En el verano del 82, el del Naranjito del Mundial de Fútbol que se jugaba en España, el joven de 22 años José Luis Falcón Holgado soñaba con volver al sur, al municipio sevillano de Los Palacios y Villafranca en el que se había criado, o al menos a la playa de Punta Umbría, en Huelva, “donde trabajaba mi madre, sirviendo, porque éramos una familia humilde”, y eso que había ascendido rápidamente a cabo primero.
Pero el servicio militar para el que había pedido dos veces prórroga para acabar su carrera de Magisterio no había terminado aún. De modo que atravesó todo el país, desde San Sebastián hasta la ría de Punta, con la ilusión de aquel permiso con el que iba estrenar a lo grande su carné de conducir, iba a abrazar a su madre y se iba a dar el último chapuzón de aquel verano en el que iba a cambiar su vida.
“Era el 5 de septiembre de 1982”, dice hoy, 43 años después, con la memoria intacta y en su silla de ruedas eléctrica. En efecto, estrenó su carné y abrazó a su madre, pero el baño del atardecer, “para quitarme la arena antes de marcharnos”, no salió según lo previsto, porque “cogí impulso desde la orilla para tirarme de cabeza, creyendo que había mucha más profundidad en la ría y me quedé allí clavado, consciente en todo momento pero sin poder moverme”.
Tragó tierra y se le encharcaron los pulmones, pero lo peor fue partirse las vértebras quinta y sexta y que el accidente le dañara la espina dorsal, porque ni entonces, cuando lo ingresaron en el hospital Juan Ramón Jiménez de la capital onubense, ni luego, cuando permaneció dos meses en la UCI del Virgen del Rocío, ni más tarde en el Hospital Militar de Sevilla, fue José Luis verdaderamente consciente de que aquella condición de tetrapléjico iba a ser para toda la vida.
“Fue en un hospital de Toledo, al que me trasladaron ya en noviembre, donde yo me enteré de que esto iba a ser para siempre”, cuenta ahora desde el salón de su casa, a punto de cumplir 66 años y con muchas ganas de vivir, entre otras razones porque “vivo contento todos los días, gracias a Dios”. Capaz de irradiar a su alrededor la fe que lo ha acompañado siempre, cuenta con una sonrisa que, a pesar de que “tenía un buen futuro por delante, porque quería ser maestro de Matemáticas y estaba en la flor de la vida, Dios tenía otro plan para mí”.
El plan, desde luego, no contaba con sus brazos ni con sus piernas, pero sí con su inmenso corazón, con su silvestre capacidad de supervivencia y con un amor de adolescencia que resucitó en aquel momento crucial que ahora no puede recordar sin que acudan unas lágrimas de emoción a sus ojos. “Él había tenido su novia y yo también había tenido mi novio, pero a mí quien me gustaba era él”, cuenta Puri Begines, su esposa desde hace 36 años, sin apartar sus ojos de él, exactamente igual que cuando lo miraba entubado en el hospital, “mientras los médicos hablaban de sus cosas y de sus vidas y ni yo ni él sabíamos si iba a seguir viviendo”.
El milagro del amor
Cuando Puri Begines le contó a su padre quién era su novio, este le preguntó si “lo había pensado bien”. Su madre, por otro lado, “me advirtió de que esto iba a ser para mí para toda la vida, y yo les contesté a los dos que era lo que yo quería”. Cuando sus padres fueron a insistirle en que se lo volviera a pensar porque no era un novio en silla de ruedas lo que ninguno de los dos había pensado para ella, Puri les dijo “que estaba dispuesta a hacer las maletas, sin problemas”.
Y aquella determinación de su amor sin condiciones es la que obró el segundo milagro de que cuando una vecina le alabó a su madre “la gran obra de caridad que su hija hacía con aquel muchacho”, su madre le espetara: “No tienes ni idea de lo que es el amor”.
Aquella respuesta de la madre de Puri fue la prueba determinante de que el noviazgo empezaba, codo con codo y con una silla de ruedas que entonces ni siquiera era eléctrica, una nueva vida. Lo de casarse fue luego. Y era José Luis el primero que se resistía.
“Yo comprendía al padre de Puri porque yo le hubiera dicho exactamente lo mismo a una hija mía”, dice ahora él, cuya vida no entendería sin ella. “Además”, añade Puri, con una sonrisa que tiene toda la fuerza del humor como salvoconducto vital, “él no se quería casar porque pensaba que se iba a morir pronto”.
Otro milagro: la concienciación
“Yo llevo muchos años dando charlas sobre discapacidad, y siempre gratis”, cuenta José Luis, un experto en devolverle la ilusión por vivir a gente que, en situaciones como el famoso Ramón Sampedro que protagonizó aquella película sobre el derecho a la eutanasia de Amenábar, opta por seguir viviendo por la sencilla razón de que sobran los motivos.
“Sampedro tenía una discapacidad menor que José Luis”, ratifica Puri, “pero yo puedo comprender la postura de aquel hombre que prefirió no levantarse”. Esa es la gran diferencia con este palaciego que, hace casi siete años, y después de ver un vídeo sobre un tetrapléjico que conducía, quiso intentarlo.
“¿Por qué no?, me dije a mí mismo”. A José Luis le brillan los ojos de un modo especialísimo cada vez que es consciente de que los hitos de su propia vida sorprenden a su interlocutor. Que sacara el carné a la primera, y cómo lo hizo, en aquel vehículo adaptado, también sorprendió al examinador, que confesó que “nunca había visto nada igual”.
“La primera alegría, que él no se esperaba, es que el examen teórico le servía de cuando su juventud y no tenía que repetirlo”, cuenta Puri mientras abre la puerta de la cochera donde está aparcada la furgoneta Mercedes que ahora se ha convertido en el coche “de toda la familia”.
Un conductor ejemplar
“Al principio nadie se quería montar con él”, dice sonriente Puri, “porque no se fiaba ni su madre”. “Si tú no eres capaz ni de levantar un vaso de agua sin derramarlo, ¿cómo vas a conducir?”, le decía su madre. Puri lo refiere con mucha gracia desde el asiento trasero de la furgoneta, mientras su marido conduce tranquilamente por las principales calles y avenidas de Los Palacios y Villafranca, cuyos vecinos están acostumbrados a leer los mensajes impresos en su vehículo que piden “paciencia” a los demás conductores.
“Y no es que él vaya despacio, sino que cuando una señal limita la conducción a 30, él va a 30”, insiste Puri. José Luis cuenta con el acelerador y con el freno a la misma altura que el volante. Se sube en la furgoneta por una puerta lateral marcha atrás después de que se despliegue lentamente una rampa que lo recibe. Una vez dentro del vehículo, maniobra su silla para colocarse frente al volante. Y a partir de ahí, nadie adivinaría si quien conduce es tetrapléjico o no.
“La primera vez que volví a coger el coche me planté en Punta Umbría”, dice José Luis, retador, consciente de la sorpresa que puede provocar en los demás el tener lo que hay que tener para volver al lugar de su accidente. Llega de nuevo a su cochera y maniobra para meter la furgoneta marcha atrás.
Matriculado en Matemáticas
Como José Luis celebra cada mañana el milagro de la vida, el año pasado desempolvó su antigua ilusión de estudiar Matemáticas a fondo y se matriculó en la Facultad de la Universidad de Sevilla. “Ahora voy casi todos los días a clase, a Reina Mercedes”. Va solo en su furgoneta, conduciendo sin problemas “y la única ventaja que tiene es que le reservan el aparcamiento, menos mal”, apunta su esposa.
De cuatro asignaturas en las que se matriculó el curso pasado, aprobó tres. “Yo no me he matriculado en la carrera con más objetivo que disfrutar, porque me han encantado de siempre las matemáticas”, dice mientras abre su despacho y enseña, orgulloso, su título de bachillerato, el de su carrera de magisterio y otras condecoraciones conseguidas en las últimas décadas por su constante lucha no solo en favor de sí mismo. Pero el caso es que aprueba. Y con nota.
Bético de vocación
Cuando hace casi una década se reunió con el actual presidente del Real Betis Balompié, Ángel Haro, este ni siquiera era presidente aún. “Pero le planteé que los discapacitados deberíamos tener derecho a disfrutar de los partidos como todo el mundo”. Aquella primera reunión fue el germen de la actual asociación de béticos con discapacidad, que tienen su zona reservada, las gradas adecuadas para seguir viendo cuando los demás se levantan al celebrar los goles y una serie de bufandas verdiblancas que llevan más que orgullosos en cada partido.
“Se han conseguido muchas cosas en los últimos años”, señala Puri, “y todo gracias a que él es muy cabezón y consigue lo que se propone, como el acompañamiento de voluntarios para que ayuden con las sillas de rueda”. José Luis se resta mérito con otra de sus sonrisas iluminadas. “En realidad, es que siempre he sabido rodearme de grandes amigos”, concluye.
A Puri no le sorprendió la reunión con la directiva bética, no solo porque su marido fuera desde hacía tanto tiempo un aficionado convencido de sus colores, sino porque no ya al actual alcalde de Los Palacios y Villafranca, Juan Manuel Valle (IP-IU), sino incluso a su padre, Juan Valle, cuando este fue alcalde hace 40 años, también le envió una carta “muy bien argumentada con las reivindicaciones de las personas con discapacidad en aquella época en la que no había ni una rampa y todo eran obstáculos y barreras arquitectónicas”. “La principal barrera es la mental”, insiste Puri, que ha sido testigo de todas las que ha derribado su esposo.
Adelantado a la ONU
José Luis Falcón se adelantó a la Organización de las Naciones Unidas en su lucha por los derechos de las personas con discapacidad. La jornada que se celebra cada 3 de diciembre, llamada Día Internacional de las Personas con Discapacidad, la instituyó la ONU en 1992, cuando la lucha de Falcón sobre su propio terreno ya había comenzado. Más de 30 años después, el lema en esta ocasión es “Fomentar sociedades inclusivas para impulsar el progreso social”. Nada nuevo bajo el sol que amanece cada día en la vida de José Luis.
Hace solo unos meses, el secretario general de la ONU presentó su sexto informe sobre medidas adoptadas por su propio sistema y que reseñan los avances conseguidos para impulsar la inclusión de la discapacidad. Además, el informe esboza las áreas clave en las que hay que centrarse para seguir movilizando el sistema en favor de un mundo inclusivo, accesible y sostenible para todos.
Este miércoles se celebra el evento conmemorativo virtualmente y desde Nueva York, desde las 10.00 horas. Para entonces, ya habrá llegado José Luis a su Facultad de Matemáticas, ya habrá desayunado y estará dispuesto a seguir aprendiendo otra lección más, acostumbrado a que la vida le haya dado tantas y a regalárselas él mismo a los demás.
