"La mujer que entra en prisión está mucho más desarraigada socialmente"

Mercedes Iruarrizaga es la subdirectora de la Oficina de Gestión del Centro Penitenciario de Álava, la macrocárcel de Zaballa

Mercedes Iruarrizaga en la entrada de la cárcel de Zaballa. FOTO: G. C.
Mercedes Iruarrizaga en la entrada de la cárcel de Zaballa. FOTO: G. C.
“Soy una mujer positiva que he tenido la fortuna de estar cumpliendo mi sueño. Podía haber sido abogada o pedagoga pero estudié psicología y trabajo con presos porque considero que es una buena forma de ayudar a la gente. Quizá por ello vivo mi profesión con tanta normalidad y por eso me siento tan realizada”. Mercedes Iruarrizaga (Vitoria, 1979), es hoy la subdirectora de la Oficina de Gestión del Centro Penitenciario de Álava, la macrocárcel de Zaballa –1.440 plazas, 692 operativas, 66 de ellas ocupadas por mujeres– y una convencida de que el paso por la cárcel debe servir para algo útil. “Hay muchos estigmas alrededor de las prisiones pero esto no es como en el cine. Aquí llega gente sin formación alguna y nuestra obligación es que salga sabiendo desenvolverse en la vida”, afirma a media voz. Iruarrizaga llegó a la dirección de esta prisión en 2014 tras una estancia de siete años en otros cuatro centros que le permitieron ajustar su mirada “a un modelo penitenciario intervencionista enfocado a  la rehabilitación del preso”.  No niega que los prejuicios que la sociedad fabrica sobre la cárcel  son más afilados que el alambre de espino pero la verdad es que traspasar sus muros es acceder a un mundo distinto. “Hay mucha ignorancia sobre cómo es la vida en el interior”, asegura. Y es ahí donde los ojos de Mercedes muestran el paisaje invariable de la prisión, que es el del recluso, el de las mujeres que ocupan la cúspide de esta pirámide de desposeídos que pasean por los jardines y galerías tratando de cimentar nuevos sueños. Y va tomando notas mentales, saludando a reos y funcionarios, haciendo una topografía detallada de la jornada que tiene por delante. Para ella, cada día es una experiencia vital que no es pétrea como el cuarzo ni blanda como el fango. “Todo esto tiene que servir para algo”, repite.

¿Qué hace una mujer como usted en un sitio como este?

¡Trabajar encantada de la vida! La verdad es me gusta mucho mi trabajo. Llegar a instituciones penitenciarias fue totalmente vocacional. No conocía nada este mundo, a diferencia de otros muchos funcionarios que llegan por tradición familiar. Yo lo descubrí en unas prácticas que hice y me encantó.Antes había probado en un hospital psiquiátrico y en un juzgado de lo social pero fue la cárcel lo que me gustó de verdad. Me dije: ¿Qué hay que hacer para trabajar aquí? Y, casualidades de la vida, conocí a una chica de Valladolid que era preparadora y aquí estoy.

Usted es las pocas mujeres que forman parte de las direcciones de los centros penitenciarios. ¿A qué se debe?

A que la población reclusa es mayoritariamente masculina y hasta 2007 no se hizo la unificación de escalas. Hasta ese momento, sólo los hombres podían trabajar con hombres en los módulos residenciales pero hoy ya hay funcionarias de interior trabajando en la zona de chicos y a la inversa. Sin embargo, en áreas destinadas al trabajo social la mayoría son mujeres.

Al funcionario se le identifica con un carcelero violento y corrupto, que abusa de su autoridad. ¿A qué se debe esta imagen tan negativa? 

Entiendo que sea así porque la versión que trasciende es la del interno y existe el morbo cinematográfico. A mí me encantó la película Brubaker pero no tiene nada que ver con la realidad. La gente está muy preparada, trabaja a diario con el interno y se preocupa por él. Es cierto que esto es una prisión donde los internos son delincuentes y están sujetos a unas normas, unos horarios, etc. Y algunas veces, claro, se rebelan contra esto. Lógicamente, cuando se producen esas situaciones se impone una disciplina que luego debe detallarse al juez de vigilancia penitenciaria, que es quien vela por los derechos del interno.

España es uno de los países europeos con mayor población reclusa porcentual. ¿A qué cree que se debe ese dato?

No lo sabía pero sí te diré que muchos internos extranjeros no quieren cumplir la condena en sus países de origen. Prefieren quedarse aquí.

¿Por qué?

Porque el sistema penitenciario español es pionero en temas de tratamiento sanitario, medicación y cuidado de la salud. Porque se interviene para intentar mejorar su situación. Esto no existe en otros sitios. En Italia, por ejemplo, no se da importancia al tratamiento ni se proporciona herramientas al interno para vivir fuera. De todas formas, la población penitenciaria en España está disminuyendo en los últimos años. Mira la evolución de los datos.

Pero se sostiene sobre la ignorancia social. Los ciudadanos desconocen su funcionamiento y su finalidad. ¿Cuál es?

La reinserción y la reeducación. Artículo 25.2 de la Constitución.

Ahora también te encuentras gente titulada, directores de banco, abogados, empresarios que no sólo son delincuentes de cuello blanco"

¿Y cree que la sociedad confía en ello o considera que es el búnker donde se envía a los malos para que se pudran?

Hay que diferenciar algunos matices. Al que ha violado a tu hija o ha golpeado a tu madre no le deseas volver a ver y menos en la calle. Es un sentimiento lógico entre quienes han sufrido este tipo de delitos tan terribles. Pero en España no existe la cadena perpetua ni la pena de muerte y esa persona volverá, tarde o temprano, a la sociedad. Y nosotros le tenemos que devolver mejor de como ingresó. Por eso es tan importante el tratamiento y la intervención en prisión. Algunos salen mejor y otros no pero tenemos que estar ahí por quienes consiguen salir rehabilitados. Con que lo logre uno entre diez ya puede considerarse un éxito y justifica todo lo demás.

Pero las cárceles se crearon para recluir al excedente demográfico del sistema capitalista, a los pobres. Hoy está llena de pobres.

Eso ha cambiado. Ahora también te encuentras gente titulada, directores de banco, abogados, empresarios que no sólo son delincuentes de cuello blanco, sino que entran por temas de conducción o por violencia de género. Ya no se ve al típico drogodependiente. También llegan jóvenes de clase media que se toman unas pastillas, roban o agreden. Y es duro verlo porque entrar en prisión es un drama.

¿Cree que la cárcel debería tender a la desaparición o al menos reducirse su número de manera drástica?

Yo creo que no. Es que la prisión tiene que existir. ¿Dónde dejas si no a aquellas personas que necesitan parar y pensar para convivir? Porque la cárcel también es un lugar que sirve para reflexionar profundamente sobre la vida de uno y cambiar lo que se interioriza que se ha hecho mal.  ¡Es que tiene que existir un sitio para esa gente! De verdad que las prisiones realizan su función. Si me preguntas si existen presos con discapacidad intelectual que no deberían estar aquí, pues te diré que sí, que estarían mejor en centros especializados. El problema es que durante el juicio no se demuestra correctamente sus discapacidades. Por eso tenemos psiquiatras y un programa que sirve para estabilizar a algunos y lograr una mejora de su comportamiento que pueda servir en algún momento para derivarlos a sus familias o a centros residenciales. Y sobre lo de reducir el número de prisiones en España, te diré que iría en detrimento de los internos porque de lo que se trata es de facilitar su cercanía a los núcleos familiares, que es donde al final volverán.

¿Y en qué estado sale una persona que ha pasado 20 o 30 años en prisión?

Normalmente con problemas. Los más evidentes son la vista y la sensibilidad al ruido. Aquí no hay coches, no hay aglomeraciones ni bullicio. Hace poco salió un hombre después de muchos años y lo que más le llamó la atención fue ver cómo la gente utiliza el móvil por la calle. Decía que ya no nos miramos a los ojos, no saludamos, caminamos tecleando en la pantalla del teléfono, los chavales ya no juegan con el balón en el parque. Me quedé perpleja.

La población reclusa masculina es 12 veces superior a la femenina. ¿De qué manera influye en que las cárceles no estén adaptadas a las necesidades de las mujeres?

Sí están adaptadas.

Un hombre no suele pedir salidas para cuidar de sus hijos, pero una mujer sí. Esto es muy importante tenerlo en cuenta"

No hay unidad de madres en todas las prisiones cuando más del 70% de las internas tienen uno o dos hijos. 

Eso es realmente complejo. Dependiendo del entorno familiar que tengan y del tipo de delito que hayan cometido, se tiene especial sensibilidad porque el temor a perder a sus hijos es muy grande. Un hombre no suele pedir salidas para cuidar de sus hijos pero una mujer sí. Esto es muy importante tenerlo en cuenta. Pero dentro de ese trance no es lo mismo la interna que tiene padres, hermanos y primos a otra en situación de desarraigo familiar, sin apoyo ni redes sociales a su alrededor. A estas últimas se las intenta ayudar con puntos de encuentro e incluso concediéndoles el cuidado de sus hijos en el exterior, siempre y cuando los requisitos penitenciarios lo permitan. Hay mujeres que vienen sólo a dormir y la mayoría termina en pisos de acogida regentados por asociaciones sociales cuya labor es superimportante y extraordinaria para chicas sin recursos.

Un reciente informe sobre la mujer reclusa aseguraba que su invisibilidad social es otra condena. ¿Qué significa para ellas entrar en prisión? 

Sin duda es más duro que para los hombres. La mujer que entra en prisión está mucho más desarraigada socialmente. Se aprecia en las entrevistas y en las visitas que reciben. Un hombre te comenta que va a venir su madre o su mujer. A ellas, en cambio, no las viene a ver nadie porque su marido las ha abandonado o simplemente nunca lo han tenido. En el módulo de mujeres hay verdaderos dramas personales. Es cierto que la inmensa mayoría de los hombres tiene también historias tremendas pero el apoyo de una madre o de su pareja no suele fallar. Con las mujeres no sucede eso. Dentro hay un programa dirigido específicamente a ellas para tratar de empoderarlas. Se trabaja la autoestima porque muchas de ellas han sido maltratadas y llegan muy desgastadas emocionalmente.

¿Es posible la reinserción en prisión?

¡Para eso trabajo! Pero es imprescindible que el interno lo quiera. Y si quiere, adelante. Para mí, es una victoria que no volvamos a verle por haber cometido el mismo delito. Si un condenado por violencia de género vuelve a ingresar, que puede ocurrir, pero lo hace por robar una manzana el trabajo realizado con él habrá merecido la pena. La función de las prisiones es enseñar un oficio a los reclusos para que puedan valerse por sí mismos. Que no se droguen, que controlen su ira.

Zaballa ha servido de laboratorio para la reinserción de presos de ETA arrepentidos. ¿Cómo vivió usted aquel proceso?

No lo he vivido porque estaba en otros centros. Mi conciencia real de lo que significó ETA comenzó con el asesinato de Miguel Ángel Blanco, cuando tenía 17 años. Cuando se abrió la vía Nanclares no estaba aquí pero me consta que el trabajo de mucha gente fue enorme.

Iruarrizaga en su despacho del centro penitenciario. FOTO: G.C.

Alavesa y funcionaria de prisiones, ¿pasó miedo alguna vez?

Nunca. Y tampoco me he escondido. Lo he vivido con normalidad. Si me preguntaban a qué me dedicaba, respondía sin más.

Trabajó con maltratadores en los centros penitenciarios de Melilla, Badajoz y Alcázar de San Juan. ¿Es posible su rehabilitación?

El programa fue supersatisfactorio porque produjo importantes cambios de comportamiento en los internos que se inscribieron. Trabajamos para lograr que no vieran a la mujer como un objeto ni que por ser hombres fueran más que nosotras. Llegué a ponerles gafas rosas con pompones para que vieran la realidad con otros ojos. Y se consiguieron algunas victorias. El lugar donde encontré mayores dificultades fue en Melilla porque había influencias religiosas en muchos internos y me intentaban llevar a su terreno. Fue complicado pero solventamos los problemas porque dejamos fuera las creencias desde el primer momento. El objetivo era que terminaran aceptando que se puede discutir en esta vida sin utilizar la violencia. Que pensaran antes de actuar y lo conseguimos en muchos casos.

¿Qué le atrae de las prisiones?

Pues la posibilidad de hacer distintos trabajos como psicóloga porque en un psiquiátrico te encuentras a los enfermos agudos, que están tan malitos que no puedes más que intentar tranquilizarles. Dentro de la cárcel descubrí que podía hacer terapia individual y grupal en el ámbito de violencia de género, drogodependencias, agresores sexuales o ludopatías. El área de la psicología es muy atractivo. Luego también haces informes sobre gente con la que puedes intervenir, si él lo desea, con pruebas y entrevistas. Ves su evolución. Para una psicóloga que acaba la carrera, como era mi caso, aporta muchas posibilidades profesionales.

¿Quién es Mercedes Iruarrizaga?

Buf, es difícil responder pero te diría que alguien que ha cumplido su sueño. Que siempre me ha gustado estar entre papeles pero ayudando a la gente. Me siento útil y me siento realizada.

Pincha aquí para ir a la publicación original de este artículo.

Sobre el autor:

Gorka Castillo

Gorka Castillo

...saber más sobre el autor

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído