Para los peques, cruzar el portón azul, que data del siglo XVIII, es entrar en un castillo donde la magia existe a través del papel. Cuando en 2008, Julia Gómez (Jerez, 1979), en plena crisis económica, decidió abrir su librería infantil y juvenil en la señera plaza San Andrés de su ciudad natal, creó su propia leyenda. Quiso que su librería, El árbol de las palabras, se convirtiera en un fuerte donde los niños son los protagonistas de las mil y una aventuras que les depara la literatura. "Aquí les damos su sitio. Muchas veces anulamos a los pequeños porque pensamos que son tontos, y no. Son niños, ellos necesitan su espacio y ser escuchados", defiende la librera jerezana, que en la década que lleva dirigiendo su castillo ha criado a más de uno. "Hay niños que venían con 3 años y que ahora, con 13, siguen viniendo".

Si bien Julia apostó por este sector específico del libro, no fue por desmarcarse de los demás establecimientos de la ciudad, sino porque se enamoró de la literatura, gracias a esta vertiente. "Soy más fantasiosa", ríe. Confiesa que de pequeña no era muy lectora porque no llegó a encontrar ese libro que la enganchara de chica y que siempre "he estado en la búsqueda de ser buena lectora". ¿Pero entonces, por qué monta una librería? Relata que la pasión que le transmitieron dos profesoras de Historia y de Historia del Arte (Esther, del colegio Nuestra Señora del Pilar; y Laura, del Virgen del Perpetuo Socorro), marcaron su pasión y su entrada en la carrera de Historia del Arte, en la Universidad de Sevilla. Una vez con el título y afincada en la capital andaluza, Julia empezó a trabajar en Rayuela, una librería infantil. "Miguel y Lola —propietarios de Rayuela— fueron los que me transmitieron esa pasión por la literatura y los que me mostraron esos libros con los que me di cuenta de que me encantaba la literatura infantil. Fue cuando comencé a pararme y a saborear las palabras", expresa.

Y con menos de un año como librera, regresó a su ciudad natal para abrir su propio negocio. "Lo monté cuando empezaron a cerrar negocios en el centro de Jerez", pronuncia asustada como si volviera atrás en el tiempo. Destaca que tuvo mucho apoyo familiar; y es que algunos de los muebles que hay por el local eran de sus padres, o como el sillón rosa y blanco de cuadros que hay junto a la chimenea, que era de su abuela. "Todo lo que hay en la tienda es muy personal", sonríe. Decorada con mucha fantasía y repleta de colores, Julia estrenó su negocio organizando rutas por el interior de su fortaleza para que los niños se familiarizaran con las librerías locales: "Algunos, que solo habían pisado las grandes superficies, no habían visto una librería en su vida". "Y también hay que enseñarles a cuidar los libros, que estos sienten y padecen", añade.

"Algunos —niños—, que solo habían pisado las grandes superficies, no habían visto una librería en su vida"

Así, haciendo vínculos con diferentes centros educativos de la ciudad, Julia continuó innovando con el objetivo de ser, más allá de una tienda, un centro cultural. "Estamos siempre reinventándonos, que creo que ese es el secreto del autónomo". En los diez años de existencia de El árbol de las palabras, la librera jerezana ha organizado cuentacuentos, talleres, yinkanas, colaboraciones con el CEP de Jerez, y conferencias de escritores, educadores, ilustradores y narradores orales en colegios, escuelas de padres, guarderías, en la Universidad de Cádiz y en su propio local. Además, alberga un gran abanico de autores y temáticas, desde material para niños con altas capacidades o con autismo, hasta libros que tratan las nuevas masculinidades o muestran "mujeres que luchan y que no son tan princesas".

A su librería acuden padres, abuelos, jóvenes y muchos docentes. "Los profesores que vienen están muy concienciados con la educación y con la intención de reciclarse. Llegan buscando material innovador, apuestan por la innovación en la educación desde las aulas. Y sobre todo de forma lúdica, porque se están dando cuenta de que desde el bienestar emocional de los críos, se puede conseguir un mayor aprendizaje", explica. Julia aboga por la individualidad en el proceso lector, ya que cada uno es distinto. "¿Quién es mal o buen lector? ¿Tiene algo que ver la cantidad de libros a la calidad? Lo importante es que cada uno disfrute con cada libro que ha leído". Del mismo modo, también defiende que hay cambiar la forma educativa de acercar la literatura a los niños: "Tiene que ser un proceso más natural. Los niños tienen que aprender a elegir, aunque tampoco hay que olvidar que son niños y que necesitan que les eduquen".

En 2017 la "librería de Julia", como la llaman muchos pequeños, ha sido la mejor empresa en los III Premios Con Los Peques por "crear un espacio diferente donde pequeños y mayores encuentran la magia y el placer de la lectura, mediante una cuidada selección de libros y material de apoyo, dando un trato concreto y personalizado". Julia, ante tal galardón, manifiesta que "es un reconocimiento por la confianza que depositan en nosotros y por la concienciación que hay —en general— de acercarse a los libros de otra manera". Emocionada, Julia se siente satisfecha por estos diez años en los que su pequeña gran librería infantil y juvenil se ha convertido en "un espacio generador de cultura".

Sobre el autor:

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Claudia González Romero

Periodista.

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