En Jerez de la Frontera existe un equilibrio, en cuanto a la proliferación de tabancos (bares) y borrachos. Por ahora, parece que no hay ningún peligro de su extinción, algo que me alivia al no tener yo mayores preocupaciones.

Son nuestros actos los que deciden si podemos dormir cuando caiga la noche. El aislamiento es un privilegio: si usted puede quedarse en su casa y aguantar este terremoto, es un privilegiado, hay mucha gente que no está en su misma posición. Quizá es cierto eso de que la gente cambia según las circunstancias. Te das cuenta de la gran capacidad que tiene el ser humano de adaptarse a las cosas, y de un sitio pequeño haces un sitio grande.

Soy un viejo a abatir, me encuentro dentro de la lista negra del “Nuevo Orden Mundial” y su “Reducción de la población”. ¡Que se jodan! Que les den por su ojuelo más un vaso de aceite de resino en ayunas.

La ciencia sabía que iba a ocurrir. Los Gobiernos sabían que podía ocurrir, pero no se molestaron en prepararse. Hemos inflado la importancia de la política en nuestras vidas. La mayoría de las cosas que afectan a nuestra propia felicidad no tienen nada que ver con ella. Nuestras vidas son mucho más ricas de lo que mucha palabrería política sugiriere.

Las ovejas en el rebaño piensan que el pastor las quiere, las ama, y vela por ellas porque las saca a pasear, las alimenta y hasta les pone un perro como policía que las cuide, supuestamente de los depredadores y “todo mal”. Las ovejas se enternecen pensando en su pastor, hasta que las lleva al matadero. Es el instante cuando se horrorizan de la realidad que les espera, a la par su mundo, a tope de creencias, se derrumba.

Dicen que los pollos son felices en el gallinero, lugar en donde no tienen que preocuparse de nada, están calentitos, abastecidos de suficientes piensos y agua. Mientras engordan o ponen huevos, creen a pie juntillas (léase a patas juntillas) que son seres queridos por sus cuidadores. Un día, por motivos económicos, sus amorosos cuidadores les dan fin, sin haberse enterado nada de nada.

En la granja porcina, los guarros se multiplican y retozan plácidamente llevados por una vida porcina feliz que el granjero les ha establecido. Cuando menos se lo esperan, un camión les conduce al matadero. Los más listos descubren su destino, son los menos. No pueden hacer nada, en el matadero sufren el mazazo del miedo y de la muerte.

El Ser Humano, no es diferente a los animales anteriormente nombrados, ahora, en estos tiempos cuando se fallece solos, alejado de los propios, llenos de pánico, repletos de trolas religiosas infinitamente contadas e infamemente repetidas; en el “Transito”, no es raro desorientarnos, o extraviarnos en planos intermedios de existencia.

El “Miedo” programado hace estragos y entorpece el proceso irremediable llamado “Muerte”. Ni pajarera “idea” tenemos de la Vida que es multidimensional y, no una sola. En la provincia de Cádiz, el aumento de apariciones de seres recientemente fallecidos, durante la pandemia del coronavirus, es apabullante. Estamos dentro de una película de zombis con fondo musical del “Baile de los vampiros” orquestada por Polanski.

Si usted prefiere seguir amando y adorando a su pastor o granjero, es cosa suya, tarde o temprano le dará matarile. Yo, continúo mejor, discerniendo sobre el mundo existencial de los tabancos jerezanos. Esto va para largo.

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Eduardo Arboleda Ballén

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