Maquinilla en mano, apura los últimos cortes para el degradado. Una vez que termina, deja la herramienta en su mesa —siempre bien colocada— y coge peine y tijeras. Repite este proceso todas las veces que haga falta, el acabado tiene que ser perfecto. Antes de terminar, incrusta el reposacabezas en la butaca y la reclina. Agarra la navaja y comienza a sonar el leve silbido que produce la cuchilla cuando entra en contacto con el vello. Limpia todo con el secador, espolvorea un talco blanco con la brocha sobre el cuello y se embadurna de cera para finalizar su trabajo, su obra. Y es que Borja Sánchez Prieto (Jerez, 1988), para muchos "el mejor barbero" de la provincia, se toma su profesión como un arte. Es minucioso y le dedica el tiempo que sea necesario. "Cada cabeza es un mundo. Tienes que poner de tu parte y que el cliente se sienta bien. Tienes que hacerlo lo mejor que puedas". Pero ante todo, Borja es un buscavidas. Confiesa que jamás pensó en dedicarse a la peluquería, pero que la vida le ha llevado a ello.

Creció en el Polígono de San Benito, barrio donde empezó a hacer sus primeros cortes. "Todo esto empezó por un hobby. Nunca salía contento de las peluquerías a las que iba. Siempre me sentía insatisfecho. El único interés que tenían ellos era pelarte y despacharte rápido". Frustrado porque nunca mimaban su cabello, Borja, con tan solo 14 años, se compró su primera maquinilla y empezó a pelarse él mismo. Fue entonces cuando los niños del vecindario le preguntaron a qué peluquería iba. Cuando Borja destapó su secreto, los jóvenes hicieron cola en su casa para que este les cortara el pelo.

Cuenta que, con 17, consiguió su primer trabajo en una cerrajería de la ciudad. Por las mañanas trabajaba, "echaba mi peoná", y por las tarde hacía de peluquero. Pero al año, en 2006, le dejan parado. Al poco tiempo encontró otro, pero la lista de clientes de su peluquería móvil fue creciendo. "Tenía que buscarme la vida y adonde me llamaban, yo iba". Hombres de Chipiona, Puerto Real, San José del Valle, Arcos, o incluso marinos de la base de Rota, requerían de su maestría para cuidar de sus cabelleras. "Uno de los marinos me dijo que era muy raro que un blanco supiera cortarle el pelo, incluso se pensaban que yo era latino. Ahí fue cuando me di cuenta de que yo estaba haciendo algo bueno". Aun así, entre tango halago, Borja siguió pensando que profesionalizar su hobby no estaba a su alcance.Quiso mejorar y aprender el oficio en alguna academia, pero dice que estaba tan solicitado que no tenía tiempo para descansar y formarse. Sin embargo, tampoco le gustaba cómo estaban enfocados los cursos de peluquería. "Me decían que tenía que aprender a pelar a caballeros y señoras, y yo solo quería caballeros". Recuerda que comenzó el boom de las barberías, "pero era todo muy clásico, muy gentleman, y a mí eso no me gustaba, quería algo más de mi estilo", algo más underground. En 2012 Borja se va de vacaciones con su mujer a Nueva York, donde se enamora de todas las barberías que contempla por la gran manzana.

Regresó a Jerez con más fuerza y decidido a dar el paso en su carrera profesional como barbero. Y al año siguiente, en 2013, unos amigos suyos montan un estudio de tatuaje y le arrendan un espacio dentro del local, en Tatoo & Barber South Side 11408. "Yo ni me lo creía", incide con los ojos bien abiertos. Hace cuatro años no existía nada igual, "no había nada parecido en Jerez". Y si antes él era el que se desplazaba por toda la provincia, ahora eran ellos los que acudían a él.

Estuvo trabajando allí durante tres años hasta que decidió volar solo y en marzo de 2016 abrió The Barber Shop Bcutzz en un rinconcito de la Avenida de Arcos. Aunque el local no está a la vista y tampoco tiene rótulo, su clientela no se pierde. "La localización da igual, la gente sabe encontrarlo, y además siempre tienes que coger cita con antelación de una semana", destaca Alfredo mientras se deja mimar por los cuidados capilares de Borja.

"Él es el mejor barbero que hay aquí con diferencia", asegura Alfredo, palabras que reafirman otros dos clientes que aguardan en el sofá de la barbería. "Lo conozco desde hace dos años y desde entonces vengo una vez al mes", añade. Alfredo comenta que estuvo buscando por la ciudad a algún barbero que supiese recortar y no trasquilar una espesa barba, pero que lo único que sabían hacer era afeitarle y nada más. Un día vio un peinado moderno tipo americano a un amigo y le preguntó quién le había pelado. Desde entonces, Alfredo y Borja son más que cliente y barbero, son amigos."Lo mejor que hay es el trato que tiene contigo, entablas una amistad con él... Sales de aquí pelao y te llevas a un amigo", ríe Alfredo al tiempo en que se levanta de la silla listo para marcharse. Luego se despide con un abrazo y un "¡Brother!". Clientela no le falta y a pesar de que se puede llevar una hora con uno, los próximos esperan y no rechistan. Saben que tendrán el mismo trato. "Él se merece su tiempecito para pelarle exactamente como él quiere", musita Borja. Tampoco le hizo falta invertir en publicidad para engrosar su agenda. "No tengo flyers ni nada. Eres tú el que tiene que ver el trabajo que yo realizo".

Y es que sus obras de arte son móviles y todo aquel que las contempla, habitualmente, suele preguntar por ellas. "A Juanje —señala a un cliente que reposa en el sofá—, un día que salió de aquí, paró en La Barca y un hombre que no conocía de nada le preguntó por su peinado", rie el barbero jerezano. Juanje es natural de San José del Valle y viene a Jerez expresamente para que Borja le corte el pelo como a él le gusta. "Mi único interés es que él salga de aquí contento y pasar un ratito agradable".

Junto a su enorme espejo tiene colgados dos certificados, uno lo consiguió durante una masterclass de barbería en Sevilla, y el otro a través de una encuesta online de una academia estadounidense. Borja se ríe, poca cosa, dice. Y es que realmente su oficio lo ha aprendido a base de probar y de mucho esfuerzo. Cuenta que si se ponía algún vídeo en Youtube sobre barberos americanos solo era para ver las maquinillas y hacerse con ellas en el mercado. "Todo esto surge realmente de mi afán por mejorar aquello que no conseguían hacer bien conmigo".

En 2015 le animaron para que participase en el concurso de una marca de productos, en la II Raywell Cup, que se celebraba en Córdoba. Allí se enfrentó a otros 30 barberos que en 45 minutos tenían que hacer algo creativo en la cabeza del modelo que cada uno llevase. "Hice la cara de un búho y la cosa salió bien". Borja quedó en segunda posición y recibió el reconocimiento de muchos del gremio. Y es que además de cortes, también hace dibujos, rayas y tribales en el cabello. "Quiero avanzar, ser mejor persona, porque creo que todos podemos seguir creciendo".De carácter humilde, Borja trabaja y cobra como a él le gustarían que le trataran. Pero para él lo más grande de su trabajo es cambiar el rostro y la actitud de las personas que se sientan en su sillón, sillón que compró en un anticuario y que reformó y pintó junto a su padre. "Es como si yo tuviera algo que ver en su bienestar, en su satisfacción...", dice mientras se le ilumina la cara. Admite que se ha planteado ir a Florida (EEUU) para ver cómo trabajan allí, pero que para nada piensa quedarse a vivir al otro lado del charco. Avanzar, crecer, mejorar... ese es ahora el principal objetivo de Borja.

Sobre el autor:

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Claudia González Romero

Periodista.

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