De Sevilla a la luna: última parada del Nautilus con 30 artistas en el Ayuntamiento

Última oportunidad para disfrutar de una exposición de grandes pintores y escultores que se han lanzado a la aventura del arte ficción por el 120º aniversario de la supuesta muerte de Julio Verne

Un busto de Julio Verne, de cuya cabeza dormida nacen ideas, da la bienvenida a la exposición.
Un busto de Julio Verne, de cuya cabeza dormida nacen ideas, da la bienvenida a la exposición. FERNANDO VÁZQUEZ
24 de octubre de 2025 a las 07:42h

Oficialmente, el escritor francés y padre de la ciencia ficción Julio Verne murió en 1905, hace ahora 120 años, que es la efeméride más o menos redonda que el colectivo de pintores y escultores que lleva desde 2018 acostumbrándose a exponer en los bajos del Ayuntamiento de Sevilla ha tomado como excusa esta vez para montar su exposición en torno a un gigante de la literatura mundial. Pero los propios comisarios de la muestra, Jesús Méndez Lastrucci y Luis Rizo, saben de sobra que el autor de La vuelta al mundo en ochenta días no se ajustó jamás a la oficialidad de nada, de modo que, teniendo en cuenta que hoy por hoy se debate con Ágatha Christie el convertirse en el autor más traducido del mundo, hay sobrados motivos para dudar de su muerte.

Verne se embarcó con once añitos en un mercante con destino a la India con la intención de comprarle un collar a su prima, pero su padre alcanzó el barco antes de que partiera y así convirtió a su hijo, pese a su deseo de que fuera abogado, en un escritor precoz que no era la primera vez que intentaba la huida. Antes de aquella anécdota legendaria, ya había planeado descender el río Loira desde su Nantes natal hasta el mar, y si no lo hizo no fue por falta de valor, sino porque ya, tan pequeño, consideró insuficiente la planificación del viaje.

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Algunos de los artistas que exponen en la muestra con motivo del 120º aniversario de Julio Verne en el Ayuntamiento hispalense.  FERNANDO VÁZQUEZ

Probablemente tampoco planificó suficientemente su propia vida, y por eso, aunque se plegó al deseo de su padre de estudiar Derecho, no soportó completar el plan de ser abogado. Se fue bebiendo las bibliotecas de París para suplir el hambre espantosa en la que lo sumió el hecho de que su padre dejara de financiarle, pero jamás dejó de escribir febrilmente y así fue como su propia creación lo salvó del olvido. Por eso el 120º aniversario de su muerte no es más que un decir, o una excusa oficial de esta treintena de artistas, casi todos sevillanos, para mantener a Verne más vivo que nunca.

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Javier Jiménez Sánchez-Dalp explica algunas claves de su obra en la exposición sobre Julio Verne. FERNANDO VÁZQUEZ

Verne en todas las dimensiones y formatos, en terracota, en punto de bordado, en acuarela, en óleo, en barro, en bronce, digitalizado, simbolizado, coloreado, metaforizado. Verne más vivo que nunca, a través de su propio retrato y a través de su prolífica obra, cuyos títulos más conocidos en la segunda mitad del siglo XIX se encargaron antes de que él hiciera el amago de morir de profetizar tantos inventos como ya andaban en la vuelta de la esquina. Nunca antes habían sobrevolado la literatura, sin que existiera aún el cine, las naves espaciales de una novela publicada en 1865: De la Tierra a la Luna, que además se adelantó casi un siglo en su periplo a nuestro satélite. Por supuesto, también hubo que esperar unos años para que el submarino moderno hiciera su aparición en la realidad aunque ya hubiera protagonizado la novela de 1870 20.000 leguas de viaje submarino.

Un profeta en aguas internacionales

La capacidad visionaria de Verne es tan amplia, que cualquier novela que podamos citar profetizaba algo que estaba por llegar, desde las armas de destrucción masiva en Ante la bandera hasta las muñecas parlantes de Una ciudad flotante; desde la conquista de los polos en Las aventuras del capitán Hatteras hasta el helicóptero en Rubur el conquistador. Verne inventó un ascensor para su Isla misteriosa, y atisbó las fuentes del Nilo desde aquel globo en el que nos mantuvo a tantos lectores durante cinco semanas. Era el don de alguien que se dedicó a escribir novelas inolvidables como Los hijos del capitán Grant, pero que no perdió oportunidad con los cuentos, el teatro, la poesía, las canciones y los estudios de todo tipo, desde científicos a artísticos o literarios.

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De Teresa Guzmán, que posa con su obra, partió la idea de hacer la muestra en torno a Verne.   FERNANDO VÁZQUEZ

Aunque demostradamente “misógino”, como adelanta una de las participantes en la exposición en su honor, Teresa Guzmán, que ha elegido a la protagonista de la extrañamente romántica novela El rayo verde para pintarla usando la técnica digital, a Julio Verne nadie puede arrebatarle su condición de genio. Son cosas distintas. La exposición gratuita en el Ayuntamiento de Sevilla, que se inauguró el pasado fin de semana y se clausura esta noche, da la bienvenida al visitante con un impresionante busto de Verne, obra de Juan Antonio Blanco Ramos, una cabeza de rizos como olas del mar de la que salen pulpos, submarinos y cohetes. Y en dos cuerpos se reparte una serie de cuadros de todos los tamaños y con técnicas tan variopintas como los personajes del escritor francés. Hasta 30 cuadros de esta treintena de autores que supone un recital a la ciencia, a los sueños y a las aventuras que solo durante una época parecieron imposibles.

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La muestra en torno a Julio Verne se acuerda, cómo no, de algunos personajes inolvidables como Miguel Strogoff.  FERNANDO VÁZQUEZ

La muestra, dedicada al recientemente fallecido Antonino Parrilla, in memoriam –hay dos obras suyas, tan profundamente marinas-, reúne verdaderas joyas pictóricas, la mayoría con técnicas mixtas, de artistas tan heterogéneos como Miguel Caiceo, aquel intérprete inolvidable de Doña Paca al que le encanta el collage; Manolo Cuervo, el cartelista más innovador que tuvo la Macarena; o José Manuel Ayllón, el cordobés que se ha atrevido con el bordado para retratar con miles de hilos y puntadas coloridas el rostro del escritor francés.

No faltan en la muestra clásicos de la misma como Juan Antonio Huguet Pretel o su esposa, la  tan viajada como Verne Lourdes Cabrera. Tampoco faltan maestros de la talla de Francisco Parra o Francisco Borrás, el profesor que tuvo la valentía de inaugurar una cátedra de dibujo en movimiento en Bellas Artes hace ahora medio siglo y cuya hija, Carmen Borrás, ha seguido los pasos de su pasión. Por supuesto, tampoco faltan otros profesores como Juan José Gómez de la Torre, con una obra tan cálidamente colorida para representar, por contraste, esa mina de hulla que aparece en Las indias negras, una novela no tan conocida de Verne.

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La pintora Pili Sánchez posa con la obra con que colabora en la muestra de Julio Verne.  FERNANDO VÁZQUEZ

También participan el tan colorista José Manuel Peña, siempre con sus inquietantes fondos blancos, y Pili Sánchez, que se ha esmerado en una obra a varios niveles de superficie y técnicas que nos sumergen en las profundidades que nos ofrece el ojo de buey de un submarino tan de Verne, retratado en una profundidad que es doble, la del mar y la suya, e incluso triple, la que representa esa biblioteca inagotable que fue conformando Verne a base de inventar y que también mantuvo orgulloso a base de leer; y, por lo tanto, infinita, porque de la ventana redonda que protege los volúmenes no solo sale una pata de pulpo para perderse desde la Nantes natal de Verne hasta los abismos, sino una media luna que en Verne siempre supone un gustoso derroche de imaginación tecnológica.

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El pintor Sabino Moreno explica las claves de su particular isla misteriosa.  FERNANDO VÁZQUEZ

 La muestra la completan artistas como Jacinto Pérez Elliot, Jesús Díaz Benjumea, Sheila Criado, Ángel Luis Tejera, o el escultor e imaginero Jesús Estepa Maíllo; Rocío Sáez Millán (qué onírica maravilla las tribulaciones de un chino en China); Mariló Rivera, que se acuerda en su obra del paso de Verne por Cádiz durante tres días; Sabino Moreno, que ofrece un cuadro circular sobre una presunta isla misteriosa que en puridad era un paisaje natural que bien nos recuerda a sus orígenes de Pozoblanco pero que en rigor demuestra hasta qué punto lo local se torna universal y las artes se conforman en universo de ricas concomitancias como demuestra la obra literaria de Verne con el cine, el teatro, la ópera, la música, los videojuegos y hasta el cómic, como se encarga de recordarnos muy especialmente Javier Jiménez Sánchez-Dalp, que ha elegido una perspectiva del sevillanísimo Prado de San Sebastián –todo con bolígrafo y rotuladores- para colocar en primer plano al perro Milú, a Tintín y al capitán Haddock, además de una luna tuerta de Georges Méliès, de aquella otra película muda de 1902, y un rostro de Verne. “Es un homenaje a los tres autores que fueron a la luna gracias a la literatura, el cómic o el cine antes de que lo hiciera la humanidad”, explica él.

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La rica muestra pictórica sobre las aventuras de Julio Verne ofrece hoy su última oportunidad de disfrute.  FERNANDO VÁZQUEZ

Demasiado fugaz

Como algunos de los vehículos entonces futuristas de Verne, la muestra artística sobre su figura y su obra ha resultado demasiado fugaz, teniendo en cuenta que la exposición apenas lleva una semana abierta y ya termina hoy. “Tuvimos propuestas para continuar en otras ubicaciones, pero de momento recogeremos mañana sábado”, anuncia Méndez Lastrucci, quien esta vez no ha expuesto nada y recuerda aquella primera exposición titulada Reflejos de Murillo, en 2018, por la que pasaron “sin exagerar, más de mil personas diarias”, recuerda él. “Aquella primera vez fuimos 18 artistas, y ahora somos 30”. Entretanto, estas muestras pictóricas también han sido homenajes a la vida y obra de otros genios tan variopintos como Dubé de Luque o Pascual González. “En esta ocasión, y para salir de nuestra zona de confort, que suelen ser cosas religiosas”, reconoce Méndez Lastrucci, “fue a Teresa Guzmán a la que se le ocurrió ocuparnos de Julio Verne”. Y bien que lo consiguió. Cada cual en su estilo, pero todos con una obra leída del novelista francés para permitirse una recreación que saltase de la antigua imprenta a este museo fugaz en el Ayuntamiento que ofrece hoy su última oportunidad.

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Álvaro Romero Bernal.

Álvaro Romero

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