Flujos emigratorios y orden liberal

VIÑETA: PEDRIPOL.

El World Bank Group ha publicado un amplio informe sobre flujos migratorios mundiales titulado “Moving for Prosperity, Global Migration and Labor Markets. Frente a las descalificaciones de principio, creo que hay varias razones para leer estos informes del Banco Mundial. La primera es su voluntad de objetividad. Como otras instancias de dirección, el Banco Mundial se juega su prestigio y función basando sus argumentos en evidencias y, lo que es más importante, se siente obligado a reconocer su carencia si las cosas no están claras. La segunda, su sinceridad liberal. Para el Banco Mundial rige la premisa de que no hay fuerza en la Tierra capaz de resistir las leyes del mercado. Sea esta una creencia normativa y militante, o una constatación realista, constituye una perspectiva influyente en poderosos agentes y debemos agradecer la franqueza de defenderla. La tercera, su voluntad de equilibrio. El Banco Mundial tiene una clara autoconciencia de ser un órgano de consejo y gobernanza, y eso le obliga a tener en cuenta a los actores políticos a los que dirige sus mensajes. De ahí la necesidad de considerar, en los fenómenos que aborda, no solo las dimensiones económicas, sino también las políticas. En suma, tenemos aquí una comprensión objetivista de las ciencias sociales que no puede ser ni despreciada ni sacralizada.

No lo primero, pues permite apreciar una parte de la realidad con herramientas de distanciamiento; tampoco lo segundo, porque en última instancia acepta el mercado como supremo principio regulador y la economía como el campo en el que se pueden obtener las evidencias fundamentales. Así, dice: “Nuestra primera conclusión directiva es esta: es muy difícil, casi imposible, que los gobiernos implementen políticas que prevalezcan contra las fuerzas de mercado. En lugar de eso, las políticas de inmigración deberían ser diseñadas pensando en los mercados [with markets in mind]”. Esta potencia absoluta de las fuerzas del mercado está lejos de ser evidente y en todo caso no puede elevarse a absoluta.

Emigración: fenómeno necesario al capitalismo

Con estas cautelas, debemos asumir que la premisa del informe es materialista. “Los ricos tienen muchos bienes; los pobres solo tienen uno, su trabajo. Como los buenos empleos llegan muy lentamente a los pobres, los pobres tienen que moverse para encontrar empleos productivos”. La emigración es así un fenómeno inevitable del orden capitalista. Al parecer, con esta premisa se da por concluido el tiempo en el que la deslocalización era el camino expansivo más viable. El capitalismo actual prefiere mantenerse en sus lugares de origen que desplazarse a zonas de un hábitat sin garantías medioambientales, sociales o políticas. La emigración sustituye a la deslocalización. Por lo tanto, el informe asume que para el capitalismo actual la emigración es necesaria. No es que sea beneficiosa. Es necesaria. O incluso más: es sustancial al capitalismo. Este siempre ha implicado una masiva recolocación del trabajo en el espacio.

Nada de alarmas

La cuestión es cómo lo hace. Y la respuesta es que nada de alarmas: en las últimas seis décadas lo viene haciendo en menos cantidad que en otras épocas de la humanidad. En realidad, desde 1960 apenas ha cambiado el porcentaje de la población mundial que vive en un país en el que no ha nacido: el 3%. Ningún peligro de invasión, por tanto. Aunque el número de refugiados ha crecido, no ha variado su proporción de entre 7 y 10% de los emigrantes totales. Una imagen: todos los refugiados del mundo caben en una ciudad como Estambul. Así que nada de pánico. Las décadas de mayor integración de la economía mundial han mantenido estable la proporción de emigrantes. Las mercancías han viajado más que las personas. El Banco Mundial implícitamente lanza un alegato para que esta cifra se mejore, cuestionando el celo de lo estados-nación para cerrar fronteras. Los defensores del capitalismo mundial asumen así la defensa de uno de sus motores esenciales: la emigración.

Peligro: Concentración, pero menos

Ahora bien, como la migración sustituye a la deslocalización, los flujos de emigrantes se concentran en países desarrollados, en sus zonas geográficas más activas y en las ocupaciones más dinámicas. Así, el 60% de la inmigración global se lanza sobre Europa occidental, América del Norte, y algunos pocos destinos del norte de África y del Asia central y del sur, alguno de ellos como escala en el tránsito hacia estos focos. Además, en estas zonas la inmigración se concentra en aquellos núcleos que son más productivos. Así, un emigrante tiene un 10% más de probabilidades de elegir un destino cuyo salario medio sea 2.000 dólares más alto que otro.

Sin embargo, los flujos de refugiados son divergentes a los de los de emigrantes. Estas regiones receptoras de más de dos tercios de migrantes solo reciben el 8% de refugiados. Es muy importante identificar esta divergencia. Ni Europa, ni todavía menos Estados Unidos, están amenazadas por las fuerzas combinadas de emigrantes y refugiados. Casi el 90% de los refugiados se quedan en los países vecinos al conflicto que los hizo migrar.

Emigración poco preparada y altamente preparada

El informe concentra sus esfuerzos ante todo en apreciar la emigración como un fenómeno económico. ¿Cuál es la ganancia mayor de la emigración? Aquí el informe distingue entre la emigración de baja preparación y la emigración cualificada. La primera genera un beneficio de productividad por la vía de los bajos salarios, lo que beneficia a una parte de la sociedad receptora. Este beneficio es temporal, hasta que los salarios se igualan. Quizá este factor tenga que ver con un dato interesante: “En muchos países europeos, el 50% de los inmigrantes dejan su país de destino dentro de los 10 años”, dice el informe. En todo caso, el impacto negativo de la emigración para los trabajadores tomados en conjunto es despreciable.

El problema político de esta emigración poco preparada es que compite con los estratos peor formados de las poblaciones nacionales para hacerse con los puestos de trabajo de amplia tasa de sustitución. Si la sustitución de nacionales por emigrantes es imperfecta, el flujo se detendrá, porque los emigrantes serán solo sustituidos por emigrantes. Así, tendríamos lo que parece el ideal: los nacionales de alto nivel y cualificación, que no pueden ser sustituidos por emigrantes, es la mejor garantía de una regulación automática de los flujos de emigración, algo que resulta una llamada de atención a países como España. Ese mayor nivel de la población nacional permitirá recolocaciones en otros sectores o áreas geográficas de la población nacional, algo que el informe da por inevitable.

¿Qué pasa con los emigrantes de alta capacidad?: “Juegan un papel central en la economía global actual. Ellos son innovadores, emprendedores, científicos, profesores, y juegan como modelos para las nuevas generaciones”. Tanto es así, que el informe añade que “los países de destino con altos ingresos dependen del talento extranjero para crear y sostener muchas de sus industrias, incluyendo muchas de las que están a la vanguardia de la creación de conocimiento”. Un dato concreto: los migrantes firman alrededor del 10 % de las patentes reconocidas en el Patent Cooperation Treaty.

El Informe no habla solo de la emigración de elite, de la que se nutren las grandes empresas punteras de informática mundial. Habla de una tendencia: en 1990 el porcentaje de emigrantes con educación superior a los países de la OCDE era del 27%; en 2010 era cercano al 50%. Eso significa que están llegando emigrantes con mayor porcentaje de educación que los trabajadores de algunos países de recepción. Esto es: en general, la emigración representa una ganancia de talento. Desde el punto de vista darwinista, con ella el talento se concentra en los países receptores. Los diez lugares de llegada más concentrada reciben el 75% de los inmigrantes altamente formados; y Australia, Canadá, Reino Unido y Estados Unidos reciben los dos tercios de ellos. Esto significa que el darwinismo social beneficia a la cultura anglosajona. Sin embargo –un dato curioso–, el país que más inventores emigrantes tiene es Suiza. Por supuesto, esta diáspora tiene un impacto negativo en sus respectivos países y ninguna remesa de dinero puede compensar esta pérdida de talento. El Banco Mundial sugiere que estos emigrantes sólo pudieron adquirir esta formación bajo la promesa y la aspiración de emigrar.

El supuesto de base: el mercado se regula sin catástrofes

En general, es muy difícil evitar la impresión de que todo podría compensarse, porque el mercado no produce desarreglos catastróficos. Incluso las consecuencias negativas se podrían reconducir si se tiene conciencia de ellas. De este optimismo, un poco insensible, hace gala este ejemplo del pasado: los checos se beneficiaron de los permisos de trabajo en las ciudades limítrofes de Alemania, pero la competencia obligó a los alemanes orientales a moverse fuera de sus lugares de origen; al final todos encontraron mejores oportunidades. El mercado laboral aparece así bajo la perspectiva ideal del Banco Mundial: un flujo continuo de personas desarraigadas que aprovechan los desequilibrios de salarios a su favor. Por supuesto esto produce resentimiento en parte de las poblaciones nacionales. Pero en cierto modo, aquí el informe hace uso de su optimismo de la mano invisible: los emigrantes poco cualificados tienden a parecerse a los refugiados y se quedan cada vez más en los países vecinos. Por el contrario, los emigrantes altamente cualificados viajan más lejos y eso les permite elegir mejor.

Armonización

Quizá lo más discutible del informe es la perspectiva de armonización bajo el principio ease the pain and share the gain. Puesto que la emigración es beneficiosa a largo plazo, se supone que deben encontrarse políticas que suturen las heridas que produce en el corto plazo. Esto se puede hacer, según recomienda el informe, mediante ayudas a los trabajadores nacionales para facilitar los procesos previstos de movilidad, ajuste y recolocación. Así se podrían coordinar la economía y la política, algo que –según confiesa el informe– ha producido resultados “desalentadores”.

La opción de que los empleadores de emigrantes paguen una tasa para financiar las medidas de transición con los sectores perjudicados parece un sueño según en qué países, ya que la emigración cubre empleos controlados por la economía sumergida. Sin embargo, mi dificultad es de concepto. Para el Banco Mundial las políticas de ajuste se deben emplear en los periodos de transición. Esto es engañoso, ya que la emigración no es un problema de transición para el capitalismo, sino, como hemos dicho, su motor mismo. Por lo tanto, la transición no es una etapa, sino un continuo desplazamiento renovado.

Este comentario no es letal para el argumento del informe desde la perspectiva ideal. Lo que este recuerda es que los emigrantes específicamente económicos no generan shock en la población, ni hay evidencias de que la reacción negativa esté provocada por la disponibilidad de empleos. Sólo producen shock los grandes episodios de emigración concentrada, y estos se deben a factores no económicos: desastres naturales, crisis políticas y sociales, como la del este de Europa a Alemania entre 1989-1995, de Angola a Portugal entre 1974-1977, de Cuba a Miami en 1980, y otras. La solución en estos casos de abrir la carga de los emigrantes por todo el globo, es más bien un desiderátum cuando aumenta el conjunto de países fuentes de emigración.

Traducción política: visibilidad

Esta distinción entre emigración económica y catastrófica es discutible. Y por eso que la armonización que pretende el Banco Mundial es muy complicada. Ante todo, porque todo fenómeno de emigración tiene una traducción política incierta. En efecto, la política depende de la visibilidad. La emigración se mantiene en el 3% en una población mundial que crece fuera de control. Uno no ve crecer la población de su propio país (si es que por fortuna crece), pero ve crecer la emigración en términos absolutos aunque se mantenga en términos relativos. Además, la ve crecer porque se concentra en zonas geográficas muy concretas; y en un momento en que los emigrantes se dispersan y proceden de casi todas partes. Por muchas herramientas de distanciamiento que ofrezca la economía, si las herramientas políticas que forjan la mirada juegan a la contra, son impotentes para conformar el juicio de la población. Así, los alegatos populistas tienen ganado el terreno porque la desnuda economía no puede ser persuasiva.

La clave es la siguiente: las poblaciones no miran la economía haciendo abstracción de la vida social, como quisiera el neoliberalismo, y no pueden separar a los emigrantes de las condiciones generales de la vida social. A los ojos de la gente, no hay factores económicos y luego los de otro tipo. Las poblaciones no ven una diferencia de salarios que tiende a movilizar poblaciones hasta equipararse, sino que ven condiciones de vida desastrosas en los países de origen que pueden equiparar a un desastre natural. Por eso no pueden participar del supuesto de que el fenómeno puramente económico se regulará cuando los salarios tiendan a igualarse. Al contrario, la percepción que se tiene es que se dan las condiciones para un fenómeno de escalada por la intrínseca vida catastrófica de muchas poblaciones. Esta mirada aprecia que el mundo está dividido en dos de forma clara: lugares en los que los jóvenes no quieren estar, y lugares donde no nacen nuevos jóvenes. Y la razones de esto no parecen abordables y comprensibles desde el homo economicus.

Más allá del homo economicus: la biopolítica

Es evidente que el informe desea ante todo una solución que “permita graduar la entrada en el mercado del trabajo”. Por supuesto, todo está orientado a someter este estricto problema a un control del tiempo, a forjar algo así como una transición continua en la que esa revolución permanente que es el capitalismo alcance el sueño de su propia regulación. Todo para ocultar una contradicción fundamental, que ha sustituido a la contradicción marxista entre las clases. El capitalismo produce un tipo de vida social que no garantiza las políticas necesarias de población. Esto es: el capitalismo implica una biopolítica contradictoria con su propia base. Vive de la utilización de la fuerza viva de trabajo, pero genera condiciones de vida que disminuyen el número de los vivos. Por eso debe regular y ordenar el flujo de poblaciones desde zonas de capitalismo incipiente, más pobladas, a zonas de intenso capitalismo, para garantizar las condiciones de reproducción de la vida. Y para eso necesita política y Estado. Esto se ve cuando el informe exige que se produzcan inversiones en la educación de los hijos de los emigrantes. Es decir, no se trata de programas de mejora de mano de obra temporal, ni únicamente de aumentar la productividad con bajos salarios, sino de integración de emigrantes, porque la necesidad es mantener poblaciones quizás hasta llegar a un equilibrio utópico de homogeneidad mundial tendente a la reducción de seres humanos y de poblaciones envejecidas.

Regular el ritmo de entrada

Por supuesto, este horizonte es bastante lejano en el tiempo y en la realidad. Pero no deja de ser transparente que el ideal es “regular”. Toda la posibilidad del capitalismo se basa en la capacidad de regular la emigración, lo que ya dice mucho de los ideales neoliberales de desregulación. El control, más que del tiempo o de la gradualidad de la entrada, es el del ritmo de entrada. Pues el “ritmo” es la forma en que el tiempo se hace visible a las poblaciones. Lo ideal para el informe sería una coordinación internacional de política migratoria, desde luego, y ello a escala bilateral, regional o multilateral. Sólo así se regularía el ritmo de entrada, se relajarían las tensiones con el mercado interior, se mejorarían las prácticas educativas en los países de origen y se reducirían los perjuicios de la pérdida de talento. Sólo de esta forma se desplegarían las políticas redistributivas en sacrificios y beneficios que alienta la bienintencionada aspiración final del Banco. Entonces, todo podría compensarse. Las necesidades de la economía no serían cuestionadas por las malas percepciones políticas y se podría seguir el curso de la globalización sin populismos.

El valor del informe para la crítica

Cuando miramos la realidad con este informe, nos damos cuenta a la vez de su valor y de sus limitaciones. Valor, porque sin duda nos orienta en la realidad de la emigración con distancias que buscan evidencias. Esto nos permite juzgar con mayor objetividad las políticas concretas. Por ejemplo, la llevada a cabo por el Gobierno Rajoy. Que España ocupa un lugar concreto en los países de Europa Occidental se demuestra en la política migratoria. Con Rajoy ha sido todo lo obstaculizadora que ha podido. Por supuesto, Rajoy sabía que la emigración es necesaria en las sociedades avanzadas, pero sabía también que la nuestra no lo es tanto. La emigración no es necesaria cuando las políticas nacionales tratan a sus ciudadanos más desfavorecidos de tal modo que los hacen entrar en el sistema económico bajo condiciones propias de emigrantes. Para lograr esa productividad que mejoran los emigrantes, aquí se bajaron los salarios casi hasta sus estándares. Como en tantas otras cosas, la posición de Rajoy fue hacer de España un fortín de frontera.

Sin embargo, desde el poder Rajoy se dejó llevar por su minimalismo, hasta lograr que este problema no fuera visible. Ha sido el cambio de política de Sánchez, más equilibrada a la hora de conjuntar la necesidad económica de la emigración para Europa y la solidaridad española con los demás países europeos y con los emigrantes, lo que ha obligado a Casado a hacer visible este problema con expresiones inspiradas en el oportunismo y en la hipocresía. Y esto ha llevado a Rivera a no quedarse atrás, en esa competición estéril entre los dos partidos. Hipocresía porque, siendo ambos partidarios del neoliberalismo, deberían asumir una política migratoria al menos tan clara como la del Banco Mundial en este informe. Oportunismo, porque todo iba bien para ellos, mientras se dejaba enquistar este problema en su invisibilidad. Como si ese problema no tuviera que ver con España, no invirtieron en infraestructuras adecuadas, no formaron personal cualificado, no prepararon los lugares de recepción con las instalaciones debidas. En fin, operaron irresponsablemente, como si nosotros, un país de tránsito, pudiéramos escapar al primer problema mundial. Esta ceguera debería descalificarlos como gobernantes, y cuando se lee este informe del Banco Mundial se comprende el carácter completamente chapucero de nuestra derecha. Ni siquiera está en condiciones de seguir los consejos de sus instituciones de referencia.

Los límites del informe

Pero el valor del informe es limitado, porque todo él parte de la idea de que el mercado mundial rige y debe regir el mundo. En la base de su esquema, todo lo que no está atravesado por el mercado mundial no está redimido. No hay posibilidad de mantenerse al margen o parcialmente vinculado, o trazar límites. La única manera real de entrar en el mercado es incorporarse al mercado de trabajo. La globalización del comercio y de la producción, la deslocalización y la inversión no han logrado un mercado de trabajo unificado, ni homogéneo, ni global. Eso es sólo una parte. Con todo esto solo se logra producir profundas diferencias entre las poblaciones mundiales que obligan a los propios individuos a ultimar la promesa de un capitalismo mundial mediante su incorporación a un mercado que no ha llegado a ellos.

Esa incorporación genera otro mercado salvaje, desregulado, pleno de riesgos, atravesado por mafias apoyadas por gobiernos, útil para producir el espacio darwinista de la competencia, la verdadera clave del ritmo de la regulación. La política entendida como toma de decisiones para facilitar esta totalidad del mercado mundial no tiene nada que decir a estas tendencias de flujos trágicos e inhumanos, salvo reclamar su gradualidad y su ritmo para no alterar la percepción política del proceso. Por lo tanto, podemos preguntarnos si esta forma darwinista de arriesgar la vida en los mares y en los desiertos para llegar a Occidente no será la forma específica en que se logra regular el ritmo de la emigración; si no representará lo buscado de verdad tras las grandes palabras bienintencionadas; si lo que vemos todos los días en el Estrecho no será la utopía de regulación al modo neoliberal. Pues la entrada en el espacio europeo de 500 emigrantes al día (que podrían caber en un avión) no parece que sea una amenaza para las sociedades europeas, en caso de que se capilaricen de forma adecuada con el famoso “derecho de visita” kantiano. Pero entonces nos evitaríamos el sufrimiento y la indignidad.

Si esto fuera así, las manifestaciones de Casado, que reflejan la utilización de este espectáculo del Estrecho para producir alarma política, constituirían una cima del cinismo. Defendería programáticamente el modo de pensamiento neoliberal que hace necesaria la emigración, y al mismo tiempo pondría el grito en el cielo para beneficiarse políticamente de ese fenómeno necesario para sus creencias (en caso de que crea de verdad en algo), obteniendo una prima adicional del hecho de que el Gobierno del PP no hizo nada por ordenar, regular y humanizar este flujo de personas en España, ni por separar a los emigrantes de las mafias, éstas reguladas también por la ley de un siniestro mercado.

Firmado por José Luis Villacañas Berlanga.

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