Una familia que lleva 20 años endulzando infancias

José Zambrano es el fundador de Zamba, una compañía de golosinas en la que trabajan su mujer Ángeles y sus hijos Yaiza y José Ángel, que fabrica 16 millones de productos cada año que vende en seis países

José Ángel, Yaiza y José Zambrano, en las instalaciones de Zamba.
José Ángel, Yaiza y José Zambrano, en las instalaciones de Zamba. MANU GARCÍA

José Zambrano asegura que por sus venas no corre sangre, sino golosina líquida. Su vida gira en torno a los líquidos que tiene en su fábrica, que luego se convierten en chucherías. Botellitas de refresco, polos flash, piruletas… de todo tipo de sabores y colores. Con catorce años empezó en el mundillo, aunque hace casi dos décadas que regenta su propia empresa, Zamba, en la que ahora trabaja su familia, su mujer y sus dos hijos. “Lo llevo en las venas”, insiste.

Zambrano es el propietario de la que considera “una de las mejores fábricas del país” de este tipo de productos, que hacen desde la Ciudad del Transporte situada junto a la Entidad Local Autónoma (ELA) de Guadalcacín, en Jerez. Cada año, más de 1.500 palés, cada uno de ellos con 130 cajas de productos, salen de las naves que ocupan, unas 200.000 cajas y más de 16 millones de piruletas, polos flash o gelatinas, de las marcas Zamba, Zampi y Flequi —en honor al apodo de su fundador—.

José Zambrano supervisa todo el proceso, Ángeles Zarzuela, su mujer, es la encargada de las mezclas —“hemos mantenido una calidad buenísima”—, y entre Yaiza y José Ángel Zambrano, sus hijos, se reparten la gestión de las cuentas, las labores administrativas, los repartos y las labores de almacén, aunque “somos uno para todo”, cuentan. “Somos muy innovadores, siempre estamos buscando cómo mejorar”, dice la mayor de los hermanos Zambrano. Entre ellos y otros cinco empleados sacan adelante el trabajo, aunque entre febrero y agosto, la época de mayor producción, la plantilla supera la veintena.

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José Zambrano, propietario de Zamba, en las instalaciones de la empresa. Autor: Manu García

El secreto, cuenta José, es “echarle mucho cariño y muchas horas”. Antes de abrir su propio negocio, estuvo trabajando en una fábrica de gelatina, pero “no estaba de acuerdo con cómo se llevaba la empresa” y se fue a Lanzarote, a trabajar como peón de albañil en una obra donde su padre era el encargado. Eso sí, sin perder de vista su objetivo: “Nada más llegar le dije al oficinista que me enseñara a llevar números”, con la idea de abrir su empresa, que creó en 2002.

“No salimos del líquido, flash congelado, botellitas, gelatina...", relata José, quien nada más volver de Lanzarote, con los ahorros que consiguió, alquiló una nave y adquirió máquinas para elaborar estos productos, primigeniamente, en la Hijuela del Membrillar. En esas instalaciones fue donde los pequeños, por aquel entonces, Yaiza y José Ángel, se fueron enganchando, sin saberlo, al mundillo. Yaiza, que estudió Enfermería, se dio cuenta a mitad de la carrera de que se aburría y, poco a poco, fue derivando su carrera profesional hacia la empresa familiar. "Recuerdo hacer los deberes en la fábrica y, al terminar, sellar botes de gelatina o meter botellitas en la máquina", relata. 

"Todo lo que tenemos es gracias a la empresa, al trabajo de mi padre y luego de mi madre", expresa la mayor de los hermanos Zambrano. "Esto nos gusta, el proceso de fabricación, la ilusión que se le pone a cada producto... Para que guste hay que pasar por muchas etapas y procesos", dice. Pero su familia forma "un buen equipo". El pequeño, José Ángel, está estudiando para ser profesor de Educación Primaria, aunque se ve en la empresa por muchos años. "Estoy aprendiendo a llevarla como lo hace mi padre", asegura. Entre sus estudios y su carrera futbolística —ha llegado a competir de forma semiprofesional— no le ha dedicado todo el tiempo que le hubiese gustado. "De pequeño nos lo tomábamos como un juego", dice, pero ahora es su modo de vida y su futuro. 

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Yaiza, José y José Ángel, en la zona de fabricación. Autor: Manu García
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Algunos productos de Zamba. Autor: Manu García

Los productos de Zamba se venden en todas las provincias españolas y en otros cinco países, Francia, Portugal, Italia, Marruecos y Lituania. "Uno parece que no es profeta en su tierra, porque tienen más aceptación fuera que aquí", dice José. Una vez, llegó una foto de un vecino de Guadalcacín comiéndose una de sus gelatinas en la Fontana di Trevi de Roma. "No hubiéramos sido nosotros si no tuviéramos los clientes que tenemos", señala el fundador de la marca, que trabaja con grandes empresas del sector, como Vidal, Tosfrit, Churruca o Fiesta.

A sus 58 años, José sigue teniendo "algo de niño" y, antes de comercializarlos, prueba todos sus productos. "Yo le doy el visto bueno", confirma. Hace años, probaba también con los más pequeños. "Cuando mi hijo empezó en la escuela de futbol llevaba los productos para que los probaran y me fijaba en sus caras". No pudo tener mejor control de calidad, que se ha "mantenido". "La que hace los líquidos es mi mujer —Ángeles Zarzuela—, añadimos sabores pero la calidad sigue siendo muy buena".

"Lo poco o mucho que tengamos lo hemos trabajado", dice José Zambrano, quien ha inculcado a sus hijos que "antes de nada está el trabajo", Bueno, rectifica: "Ser buena persona y después el trabajo". Zamba también tiene su parte solidaria, ya que ha realizado varias donaciones —la última al centro operativo municipal que opera desde el polideportivo Kiko Narváez—, aunque también con varias Cáritas, y hasta puso a disposición sus instalaciones para fabricar gel hidroalcohólico durante la pandemia. "Colaboramos lo que podemos", agrega. Para acabar, quiere hacerlo con una reivindicación: "Desde parto una lanza a favor de los empresarios de pequeñas y medianas empresas, y más este año, hay pocos que no se estén trabajando mucho para sacarlas adelante". 

Sobre el autor:

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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