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No se debe cantar, nadar, actuar, escribir o presidir un país sin dignificar el oficio. 

Acercar la silla. Colocar la botella de agua a la distancia que decida la extensión del brazo. Levantar la tapa del ordenador, abrir la hoja de texto y configurar la letra a Calibri tamaño 11. Colocarse los cascos para escuchar una lista programada de canciones. Es un proceso para vestirse de escritor de artículos que sigue la misma minuciosidad a la inversa con la que Michael Phelps se desviste al borde de la piscina. Deshacerse de los cascos de música, quitarse la sudadera con gorro, las zapatillas y el pantalón largo y abandonar el asiento mientras se ajusta gafas, gorro y bañador, que es todo lo que queda antes de tirarse al agua cuando se desviste la estética de estrella blanca del rap con la que un minuto antes se presentó en el trabajo. A la vista sólo quedan unas grandes manchas en los brazos. Parecen ser consecuencia de un remedio casero a base de copas de cristal colocadas sobre la piel, a las que se les aplica calor para reducir el dolor muscular. Lo que sea por esos brazos que le ayudarán a salir leyenda de Río de Janeiro. Leyenda que dignifica el oficio de nadar. Cuando la señal suena, el nadador desvestido de casi todo lanza sus brazos para dejarse el alma una Olimpiada más y quien se vistió de escritor de artículos alarga el suyo para darle el primero de muchos tragos a la botella de agua observando la intermitencia en la pantalla y planteándose si quizá una Arial 12 facilitaría la cadencia de tecleo. Imagínense al nadador que, al sonido delbeep, se lo pensara y se quedase viendo cómo el resto de brazos están ya mojados. Qué papelón. Cada oficio tiene sus inconvenientes.

El mes de agosto es una fecha tan buena como otra cualquiera para sufrir el síndrome de la hoja en blanco, pero en verano la física de la actualidad, aún más frívola y volátil, no ayuda. Uno se engaña dándole a la botella de agua un trago más y se dice que ya es hora de decidir el enfoque adecuado para escribir sobre la última perdiz que ha mareado el presidente del país. Un presidente que quiere seguir ejerciendo su oficio sin honor ni merecimiento. La intermitencia del ordenador se hace más lenta y pesada y la canción que suena en Youtube se hace más atractiva, no sólo ya de oír, sino de ver, para desgracia de la hoja que sigue en blanco. Como Phelps, Iván Ferreiro también ama su trabajo. Tanto que haber desarrollado en él una carrera no es suficiente y participa de las carreras del resto. Mientras Quique González arranca la canción con aquello de al arder las ramas, las estrellas ardieron también, Ferreiro no puede más y canta la parte de su compañero moviendo los labios en silencio, esperando a que llegue el momento de soltar su voz en la colaboración, como un galgo espera la puerta abierta para echar a correr. Cuando la puerta se le abre al gallego que sí ama su oficio, sus brazos adquieren, al contrario que los de Phelps, una pose de parálisis diagnosticada, porque cuando a uno le gusta lo que hace, y esto es cantar, no hay tiempo para ocuparse de brazos. Si hubiera podido los habría dejado en casa. Vidas que dejé cruzadas vienen encendiéndose y la botella de agua sobre la mesa ya por la mitad.

No es de buen gobernante esconderse, marear la perdiz, jugar con los tiempos y usar los recursos de todos como estrategia para beneficio propio. Quizá ese sea el enfoque. Trago de agua mientras en Facebook alguien actualiza y sube fotografías de la obra de teatro que este fin de semana los vecinos de Fuente Obejuna han vuelto a representar, un verano más, sin más medios que su trabajo voluntario. Cosiendo, peinando, maquillando, fabricando estructuras de madera y dedicándole horas de la primavera al texto de Lope de Vega. Este año, cosas de la crisis, ni el director era profesional. Un albañil, amante del teatro que llevaba años encarnando distintos personajes en la obra, ha tomado las riendas. Y todo ha salido bien. Que salga bien significa que un año más nadie diría que Florencia, Frondoso y compañía eran vecinos sin la carrera de arte dramático y que la historia ha funcionado. Un éxito a base de trabajo y amor al teatro y al pueblo. Un trago más de agua y me pongo con el texto. No se debe cantar, nadar, actuar, escribir o presidir un país sin dignificar el oficio. Ese será el enfoque.

Sobre el autor:

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Claudia González Romero

Periodista.

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