Aunque millones de turistas recorren cada año la Catedral de Sevilla, pocos se detienen ante uno de sus espacios más enigmáticos y cautivadores: el trasaltar. Este muro monumental, que se levanta justo detrás del altar mayor y frente a la Capilla Real, esconde un retablo escultórico de gran riqueza artística que suele pasar inadvertido.
El trasaltar está compuesto por 59 esculturas dispuestas en varios niveles, representando a reyes, obispos y santos. Estas figuras, colocadas sobre ménsulas y bajo doseletes, conforman una obra coral que recoge influencias de tres corrientes artísticas fundamentales: el gótico, el renacimiento y el manierismo.
Una obra construida a lo largo de medio siglo
El proceso de ejecución de esta joya de piedra se extendió durante más de medio siglo y reunió a varios escultores de gran relevancia. En 1522 aparece ya el nombre de Miguel Perrin, quien se mantuvo ligado a la obra hasta 1552. Años después, en 1564, se incorporó Juan Marín y finalmente, en 1572, asumió parte de los trabajos el escultor Diego de Pesquera.
La decoración se dio por concluida en 1575, dejando como resultado uno de los conjuntos escultóricos más impresionantes del templo. Dentro del conjunto, sobresale especialmente la imagen de la Virgen del Reposo, atribuida a Miguel Perrin. Esta talla gozó de una gran devoción entre los sevillanos, en especial entre las embarazadas, que acudían a ella para pedir un buen parto.
En el año 1554, se construyó en el centro del trasaltar una hornacina específica para esta Virgen, lo que da idea de la importancia espiritual que tuvo esta imagen en su tiempo. Hoy, su presencia sigue siendo uno de los grandes reclamos simbólicos del conjunto escultórico.
Una capilla escondida y vinculada a la nobleza
En la parte inferior del muro se abre también una capilla discreta pero significativa, dedicada a Nuestra Señora del Soterraño. En la actualidad, este espacio acoge el enterramiento de los marqueses de Yanduri, lo que añade un componente histórico y nobiliario al conjunto.
El pasado año concluyeron trabajos de limpieza superficial y restauración sobre el trasaltar mayor. Los esfuerzos se centraron en 25 esculturas del paramento este, incluyendo tracerías góticas de estilo isabelino y las cresterías superiores. El objetivo fue estabilizar el conjunto y asegurar su conservación a largo plazo.
Las patologías detectadas en la piedra motivaron una intervención de carácter conservativo, cuyo enfoque fue garantizar la perdurabilidad de uno de los tesoros menos conocidos pero más deslumbrantes de la Catedral de Sevilla.