(Hacer) La Pascua Cristiana

España y Europa, inmigración. Personas migrantes atendidas por personal de Cruz Roja, en Cádiz.
España y Europa, inmigración. Personas migrantes atendidas por personal de Cruz Roja, en Cádiz. MANU GARCÍA

Nos olvidamos de que, ese al que veneramos encima de un paso o un trono, nos dijo aquello de dar de beber al sediento y de comer al hambriento. 

Se nos fue la Semana Santa dejando en el aire el aroma a incienso, azahar, cera derretida y el retumbar de tambores. De nuevo, semana de sinsabores, de brillantez y alegría en los días donde el sol acompañó los cortejos procesionales y de tristeza y desolación para aquellos que las lluvias impidieron hacer estación de penitencia o dificultó su normal recorrido.

Pero fuera del espectáculo propio, la tradición y la cultura de nuestro pueblo, no pasa un año sin que uno se pregunte por qué la piedad cristiana se mueve a golpe de calendario. Concretamente, en Navidad y Semana Santa, donde adquirimos cotas de espiritualidad que luego somos incapaces de mantener el resto del año.

No han pasado siquiera unos días y ya nos golpea de nuevo la tragedia de los inmigrantes que fallecen en el Estrecho tratando de alcanzar nuestras costas para procurarse, no ya una vida mejor, sino al menos la oportunidad de no morir en la miseria… de sobrevivir, o siquiera intentarlo. Y ante esta tragedia humana, ante este pozo sin fondo que se lleva al cabo del año cientos de vidas apenas a unos kilómetros de la comodidad de nuestros hogares, no somos capaces de dedicar las mismas lágrimas que días antes hemos derramado emocionados viendo procesionar a los titulares de nuestros amores y devociones.

Pido perdón de antemano a quien se sienta ofendido por lo que voy a decir, pero no entiendo la piedad cristiana y la devoción a una figura, a un trozo de madera (bendecida, eso sí), y la falta de sensibilidad por el contrario ante la muerte, ante el hambre, ante la guerra… Nos olvidamos de que, ese al que veneramos encima de un paso o un trono, nos dijo aquello de dar de beber al sediento y de comer al hambriento. Y seguramente, si volviera a caminar por la Tierra, sería él quien derramaría lágrimas al ver que no hemos entendido una mierda su mensaje.

Nos hemos vuelto insensibles al dolor del prójimo, al sufrimiento. Eso sí… que no le falte un clavel a nuestra Virgen o una vela a nuestro Cristo. Se han confundido y tergiversado los valores del cristianismo. Y no solo eso. En la misma mesa se sientan creyentes y no creyentes que debieran tener las mismas preocupaciones comunes ante el vecino necesitado, y sin embargo aprovechan estas fechas para lanzarse el puré a los ojos los unos a los otros, como dos críos irreconciliables.

¿Cuándo cambió de sentido la frase “hacer la Pascua”? Quizá debiéramos hacérnoslo mirar todos. Porque entre todos hemos creado esta cultura del postureo, de la hipocresía, de la indolencia y de ponernos de perfil ante las necesidades de quienes nos rodean.

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Jorge Miró

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