Ángel Rodríguez Castillo, actual encargado de la mítica Papelería Consistorio, narra los primeros pasos de su padre, que abrió su primera tienda en la esquina entre Consistorio y Latorre hace 63 años, y cuenta cómo ha sorteado la crisis en un sector en declive.

Cuando Pablo Rodríguez Melero falleció en 2005, un íntimo amigo suyo se acercó a su hijo, Ángel Rodríguez, y le musitó: "Ha muerto el último papelero". Se llevó detrás del mostrador de la Papelería Consistorio hasta los 85 años de edad. "Todavía algún que otro cliente lo recuerda. Mi padre era muy simpático y muy amable con ellos", incide Ángel, el tercero de sus cuatro hijos y actual encargado de la mítica papelería ubicada en la plaza de la Yerba. Según cuenta, su padre fue un trabajador incansable que ni en domingo paraba. De joven estuvo como encargado en la papelería Justo Martínez, que en los años cincuenta se encontraba en calle Algarve. "Pero se enteró que esta iba a cerrar y empezó a formarse de ATS en el nocturno del IES Padre Luis Coloma". De allí se matriculó en Cádiz, donde se sacó la titulación. Ángel desconoce si su padre llegó a ser practicante o no, pero este acercamiento con las Ciencias de la Salud promovió que tres de sus hijos quisiesen estudiar Medicina. 

"Para mi padre, la finalidad de la tienda era que nosotros tuviésemos una carrera", sonríe Ángel, que relata que su padre decidió abrir su propia papelería en un pequeño local, en la esquina entre calle Latorre y Consistorio, de ahí que la bautizara como tal. "¿Por qué la abrió? En Justo Martínez siempre preguntaban por él. ¿Dónde está Pablo? ¡Aquí!, decía ahora desde su papelería". Por aquella época, las papelerías poblaban el centro de la ciudad y en una misma calle podían haber dos o incluso tres. Muchos recordarán La Andaluza, papelería que llegó una vez que Justo Martínez bajara las persianas; Papelería Técnica, también en calle Algarve; Tipografía Salido en plaza Plateros, o la Papelería Hurtado, que fue la primera en instaurar una imprenta en su establecimiento y que luego pasó a llamarse Papelería 3. No obstante, todas ellas cerraron y hoy solo sobrevive Papelería Consistorio. ¿La clave? La gran cartera de clientes que consiguió conformar Pablo Rodríguez.
"Mi padre abastecía a muchísimas empresas como por ejemplo a Central Lechera, y algunas que incluso se han extinguido como Vicasa, la antigua fábrica de botellas, o a Hacienda, que estaba justo enfrente de su tienda". Pero tiene presente que el primer cliente que entró en Papelería Consistorio fue el Consejo Regulador. Desde entonces, Pablo Rodríguez se convirtió en el papelero de muchos comercios y particulares. Bolígrafos, hojas, lápices, sellos, archivadores, libros de contabilidad... Con tanto material, varios años después apostó por abrir un almacén en la calle Amargura, desde donde más tarde también empezó a vender juguetes en Navidades, según cuenta Ángel. Y ya, a finales de los sesenta, algunos clientes le aconsejaron que buscase un local más grande. Tampoco lo buscó muy lejos. A escasos metros, una extensa fachada llamó su atención y la alquiló. Así que no le hizo falta ni rebautizar la tienda. 

¿Qué pasó con aquel pequeño local entre Consistorio y Latorre?  "Con lo que pago aquí, yo no suelto el local", se dijo a sí mismo. Y Ángel Rodríguez dice que decidió crear la primera tienda de revelado de fotografías, conocida como Foto Jerez. Lo que le llevó a que su negocio no fuese únicamente de carácter familiar ya que Pablo Rodríguez empleó a varias personas en la tienda de fotografía analógica. Su hijo desconoce cuándo echó el cerrojazo de dicho comercio, pero aclara que "cerró en su momento". "La gente se acercaba ya con sus cámaras digitales. Y se acabó lo analógico". Si bien el mundo digital devoró Foto Jerez y la gran mayoría de papelerías del casco histórico, Papelería Consistorio no solo sorteó esta gran ola, sino que además se atrevió a abrir una nueva tienda —ubicada en calle Isabelita Ruiz— en el año 2012, con la mal llamada crisis al cuello. Hace cinco años que Ángel Rodríguez y su hermano pequeño se aventuraron a inaugurar la segunda tienda del legado de su padre. "Quisimos dar un paso adelante dentro de la crisis", confiesa el tercero de la familia Rodríguez Castillo. Y comparte que ambos negocios tienen prácticamente las mismas dimensiones. Y es que a simple vista el tamaño del establecimiento que está en la plaza de la Yerba despista. Pero más allá de la columna y de la multitud de estanterías, se encuentran numerosos metros repletos de material escolar, rollos de papel, talonarios, cartulinas, columnas de folios, lápices de tonos flúor, o por qué no, una guillotina de 1979 que Pablo Rodríguez consiguió a través del Ayuntamiento de Jerez. El actual propietario de la papelería le quita un poco de polvo y mueve la manivela. "Está perfecta", murmura con nostalgia mientras la toquetea. "En aquella época no existía ninguna en otra papelería, y es que incluso los papeleros venían aquí a pegar el corte a cualquier cosa", ríe. 

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Claudia González Romero

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