La Catedral de Sevilla recuerda que hace 508 años se derrumbó el cimborrio, un trágico episodio ocurrido el 28 de diciembre de 1511. El colapso fue consecuencia del llamado terremoto de Carmona, que había afectado gravemente la estructura de la Seo siete años antes, en 1504.
Aquel seísmo dañó uno de los pilares del crucero, debilitando toda la zona central de la iglesia. Finalmente, el 28 de diciembre de 1511, el cimborrio y las tres bóvedas del crucero se vinieron abajo, arrastrando también parte del coro y afectando de lleno a la capilla mayor. El derrumbe detuvo la fase final de la construcción del templo, provocando una crisis arquitectónica que tardó años en resolverse.
Un esfuerzo monumental para la reconstrucción
El desastre fue recogido por el historiador José Gestoso en 1890, quien citaba documentos del cabildo catedralicio en los que se detallaba la magnitud del suceso y la inmediata reacción de las autoridades eclesiásticas y civiles. “Tan grande fue la catástrofe como el empeño del cabildo sevillano, apoyado por la iniciativa real y la de nobles como el duque de Alba, de levantar de nuevo el cimborrio de la magna hispalense”, señalaba el autor.
Apenas un mes después del derrumbe, el rey Fernando el Católico, informado en Burgos, concedió 10.000 ducados para la reconstrucción. El cabildo encargó el proyecto a tres de los más prestigiosos maestros del momento: Juan Gil de Hontañón, Juan de Ruesga y Martín de Bruselas, quienes aportaron nuevas soluciones arquitectónicas inspiradas en las tendencias del Renacimiento.
El proceso de reconstrucción fue largo y complejo. En noviembre de 1517, bajo la dirección de Juan Gil de Hontañón, se concluyeron las obras del nuevo cimborrio. Para celebrar el acontecimiento se organizó una procesión solemne y una misa de acción de gracias, con trompetas, atabales y ministriles tocando desde las galerías altas del templo, en una jornada que quedó grabada en la memoria de la ciudad.
La tragedia volvió a repetirse en 1888
Casi tres siglos más tarde, el 1 de agosto de 1888, la historia volvió a repetirse. La rotura del pilar del ángulo sudoeste provocó un nuevo colapso del cimborrio, arrastrando de nuevo las bóvedas del crucero y causando graves daños en el interior del templo. El derrumbe destruyó además los dos órganos monumentales: el del lado de la Epístola, obra de Jordi Bosch, y el del lado del Evangelio, construido por Valentín de Verdalonga.
De esta segunda caída existen testimonios gráficos que muestran la magnitud del desastre, con montones de escombros cubriendo el crucero central y evidenciando el impacto que sufrió una de las joyas arquitectónicas más valiosas de la cristiandad.
