José María Fernández Cervera ha vuelto a casa. Y con él, también vuelve la esperanza. A sus 50 años, este vecino de San Fernando que llegó a pesar más de 350 kilos, ha perdido cerca de 200 durante los 361 días que ha permanecido hospitalizado. El 18 de julio de 2024, un dispositivo inédito del Consorcio Provincial de Bomberos logró evacuarlo por la ventana de su casa tras meses inmovilizado. Ahora pesa 169 kilos y quiere volver a ser feliz, pero no se lo ponen fácil.
Casi un año después, José María ha regresado a ese mismo lugar. "El momento de la entrada fue bueno. Creía que me iba a venir abajo, pero al final no. Tengo muy malos recuerdos de esta casa y tengo el problema de que el dueño me quiere echar y me ha dado dos meses para echarme. Estoy un poco acojonado con este tema".
Su recuperación física, aunque lenta, ha sido notable: "Me encuentro bien. A veces me mareo un poco, es normal después de tanto tiempo sin moverme. Pero ahora hago lo básico: voy al baño, me ducho… Antes no podía". Hasta su hospitalización, había estado postrado en la cama durante meses, sin apenas movilidad ni red de apoyo más allá de los servicios de ayuda a domicilio.
Ahora es parcialmente autónomo, aunque aún le cuesta mantenerse de pie más de un minuto. "Por lo menos hago cosas solo. Voy despacito, me agarro a lo que puedo, pero lo hago", explica. La rehabilitación será clave en los próximos meses: le han programado tres sesiones semanales en San Fernando y continúa con una dieta muy estricta, en fase líquida.
"Todo el mundo lo sabía, pero nadie hacía nada"
Antes de su operación, José María lanzó un grito que sigue resonando: "No me gustaría volver: esa casa hay que arreglarla, pintarla y acondicionarla. Necesitaría una casa con placa de ducha, que fuera un piso bajo o con ascensor… Esa sí que sería una nueva vida". A pesar de todo, ha vuelto. "Yo no pido que me la regalen, solo quiero poder empezar de nuevo. Porque volver allí es caer en una depresión".
El regreso ha sido un choque emocional. José María recuerda los meses en los que, inmovilizado y solo, se sentía abandonado: "Veía que me iba a pudrir allí solo. Todo el mundo lo sabía, pero nadie hacía nada". Hoy, su objetivo es no volver a caer. Ni en la cama, ni en el olvido.
