A la muerte de Franco, España se enfrentaba a una situación de cambio liderada por una cultura joven descontenta y con ganas de expresarse en un nuevo país post-censura. ¿Y qué mejor medio para eso que la música? La contracultura o cultura underground surge como protesta a lo socialmente aceptado, y se hizo su lugar en todas las disciplinas artísticas, desde el cómic y el cine hasta la música y el teatro o la performance. Movidos por la antipatía y el desapego que sentían los jóvenes hacia los políticos e instituciones, se consolidaron movimientos como ‘La movida madrileña’ que dio pie a nuevas formas de vivir la música.
Aunque parezca algo del pasado que nació y murió en los 80, la cultura underground sigue presente en la actualidad, solo que a sus seguidores no los encuentras viendo una película de Almodóvar, sino buscando un cine de autor que reside en festivales de cine pequeños..

La nueva corriente huye de los escenarios enormes y busca lo independiente, huye de las tendencias y de los influencers y se cuela en raves improvisadas y mercadillos de segunda mano donde también comparten su arte y se crean espacios donde cualquiera puede ser artista y espectador al mismo tiempo.
Lo contracultural es escapar del algoritmo de Tiktok, que en sus raíces es lo mismo que en los 80: una forma de salir de la norma y protestar en contra de un sistema que aboga por el consumismo desenfrenado y sin conciencia. Y aunque parezca invisible, en Sevilla se muestra ante nosotros una escena potente que devuelve la ilusión por una escena alternativa a la música comercial como la de JC Reyes y Quevedo. Y en esta ciudad, tan sólo te hace falta dar un paseo por la Alameda de Hércules para encontrar a sus protagonistas, que están escondidos entre la gente fumando y tomándose una cerveza mientras discuten sus nuevas ideas para disco u orquestando nuevas formaciones musicales para intentar llenar una sala.
El descontento con Sevilla
En un día normal, Mario se hubiera quedado en casa con el resfriado que ha cogido. Es principios de diciembre y lo único que apetece es estar metido en el brasero y no salir de casa, pero Mario tiene bolo y si no canta él este viernes, nadie va a cantar por él.
A su grupo, Magnetismo Sonoro Excéntrico, que se define como un “porrazo psicodélico”, lo esperan en la Sala X para dar un concierto en el que presentarán algunos de los temas nuevos en los que han estado trabajando. No son los únicos que tocan esa noche, ya que para poder llegar a un acuerdo con la sala se han tenido que unir a MASA, otro grupo que aunque no hace música del mismo estilo no es el grupo más dispar con el que han tenido que tocar. Y es que según Jose, el guitarrista de Magnetismo, esto es el principal problema para poder tocar en Sevilla: las exigencias de las salas que cada vez hacen menos espacio en la programación y no te permiten tocar si no prometes un número concreto de asistentes.

“Estamos tocando aquí por poca vergüenza, inicialmente queríamos tocar en la Malandar pero como hace dos o tres años tuvimos un público de 60 personas nos han vetado, y ahora ya no podemos tocar allí”, comentan indignados. Y es razonable, porque en el momento en que metes cabeza en la escena musical underground de la ciudad descubres la gran variedad, cantidad y calidad que tiene Sevilla y estás pasando desapercibidos.
El concierto es bestial, porrazo psicodélico se queda corto para la potencia que tiene este grupo en directo. Con una fuerza desgarradora, tuvieron al público (de aproximadamente 50 personas) saltando y gritando con su sonido y preguntándose, ¿por qué no hay aquí nadie más? Son verdaderamente buenos y no tienen nada que envidiarle a otros grupos que mueven a un público de 5.000 personas.
Ellos hacen música por hacer música, como comentó el bajista antes de entrar al concierto (que es además el padre de Mario, el vocalista). Al no entrar en juego el factor económico tocan por la misma necesidad de tocar, y se nota. “Nosotros no somos los únicos, hay un montón de bandas que tienen una propuesta muy chula y que no están en ningún lado, pero cada vez es más difícil porque todo está más caro, las salas te ponen muchas pegas, no te hacen hueco en la programación y encima hay que aguantar el compadreo, que a veces ves bandas en festivales que madre mía, ¿cómo ha llegado esto aquí?”.
La banda muestra un descontento en general con cómo la ciudad los trata, y de momento han decidido no hacer más conciertos por Sevilla: “Estamos muy cansados, ahora tenemos ganas de tocar fuera y no volver aquí en una temporada, así que de momento no sé decir cuando vamos a volver a dar un concierto por aquí”.
"Queríamos tocar en la Malandar, pero como hace dos o tres años tuvimos un público de 60 personas, nos han vetado"
Aún así, su actitud no es pasiva: ellos van a seguir tocando, porque es la única manera de luchar contra un sistema que está en contra de lo alternativo a lo comercial. No todo es oscuro, puesto que existen algunos colectivos que tratan de darles espacio a grupos emergentes que aún no tienen una imagen consolidada. "Echamos en falta apoyo de las instituciones, porque si nosotros lo tenemos complicado, hay grupos que están empezando que ni de lejos pueden tener un espacio en la programación de una sala de conciertos con las limitaciones que nos ponen", comenta Jose. "Antes existía la Casa de Max, pero cerró".
La Casa de Max era una asociación cultural sin ánimo de lucro dedicada a la producción de eventos culturales de todo tipo que ha actuado como casilla de salida de muchos grupos del panorama underground andaluz. No tenían redes sociales ni hacían publicidad de los eventos realizados por el poco aforo de la casa, por lo que tanto su ubicación como la lista de invitados era muy reducida y actuaba como una sociedad semi-secreta que trataba de difundir la cultura a todo aquel que quisiese formar parte de ella. Otras como Ruega x nosotros (Asociación cultural de Adoración y Lamento) , La Onda o Brecha son parte del entramado de colectivos que aún resisten y que tratan de dar un altavoz a la cultura joven, alternativa, autogestionada e independiente.
Paseando por la Alameda
Una de las formas más comunes en las que los proyectos musicales nacen y empiezan a tomar forma es socializando en la Alameda de Hércules, defiende Marlon, bajista de la banda Nazmar. “En Sevilla al final lo que nos une a todos es la Alameda, es un punto de encuentro, y allí te acabas haciendo amigo de ciertas personas que de manera natural acabamos quedando y tocando juntos, nos conocemos, hacemos una gira...”, añade Juan, que además de ser vocalista en la banda está de gira con Vapores, grupo que conoció de esta manera.
Él cree que primero van las amistades y después los compañeros en la música, y que así es como debe ser en el proceso de creación de nuevos proyectos. Nazmar también nace de una amistad previa entre ellos dos y luego la incorporación de Javi, batería. Su sonido aunque en un principio partía del rock experimental, ha ido transformándose a lo que definen ahora como jazz rock experimental, que bebe del sonido de muchos países y estilos.
Aunque comparten la visión de Magnetismo sobre lo difícil que lo pone la ciudad para conseguir un hueco en la música, ven una transformación en la industria en la que puedes ver grupos más pequeños en festivales de música que antes no los aceptaban. Las bandas alternativas se han tomado muy en serio luchar por tener un espacio en una ciudad que no tiene salas que quieran apostar por ellos. El problema es que bastantes veces ese hueco lo encuentran en ciudades que no son Sevilla, lo que los obliga a moverse a la capital para hacer conciertos. “Antes parecía que irse a tocar a Madrid era algo reservado para grupos más grandes, pero ahora veo como los que están empezando a surgir ahora se organizan con ese objetivo”, defiende Juan.
Y es comprensible, teniendo en cuenta que los espacios que tratan de darle ese altavoz a la música alternativa y ser canalizadores del movimiento underground son asociaciones culturales autogestionadas sin ánimo de lucro. Son esas asociaciones las que están tratando de darle a la cultura el respeto que se merece. “La música que se hace en Madrid es igual o peor que la que se hace aquí, por lo que me parece bien que vayamos allí a enseñar la nuestra”, ríe Juan. Marlon sin embargo pone el dedo en que la única manera de que Sevilla se convierta en un referente para el underground es tener un grupo que tenga el impacto que tuvo Triana o Pata negra, “o que se saque un sonido propio de Sevilla y la gente venga aquí a buscarlo”, apunta Javi, “pero creo que ahora mismo eso no va a ocurrir porque todo lo que hacemos las bandas nuevas parte del sonido de otro lado, adaptado a nuestro gusto siempre, pero la idea no parte de Sevilla”.

Aun así, la calidad de la música del panorama underground sevillano no tiene nada que envidiarle a ninguna ciudad. Bandas como arrecí0, Vapores, ponypoolclub, Ciervoss, Zahorí, Stone Aliens, tabacopunk, Malta Cortés son algunas de las propuestas sevillanas que están empezando a ganar reconocimiento y a hacerse un hueco en una industria que no está abogando por ellos. Aunque no son tan conocidos, sus nombres empiezan a aparecer en carteles de festivales no tan pequeños y empiezan a tener seguidores fieles que conocen sus canciones. Y que sus canciones empiecen a ser conocidas es porque verdaderamente la calidad que están ofreciendo al panorama musical está a la altura de la escena musical underground que fue Sevilla en el pasado.
Sevilla en el pasado
El pub Antropía es un local en San Juan de Aznalfarache donde antiguos fanáticos del movimiento underground se juntan para beber y recordar aquellos momentos y grupos que fueron la banda sonora de su juventud y formaron lo que son ahora. Domingo es un jardinero que trabaja en la Universidad de Sevilla que aunque a día de hoy no está puesto en las nuevas bandas, todavía se identifica con el movimiento. “El underground no es una moda, un género o una estética, es una necesidad”, enfatiza Domingo, recordando lo que para él es lo verdaderamente importante. Explica que el origen del movimiento en lo que a géneros se refiere viene de la Base naval de Rota, que funcionó como puente para la difusión del rock.
En el documental Underground. La ciudad del arcoíris se cuenta cómo los americanos llegaron a Andalucía y se instalaron en varios puntos cerca de Sevilla debido a la situación de la Guerra fría y la guerra de Vietnam. “Muchos jóvenes americanos que pasan por estas bases contactan con un incipiente movimiento vitalista y rebelde que se está desarrollando en Sevilla. Se produce un fuerte intercambio cultural y musical impregnado en el espíritu de la contracultura. Nace así el underground en España” según el documental. Por ello entre 1967 y 1972 Sevilla se convirtió en una vanguardia cultural de referencia del género, donde destacaron los Smash y surgieron nuevos géneros como el rock andaluz. Entre ellos también destacaron grupos como Guadalquivir, Imán Califato Independiente o los Storm, que llegaron a ser teloneros de Queen.
"El underground no es una moda, un género o una estética, es una necesidad"
Domingo reconoce que aunque en su momento fue un gran seguidor, ya no escucha música actual (de la de ahora) y prácticamente todo lo que escucha es música antigua. “De lo más actual solo conozco Derby Motoreta’s Burrito Kachimba", se sincera.
Él cree que ahora mismo es mucho más complicado hacer nueva música, que todo es más comercial y la música que es realmente buena u original la gente no quiere escucharla. “La gente joven escucha muy poca música buena”, dice, lo cual es una gran pena, porque aunque conociendo a lo que se refiere, es una lástima que gente como él que ha estado tan metida en el movimiento no esté viendo todo lo que se está cocinando en la ciudad en el tema de proyectos musicales.
La mayoría de sitios que él conocía donde antes iban a tocar los grupos como La Caja Negra, El Club Yeyé (por donde pasaron grupos como los Canarios o Karina) , el Aladín Club o la Fun Club han cerrado o en el caso de este último han cambiado tanto que de su espíritu alternativo solo queda el recuerdo de unos pocos. Aun así, la Fun Club sigue abierta y los miércoles hay puertas abiertas para darle oportunidad a nuevos grupos. Como este negocio, por la Alameda existen también bares como La Sra Pop o Mutante que tienen días de micro abierto que fomentan que bandas nuevas tengan un pequeño altavoz al público.
Rafael Marco es un profesor de conservatorio que además de ser fanático del movimiento underground también ha formado parte de algunos grupos tocando el piano, guitarra, armónica, saxofón y cantando. Perteneció a la banda Green Piano como vocalista y armonicista, que también formó parte del movimiento underground desde 1969 hasta 1972. “Sevilla fue uno de los motores de la música underground, pero como esa música ya no se estila no veo que se haga por aquí”. Él, que se crio en la música underground, ve también que hacerse un hueco ahora en la música es mucho más difícil: “O te metes en YouTube, o está complicado” Marco habla de que aún así existen algunos pubs que sacan a algunos grupos como la Holländer. “El problema está en que la música se ha diversificado mucho y si quieres que te vaya bien tienes que tocar versiones, que antes también las tocábamos pero no era lo único que hacíamos”.
El panorama underground en Sevilla ha cambiado tanto que la gente que lo vivió en los setenta no tiene nada que ver con los jóvenes que ahora lo protagonizan. Aunque el mensaje y su denuncia no han cambiado (sigue siendo reivindicativa) es cierto que enfrentamos uno de los momentos más complicados para seguir creando música y a la vez uno de los más creativos. Las instituciones necesitan despertar y comenzar a respaldar la cultura de una ciudad que siempre ha presumido de ella y le ha enseñado al mundo lo que es el arte. La música underground no va a morir, porque esta cultura joven viene pisando más fuerte que nunca y no van a permitir que silencien sus voces, aunque tenga que ser fuera de la ciudad. Pero sería una pena ver cómo ocurre fuera de una ciudad que siempre ha defendido su arte y ha sido cuna del underground en España. No podemos entender Sevilla sin su arte, sus artistas y su cultura. Una Sevilla sin arte es una Sevilla sin sevillanos. Si no se hace nada por cambiarlo acabaremos perdiendo lo último que nos define como humanos así que Sevilla: ¡Despierta!



