Pedro Álvarez Luque, trabajador del cementerio municipal de Barbate durante más de dos décadas, ha recibido una resolución favorable de la Inspección de Trabajo tras denunciar haber sido víctima de acoso laboral por parte del Obispado de Cádiz-Ceuta y su empresa gestora. Pedro fue apartado de sus funciones después de la entrada directa de la Diócesis en la gestión del camposanto en agosto de 2023. La situación le llevó a una baja médica por ansiedad.
"Me quitaron hasta la radio, me dejaron aislado en un despacho vacío y me prohibieron hablar con la gente", denuncia Pedro. "Detrás de todo esto hay nombres propios: Carmen Lobato, Antonio Diufain, el obispo Zornoza, y otras cómplices que pisotearon todo lo bueno que se construyó en San Paulino con tanto esfuerzo de curas ejemplares y personas de fe. Han destruido lo que era un hogar para muchos. Una comunidad viva, comprometida, que ahora está desmantelada por intereses que poco tienen que ver con el Evangelio. Pido al Papa León que mire hacia Cádiz, que escuche a su pueblo y nos ayude a limpiar tanta miseria disfrazada de autoridad religiosa".
En una publicación en sus redes sociales señala que ha logrado "un reconocimiento oficial de los abusos que sufrí, con el silencio y consentimiento del cura Antonio Pablo, que nunca quiso escucharme pese a mis súplicas. Tras años de servicio y con el cariño de la gente de San Paulino, me apartaron sin motivo, me encerraron en un despacho sin tareas, me hicieron tres auditorías buscando algo para justificar su maltrato. Como no encontraron nada, me aislaron y me intentaron destruir psicológicamente. Me enfrenté al desprecio, la indiferencia y amenazas. ¿Por qué? Porque algunos no soportaban que alguien defendiera la verdad y los principios cristianos".
Según relata, su vida laboral cambió drásticamente tras haber trabajado durante años con la parroquia de San Paulino. "Yo era el encargado del cementerio y me encargaba de todo: los sepelios, los nichos, la gestión... Hasta que llegó el Obispado y me quitaron las llaves del cementerio".
Una máquina de hacer dinero
El cambio de gestión se produjo tras la decisión de la Diócesis de asumir directamente el control del camposanto, desplazando a la parroquia. La gestión fue encargada a la empresa Santa Marta, vinculada al Obispado, que ya gestionaba los cementerios de Vejer y Benalup. Según Pedro, se impuso una lógica empresarial que afectó tanto a trabajadores como a familias: "Quitaron los pagos a plazos, exigían el pago completo del entierro en el momento y llegaron a cobrar hasta 100 euros por quitar un corcho de un nicho vacío. Y si no podías pagar, te decían que esto era como el que va a un supermercado. Si no gustan los precios, vete a otro. Una señora les respondió que su madre no era un saco de patatas".
Con la reciente cesión gratuita del cementerio al Ayuntamiento, Pedro confía en que se recupere un modelo más humano y accesible. "La Iglesia convirtió el cementerio en una máquina de hacer dinero. Se cargaron un servicio cristiano, como lo es consolar al que sufre. Había personas mayores que llevaban toda la vida pagando y, de repente, se encontraban con trabas, con desprecio. Había mucho miedo”. Ahora Pedro es trabajador municipal y se encuentra feliz porque vuelve a sentirse al servicio del pueblo, como sucedía de la mano del párroco José María Quintana.



