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Tienen menor participación en el mercado laboral, pero trabajan de media 1,1 horas más si se tiene en cuenta la producción doméstica.

A pesar de los cambios en el modelo laboral de la última década, en España las variables edad y género siguen marcando una fuerte separación en la vida laboral de hombres y mujeres. Ellos entran más rápidamente (y con mayores remuneraciones) y salen más tarde del mercado laboral, mientras que las mujeres participan antes y durante mucho más tiempo en la producción doméstica.

Ante el requisito de satisfacer necesidades de la población, sobre todo en periodos de déficit, la transferencia de recursos y bienes entre individuos de diferentes edades (transferencia intergeneracional) puede darse de forma privada, como el intercambiado dentro de la familia de padres a hijos, de forma pública, como las pensiones, los servicios sanitarios o la educación, o a través los bienes de índole individual, como modelo de redistribución de la propia renta. 

Además de transferencias monetarias, los individuos también dependen de otros recursos que pueden no proporcionarse a través del mercado laboral. El trabajo doméstico no remunerado, a pesar de su importancia social y económica, no está recogido en la Contabilidad Nacional.

Siguiendo las Cuentas nacionales de transferencias (National Transfer Accounts, NTA) se puede conocer cómo la relación entre renta y consumo cambia en función de la edad de los trabajadores. En edades tempranas, hasta los 20 años, el trabajador pasa de una situación de déficit continuado a una de excedente. Esto se repite, de forma inversa, a partir de los 60 años, mientras que el excedente se concentra en la amplia franja de 21 a 59 años, la de mayor actividad laboral. 

La EET (Encuesta de Empleo del Tiempo) permite desagregar, por edad, las horas dedicadas a la producción remunerada (mercado laboral) y no remunerada (trabajo doméstico): hasta los 18-20 años la mayor parte del tiempo se dedica a la educación, mientras que en la edad adulta hay una mayor dedicación a las actividades productivas. En esta franja, los hombres tienen mayor protagonismo en actividades remuneradas, mientras que las mujeres dedican menos tiempo a trabajar en el mercado y más del doble que ellos a la producción doméstica. Incluso una vez alcanzada la edad de jubilación, la producción doméstica continúa siendo mucho más alta en el caso de las mujeres. En conjunto, y si se tienen en cuenta los dos tipos de actividades (remuneradas y no remuneradas), las mujeres españolas entre los 21 y los 65 años trabajan de media 1,1 horas más al día que los hombres.

Por una parte, el perfil de mercado remunerado muestra que los hombres empiezan su excedente a edades ligeramente más tempranas, lo que indica que se incorporan antes al mercado laboral y con salarios más elevados. Por otra parte, en el ámbito no remunerado son las mujeres las que presentan excedente a edades más tempranas, dato indicativo de que proporcionan más cuidados y servicios domésticos de los que reciben desde edades más tempranas que los hombres (22 años frente a 28, respectivamente). Sin embargo, debido a que el valor monetario de las actividades no remuneradas es muy bajo, las actividades de mercado de los hombres superan con creces el nivel de excedente respecto a las actividades de las mujeres. En las edades avanzadas, se observa que los hombres pasan a consumir más de lo que producen en el mercado a los 62 años, mientras que el déficit de las mujeres comienza a los 54 años. Pero de nuevo ocurre lo contrario con el ámbito no remunerado: los hombres comienzan a presentar déficit a los 49 años, mientras que las mujeres continúan proporcionando más servicios y cuidados de los que reciben hasta más allá de los 80 años. 

La tasa de empleo de las mujeres aumentó del 34,5% en 1992 al 53,8% en 2013. Sin embargo, los ingresos laborales femeninos se reducen significativamente al tener hijos

Por otra parte, quienes más actividades domésticas consumen y más transferencias de tiempo reciben son los niños, y esta necesidad es mayor cuanto menor es la edad. De hecho, el valor de los cuidados recibidos durante estas primeras edades es superior al de los recursos monetarios necesarios para cubrir las necesidades materiales. Por otro lado, las mujeres adultas son donantes de trabajo doméstico y cuidados prácticamente durante toda su vida adulta y hasta edades muy avanzadas, mientras que los hombres se convierten en receptores antes de los 50 años. Los hombres únicamente presentan un excedente en su ámbito no remunerado coincidiendo con las edades en las que comúnmente son padres (30-50 años) de hijos jóvenes, lo que se confirma cuando separamos las actividades no remuneradas entre actividades del hogar y cuidado de otros familiares, ya que entonces puede observarse que la mayor parte del tiempo de producción doméstica de los hombres se concentra en el cuidado de los hijos.

Mientras que los hombres son responsables del 61% de la producción de mercado, las mujeres realizan el 67% de la producción doméstica. Constatando cómo el aumento del acceso al mercado de trabajo de las mujeres no implica necesariamente la igualdad de género dentro del hogar, a menos que culmine el proceso de cambio cultural acompañado de un esfuerzo para equilibrar el cuidado de la familia mediante políticas públicas. 

Esta desigualdad bien podría ser una de las consecuencias del escaso desarrollo en España de la implantación pública de servicios de cuidado infantil y de personas en situación de dependencia. Nuestro país ha experimentado un rápido e importante cambio hacia un modelo económico de doble ganancia, en el que la tasa de empleo de las mujeres aumentó del 34,5% en 1992 al 53,8% en 2013. Sin embargo, los ingresos laborales femeninos se reducen significativamente al tener hijos, y ello se debe sobre todo al abandono del mercado de trabajo, siendo la interrupción temporal menos frecuente. Este hecho conduce a la discriminación de la mujer como trabajadora fuera del mercado, carente de protección y regulación. 

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Este artículo ha sido elaborado a partir de lo expuesto en el texto Mujeres y hombres, consumo y producción a lo largo de la vida. Una relación desigual, de Rosario Scandurra, Guadalupe Souto y Concepció Patxot, investigadoras de la UB, y Elisenda Rentería, Investigadora del Centro de Estudios Demográficos, publicado en el Observatorio Social de “la Caixa”.

Sobre el autor:

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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