Ubrique ha vuelto a encender su alma festiva con la tradicional Crujía de Gamones, una de las celebraciones más singulares y profundamente arraigadas de la Sierra de Cádiz. Cada mes de mayo, este pueblo blanco se transforma en un mar de candelas, flores y música popular para rendir culto a una costumbre que ha cruzado generaciones. Declarada Fiesta de Interés Turístico de Andalucía, la jornada volvió a reunir a vecinos y visitantes alrededor del fuego, en un espectáculo tan sonoro como simbólico.
Las calles encaladas del casco antiguo se llenan entonces de humo, color y estruendos: el de los gamones “crujíos”, tallos de una planta silvestre que, al ser calentados en la hoguera y golpeados contra una piedra, explotan con fuerza si se ejecuta con pericia.
La Crujía de Gamones no tiene un origen documentado, pero su práctica se ha mantenido viva por transmisión oral. Algunos estudiosos la vinculan a ritos ancestrales para espantar espíritus, lobos o enemigos, como rezan algunas coplas locales que hacen alusión a "ahuyentar franceses". La planta, conocida como asfódelo (Asphodelus spp.), florece en primavera y es abundante en la Sierra de Grazalema y Los Alcornocales.
Desde hace semanas, los más jóvenes recolectan leña y protegen sus pilas hasta la gran noche. Junto a cada candela se colocan grandes piedras que sirven de base para reventar los gamones. El proceso exige paciencia y técnica: calentar la vara, escuchar su respiración y, si está lista, hacerla crujir “a la salud” de alguien.
Uno de los espacios más concurridos fue, como siempre, la Plaza de la Verdura, en pleno casco histórico. Allí, entre risas, música y reventones, se celebraron pequeños concursos informales que premian al gamón más grande o a la crujía más fuerte de la noche.
