagan esos trabajos así que pueden presumir de pieles más blancas. Digamos que ése es, a grandes rasgos, el porqué histórico de esta manía blanqueadora cuya realidad se expresa en cifras muy sólidas: según el citado informe, la industria de la belleza en Asia en 2012 generaba unos 80.000 millones de dólares de los cuales 13.000 provenían del universo 'aclarador de piel'. Sólo en China más del 50% de los productos de belleza que se consumen son, en la práctica, 'lejías para piel'. En India se ha llegado a vender una crema que aclaraba... ¡la vagina! y se anunciaba como el milagro que te haría feliz mientras que en Tailandia a principios de año se retiró un anuncio acusado de racista en el que entre otras cosas la protagonista proclamaba "si fuera blanca, ganaría" y "eternamente blanca, me siento segura".

Tampoco ayudan Hollywood y su ideal de belleza: blanco, rubio y de ojos azules suele ser el prototipo de triunfador o triunfadora de película. No es extraño que muchas actrices estadounidenses posen sonrientes en la tapa de varias cremas blanqueadoras, convirtiendo así el modelo caucásico en el modelo ideal de mujer para la asiática —no se equivoquen, también hay cremas blanqueadoras para hombres, pero por lo visto es algo nuevo respecto a las femeninas—. Seguramente los últimos cincuenta años hayan sido claves para que lo que antes era sólo un anhelo popular con tintes claramente racistas se convierta en una obsesión (muy lucrativa para la industria cosmética) alimentada desde múltiples frentes.

En Taiwán no sólo se nota en los anuncios dedicados a estos productos: en la publicidad en general los actores suelen estar 'blanqueados' en exceso, igual que en las telenovelas mientras que en las calles es común ver a las mujeres completamente tapadas para evitar que el sol las roce.

Pero quizás la expresión más sorprendente de su obsesión por el blanco (y el rubio) se exprese en su reacción frente a los niños occidentales. En sus primeras tres semanas en Taiwán mi hija fue 'atacada' por cuatro agentes publicitarios diferentes. La querían para un catálogo de ropa, para un anuncio de televisión y para un par de sesiones de fotos. Primero me sentí halagada pero mi orgullo de madre duró poco: al ojear una revista comprendí que mi hija no es especial, simplemente es rubia y de piel blanca y eso basta para que en Taiwán te consideren un ser excepcional. Si a eso se añade esa extraña debilidad por todas las cosas 'monas' (existe incluso una palabra japonesa para definir esa tendencia, kawaii) y en la que los niños y los productos infantilizados son clave, el cóctel es explosivo. Con el tiempo he descubierto catálogos de ropa con modelos rubios de ojos azules feos como un dolor que en Occidente no habrían pasado ningún filtro de belleza, pero en Taiwán son estrellas porque lo de la raza aria ha calado fuerte —ser blanco es sinónimo de perfección—, tanto que a veces incluso asusta. Más de una vez los desconocidos me han pedido hacerse fotos con mi hija —y no hablo de sospechosos de pedofilia, hablo de ancianas, de niñas, de señoras y señores— y otras veces he tenido que abroncar a gente que sin permiso le sacaba una foto mientras comentaban extasiados: 'piàoliang, kèai' (qué guapa, qué mona). La niña, de momento, no se entera e insiste: yo soy china, como ellos, me dice. Yo, en cambio, soy rubia, de ojos azules y piel blanca pero, !ay!, tengo pecas. Menos mal que ya tengo pareja, si no en Taiwán no me comería una rosca.

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Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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