El Atletico de Madrid Femenino, celebrando el título de Liga, el 13 de mayo. FOTO: ALBERTO SAENZ MOLINA.
El Atletico de Madrid Femenino, celebrando el título de Liga, el 13 de mayo. FOTO: ALBERTO SAENZ MOLINA.

Ayer, 16 de mayo,  tuvo lugar un momento mágico y de justicia poética. El Atlético de Madrid ganó la Europa League. Fue además para todos los colchoneros un momento para el recuerdo, Fernando Torres, “el niño” jugaba su penúltimo partido de rojiblanco y nunca antes había conseguido un título con el equipo.

Cómo colchonera lo disfruté y celebré con mucho gusto. Sin embargo pensé en sus compañeras del equipo femenino que habían ganado la Liga unos días antes por segundo año consecutivo, lejos de los focos.

No deja de sorprenderme ese poco interés que despiertan los equipos femeninos o las deportistas. Como si ellas no marcaran goles como sus compañeros hombres. Como si para ellas fuera fácil nacer mujer y elegir ser deportista en lugar de cualquier otra profesión más amable para ellas.

La lucha por la mujer en conquistar espacios que han sido históricamente de hombres sigue presente a estas alturas del partido y el juez de línea no ha sacado tarjeta roja al machismo.

Las mujeres deportistas tienen las mismas condiciones físicas para poder realizar un espectáculo-deporte de gran calidad, pero se da por hecho que no es así. Que son más débiles, que ellas no han sido gestadas para eso. Pareciera que ninguna mujer pudiera tener los gemelos de Roberto Carlos y los abdominales de Cristiano Ronaldo –aunque sí sus hijos. Sin embargo, ellas entrenan y pelean cada día como sus compañeros. Y ganan ligas también. Y se lesionan, porque también tienen piernas, ¡oh sorpresa! Igual que los hombres.

Muchas tienen que decidir entre su maternidad y su carrera, como en otros tantos trabajos –no como Cristiano Ronaldo. Eligen su carrera, pero con poco reconocimiento. Lo que importa es lo que ganen y conquisten los hombres, a ellas le dejan jugar, al menos no se lo prohíben, eso sí.  Pero lo que no se nombra no existe y está condenado al olvido y a una tercera división permanente.

En el patio de colegio los niños juegan al fútbol y las que se atreven a plantar cara son marimachos o chicotes. Ese no es su espacio del recreo, ese está reservado. Es el que estará reservado para el resto de su vida al menos en las grandes pantallas, en el dinero que se mueve y en la gran expectación. Una de mis mejores amigas era una de esas marimachos que tenía la valentía de tomar esa parte del patio que no le correspondía. Años después ganaría la liga con la Universidad Complutense y, a día de hoy, sigue practicando todo tipo de deportes.

Nosotras somos buenas desfilando, cogiendo teléfonos, poniendo cafés y limpiando caca de bebé. Nos lo dejan claro desde el comienzo, ¿por qué iban a creer en nosotras más tarde?

El rival más grande para las deportistas es el machismo. Tengan claro que si las mujeres en el campo de fútbol movieran más dinero, si por ejemplo jugaran en ropa interior o con minifaldas –como en tenis, volley y otros deportes– su Messi y su Cristiano estarían en el banquillo del olvido comiendo pipas. El fútbol por desgracia se ha convertido en un entretenimiento que mueve millones y a veces, por desgracia, es más espectáculo que deporte, especialmente en los tabloides sensacionalistas y madridistas que son casi todos. En estos medios, véase el Marca o el As, apenas aparecen noticias relacionadas con los méritos deportivos de la mujer, si acaso con los méritos de crianza de los retoños de sus maridos deportistas y en las últimas páginas mujeres posando semidesnudas.

Además de estar lejos de los focos, cobran mucha menos pasta y tienen cláusulas antiembarazo y no se contratan apenas entrenadoras mujeres. “El fútbol es cosa de hombres” hemos escuchado desde pequeñas. Y algunas nos lo hemos creído.

Cuando una mujer salta al terreno de juego, y no es mujer de ninguno de los futbolistas varones, es persona non grata. Aún recuerdo hace unos años en el Vicente Calderón cuando salió una mujer camillera a atender a un futbolista herido. El público le lanzó todo tipo de improperios, insultos y bromas machistas, que de bromas tenían más bien poco. Además, se rieron de ella por su peso y por sus grandes pechos que al ir corriendo eran más evidentes. Puede parecer una simple anécdota sin importancia, pero recuerdo ese momento como algo muy denigrante para la mujer.

Así que sí. Estoy muy contenta por la victoria de mi Atleti en la Europa League, pero también lo estoy por las mujeres que han ganado la Liga. Campeonas, oe.

Firmado por Anita Botwin. Pincha aquí para ir al artículo original. 

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