Una ensalada con achicoria, crepe de malva, pizza con verdolaga, magdalenas de ortiga, paté de cenizo, queso de almendras a la tulbaghia o cerveza con diente de león. Son algunas de las recetas que se pueden hacer con estas plantas multifuncionales, que en muchos casos son malas hierbas, fáciles de cultivar y mantener y con numerosos usos medicinales o comestibles. “Hace 100 años se consumían, ahora se comen las mismas 30 especies vegetales”, explica María José Ramírez, miembro de Ecoherencia, una cooperativa sin ánimo de lucro que ha editado un libro que pretende cambiar los hábitos de consumo y arrojar luz sobre los usos de estas plantas.

Por una de esas recetas, de las 20 que incluye el libro, llamado Plantas Multifuncionales: Guía de usos, cultivo y recetas, hasta han obtenido un premio de un concurso de cocina comprometida con el clima organizado por Ecodes, la Fundación Ecología y Desarrollo. El queso hecho con tulbaghia, que es una planta perenne originaria de África, se llevó el galardón en la categoría de cocina amateur. “La llaman el ajo social, porque ni se repite ni deja mal olor en la boca”, explica María José, que cuenta que llevaban desde 2012 investigando para acabar publicando el libro.

“De plantas multifuncionales ya hicimos un dossier, pero era menos ambicioso, cuando vimos todo el material que teníamos decidimos reunirlo en un libro”, señala. María Vela es la coordinadora del área de agroecología de Ecoherencia y fue en un viaje a Brasil cuando descubrió los usos de algunas malas hierbas, y decidió investigar sobre los de algunas originarias de esta zona.Ahora mismo están centrados en el trabajo de difusión entre agricultores y pretenden que alguna Escuela de Hostelería empiece a adquirir estas plantas para que aquellos que se decidan a cultivarlas tengan donde derivarlas. Eso sí, María José avisa: “Las plantas deben cogerse de lugares que conozcamos su historia, para que no tengan metales pesados, antes de probarlas hay que hacer una prueba de comestibilidad”.

Con Ecoherencia, sus cuatro miembros, María José Ramírez –educación ambiental–, María Vela –agroecología y permacultura–, Alberto Jiménez –investigación y divulgación– y Patricia García –restauración ecológica–, pretenden “sembrar resiliencia”. ¿Eso qué significa? “La resiliencia es la capacidad del sistema de sobreponerse a la adversidad y salir fortalecido”, explica María José, que señala que quieren “promover cambios de hábito hacia rutinas más sostenibles”. Desde el triángulo que forman Jerez, Málaga y Madrid, las ciudades donde viven los miembros de la cooperativa, realizan talleres y cursos en casi toda España.

Estos cuatro licenciados en Ciencias Ambientales, que se conocieron cursando un máster en Restauración de Ecosistemas, explican que el nombre de la cooperativa tiene un doble significado. “Eco significa hogar, por lo que abogamos por cuidar de ese hogar de forma coherente para dejarlo en herencia en buenas condiciones”, señala María José, que añade: “Debemos ser conscientes de la responsabilidad de cada uno, vamos a intentar cambiar eso”.

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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