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Un 6% de los escolares españoles reconoce sufrir acoso de forma habitual en sus centros educativos. Bulliyng de la mano de sus compañeros, sus ‘iguales’. El porcentaje se eleva al 14% si el acoso –en cualquiera de sus formas– ocurre algunas veces a lo largo de un mes, siendo del 3% si se trata de violencia física. Son datos recogidos por la OCDE, en el tercer volumen de su informe Pisa 2015, sobre bienestar de los estudiantes, publicado el pasado mes de abril.

Según los datos recogidos por la organización, basados en una encuesta a más de medio millón de niños y jóvenes, casi dos de cada 10 alumnos de 53 países de la organización reconoce haber sufrido cualquier tipo de abuso varias veces a lo largo de un mes. El porcentaje medio de estudiantes que sufren violencia física es del 4,3%, elevándose a casi el 11% cuando tienen que soportar acoso verbal. Basándose en distintas variables y formas de acoso, el informe también ofrece un índice de exposición al acoso o bullying. A partir de este indicador la OCDE concluye que, de forma media, el 8,9% de los estudiantes sufre acoso de forma frecuente en los 53 países pertenecientes a la organización.

La OCDE destaca que la mayor o menor incidencia del bulliyng guarda relación con el ambiente escolar y familiar de los estudiantes. Las situaciones de abuso tienden a ser menores en colegios donde los profesores tienen mejor relación con sus alumnos. También en los casos en los que los padres dan soporte y apoyo a los estudiantes. Para ello son necesarios recursos y una política publica y gubernamental que establezca estrategias para luchar contra el acoso, según señala el informe.

Además de la violencia física y verbal, las dos formas de acoso escolar más reconocibles, existen otros abusos y humillaciones igual de graves ligadas a las relaciones y el sentimiento de pertenencia: desde el ostracismo al que son sometidos niños y adolescentes en actividades grupales, a la extensión de rumores falsos por parte de otros compañeros o el rechazo y las amenazas en las aulas.

En enero de este año, la Unesco advertía en su informe Ending the Torment: Tackling bullying from the schoolyard to cyberspace de la necesidad de mejorar las políticas públicas para luchar contra el acoso. La institución ponía además el acento en los costes sociales a futuro que puede generar. Además de su consecuencia más dramática, el suicidio de algunas de las víctimas, el acoso escolar también tiene importantes consecuencias en los resultados escolares, provoca problemas de ansiedad y depresión y puede llegar a afectar al bienestar y a la vida laboral futura de las personas que lo sufren.

Otros datos publicados recientemente por la organización de Naciones Unidas estiman que cerca de 246 millones de niños en el mundo sufren algún tipo de acoso escolar al año, con porcentajes –basados en una encuesta a más de 100.000 estudiantes– que se mueven entre el 10% y el 65% en función del país.

El pasado 1 de noviembre, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte puso en marcha un teléfono de apoyo contra el acoso escolar.  Según los datos recogidos por Europa Press, hasta finales del mes de mayo la línea había recogido cerca de 15.500 llamadas, de las que casi 6.000 –más del 30%– eran posibles casos de acoso. Según informó el Ministerio, 74 casos fueron trasladados a las fuerzas del orden, además de otros 156 a la Alta Inspección educativa para su investigación.

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