Las vidrieras de la Catedral de Sevilla: cinco siglos de historia y maestría

Un recorrido por las 138 vidrieras que narran cinco siglos de arte, técnica y espiritualidad en la Catedral hispalense

Vidriera de la Anunciación.
14 de julio de 2025 a las 11:35h

Las vidrieras de la Catedral de Sevilla forman uno de los conjuntos más completos y mejor conservados de toda España. Las 138 piezas que aún se conservan no solo destacan por su valor artístico, sino que también permiten seguir la evolución de esta técnica en la península Ibérica desde el siglo XV hasta el XX.

La forma de las ventanas y la iconografía de sus cristales dependen tanto de las etapas constructivas del templo como de los distintos encargos que se realizaron. Mientras que los vanos de la mitad occidental y de la nave central son más amplios por pertenecer a la fase más antigua, los del crucero hacia la cabecera son más estrechos, adaptándose a la evolución arquitectónica del edificio. En un estudio publicado por al Catedral de Sevilla, se detallan autores y épocas en las que se crearon estas monumentales piezas. 

El esplendor del gótico y el renacimiento en la Catedral

Las vidrieras más antiguas son las 17 que cierran los vanos situados sobre las capillas laterales y la nave mayor de poniente. Fueron realizadas por el alsaciano Enrique Alemán, entre 1478 y 1483, también conocido por su trabajo en la Catedral de Toledo. Su estilo muestra la influencia del alemán Peter Hemmel von Andlau, con figuras precisas bajo doseletes góticos que representan profetas, apóstoles y santos muy venerados en la Baja Edad Media.

Vidriera de Tobías y Zacarías, del Baalam Jonas.

Concluida la construcción gótica, la Catedral encargó nuevas vidrieras para el altar mayor, el crucero y las naves orientales, trabajo que se extendió hasta la tercera década del siglo XVI. En este período renacentista destaca el francés Jean Jacques, autor de las dos primeras vidrieras renacentistas del altar mayor (1511-1518), y especialmente Arnao de Vergara, que entre 1525 y 1537 introdujo de lleno el humanismo renacentista con obras como la Asunción del óculo sur o la Virgen de la Misericordia.

El testigo fue recogido por Arnao de Flandes, hermano de Vergara, que trabajó en la Catedral entre 1534 y 1557. Su aportación incluye trece vidrieras en el crucero y escenas de la vida de Cristo en las naves orientales, además de piezas en las capillas de San Pedro, San Pablo, San Francisco y los Evangelistas. Su obra convivió con la de Carlos de Brujas, autor de la Resurrección del Señor (1558), y Vicente Menardo, quien cerró el programa general de vidrieras hacia 1578.

Barroco, neoclásico y los albores del siglo XX

El paso del tiempo también trajo nuevas expresiones artísticas. Durante los siglos XVII y XVIII, el barroco dejó su huella en piezas como la de Santa Justa y Santa Rufina (1685), de Juan Bautista León, y los anagramas de las capillas de San Pedro y San Pablo en la década de 1780. Del siglo XIX, destaca la única vidriera neoclásica: la de la capilla de San Hermenegildo (1819).

Ya a finales del siglo XIX, el deterioro general de las vidrieras motivó una ambiciosa campaña de restauración. La prestigiosa casa Zettler de Múnich creó entonces la vidriera de San Fernando en la capilla de la Antigua, a partir de un diseño del historiador José Gestoso, y repuso tres obras perdidas por el derrumbe del crucero en 1888. También fabricaron la Pentecostés en la capilla de Scalas (1880).

La dedicada a Santa Justa y Rufina. 

Durante el siglo XX, el taller Maumejean, con Otto Kruppel a la cabeza, firmó la vidriera de la capilla de San José, reutilizando elementos del siglo XVI. Esta misma casa fabricó tres vidrieras más y lideró la primera restauración sistemática del siglo, en la que participó Vicente Prianes, cuyos trabajos están documentados entre 1930 y 1932 en diversos elementos de las ventanas.

Los grandes maestros del vidrio sevillano

La historia de estas obras maestras no puede entenderse sin sus artífices. Enrique Alemán, activo en Sevilla entre 1478 y 1483, fue el primero en dejar su impronta con una técnica de inspiración flamenca y precisión gráfica casi de grabador. Su estilo se mantuvo como referencia hasta el siglo XVI.

En ese nuevo siglo apareció Jean Jacques, flamenco de origen y formado entre Francia y Portugal, que introdujo por primera vez el uso de composiciones divididas por parteluces, marcando un cambio en la estética de las vidrieras catedralicias. Le siguió Arnao de Vergara, el primer maestro español documentado en estos trabajos, cuya aportación manierista dio un giro decisivo al programa de vidrieras.

Arnao de Flandes, hermano y sucesor de Vergara, aportó un lenguaje artístico más equilibrado y sereno, retomando ciertos elementos góticos que revitalizó con sensibilidad renacentista. A lo largo de los siglos, todos ellos contribuyeron a levantar un legado monumental de luz, color y espiritualidad que sigue asombrando al visitante que alza la vista en la Catedral de Sevilla.

Sobre el autor

Kiko Abuín

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