José María Godínez, nuevo director de Tugasa: "Los hoteles de Diputación cumplen una función social"

Profesional del turismo durante más de 30 años, el gaditano dirige los nueve establecimientos de la empresa pública con el objetivo de "atraer a más visitantes, abrir mercados y equilibrar cuentas"

José María Godínez, director técnico de Tugasa, en la plaza de San Antonio de Cádiz.  REYNA
José María Godínez, director técnico de Tugasa, en la plaza de San Antonio de Cádiz. REYNA

El turista consciente y vocacional que convirtió la pasión en oficio 

Para trabajar en asuntos turísticos conviene ser turista. Al hablar de viajes, José María Godínez Calvo (Cádiz, 1968) se enciende. Es viajero vocacional, casi compulsivo, desde chico. Cuando no era moda universal. Licenciado en Turismo, en la Facultad de Jerez, y en Filosofía, es desde hace apenas dos meses director técnico de Turismo Gaditano SA (Tugasa), la entidad pública que controla para la Diputación Provincial nueve hoteles con restaurante en medianas y pequeñas poblaciones de la provincia.

Forjado en la empresa privada (trabajó en el hotel Los Cántaros de El Puerto de Santa María desde los 22 años y lo dirigió desde 1991 hasta 2023) ha integrado equipos de trabajo en la patronal comercial portuense y en la de la hostelería provincial, Horeca. Siempre tuvo un pie en las plazas y patios de colegio de su Cádiz natal (no se le daba mal el fútbol) y el otro en aeropuertos, senderos o estaciones, siempre cargado con la necesidad de salir, ver y volver. Habla Inglés, Alemán y Francés además de la lengua materna y ha pisado más de 70 países del mundo, casi la tercera parte de los que existen, mochila al hombro.

Ahora dirige la red pública provincial de establecimientos públicos ubicados en lugares con un especial atractivo, cerca de conjuntos monumentales, en antiguos conventos o palacios, junto a parques naturales. Tugasa cumplirá el próximo año los 55 años de existencia. Ha sobrevivido a etapas de crisis económica severa, incluso a propuestas de disolución presentadas hace apenas una década. La mejora de la oferta, de la función social y de las cifras forman la base de su objetivo. Mientras, analiza un sector que vive un furor jamás conocido, una explosión que algunos consideran burbuja efímera. Ahora, son millones los que ejercen de viajeros y turistas, los que van y vienen. Él fue uno de los primeros de su generación, casi un pionero, y puede observar el fenómeno turístico con una información, con una formación, al alcance de pocos.

Tiene usted 55 años. Ha pasado mucho más de la mitad viajando o atendiendo a viajeros ¿Conoció un momento de más actividad turística, en el que más personas viajaran casi en cualquier temporada, por tierra, mar o aire, sea la que sea su edad, nacionalidad y poder adquisitivo?
Hemos pasado por una pandemia. No olvidemos que, históricamente, este fenómeno se ha reproducido de la misma forma. Después de la Primera Guerra Mundial llegan los años 20, los felices y locos 20. Después de la Segunda Guerra Mundial aparece el boom del turismo mundial de los años 60, aunque en España llegara un poco más tarde porque en la dictadura todo se producía con retraso. Ahora venimos de una pandemia. Hay una explosión vitalista, por decirlo así. Tiene mucho que ver con esa situación, con la fragilidad en la que nos vimos. Dos años sin, prácticamente, poder ir a ningún sitio, sin saber si el futuro existía. Sociológicamente tiene mucho que ver pero también influyen otras cuestiones.

Antes de la pandemia, las cifras relacionadas con el turismo ya crecían a una velocidad sorprendente año tras año. Otros elementos habrá.
Desde que yo empiezo a trabajar, en los primeros años 90, hasta ahora hay un elemento nuevo y diferencial que se llama internet. Ha revolucionado muchos sectores económicos y el turístico, claro, también. Cuando yo empecé a trabajar en un hotel pequeño tenía que estar a la expectativa, esperando que llegasen los clientes. Aparecían porque nos habían visto en una guía de viajes y nuestro hotel se había tenido que pelear con media humanidad para aparecer ahí. Los más grandes tenían otras opciones pero tampoco tantas. Podían estar en una guía más grande, en el catálogo de El Corte Inglés, pero los pequeños no podíamos. Cuando aparece internet, lo democratiza todo. Un hotel pequeño, al margen de las habitaciones que tenga, de la capacidad económica que tenga, empieza a aparecer en los buscadores en el mismo sitio que otro con mucha pasta, de los que sí puede estar en un catálogo de cadenas y agencias. A partir de ese momento, todos estamos en la misma situación de salida. Podemos dejarnos de eufemismos y dar nombres. El que lo revoluciona todo es Booking.

¿Es el Google del sector, el Uber Eats de la comida, el Facebook, el Netflix del negocio, la versión adaptada de una revolución tecnológica y comercial que le ha dado la vuelta a todo?
Lo cambia todo y enseguida llegan otros, muchos, muy conocidos hasta Airbnb que es otro cambio. Hay decenas. Pero digamos que Booking es el primero y crea un sistema de ránking en el que buscas alojamiento para el lugar al que quieres ir. Pongamos que Cádiz. Lo primero es buscar por zonas. En este caso divide entre playa o centro. A partir de ahí, fija precio. Con esos criterios, te muestra todo el abanico. Pequeños y grandes, en igualdad. Todo se democratiza. Y los que informan son los propios clientes que se han alojado. Dicen si el local vale la pena o no. Crea y presenta la relación calidad-precio al momento.

"Hace unos años, el viaje en las familias aparecía cuando sobraba algo de dinero o por una celebración. Ahora se reserva parte del dinero que entra para escapadas cada año, se ha convertido en una prioridad que va justo después de las esenciales"

¿Cómo explica que el fenómeno turístico afecte por igual a pensionistas y a adolescentes, a todas las generaciones que ahora viajan casi por igual?
Uno de los factores del crecimiento del turismo es la incorporación del cliente senior, de los mayores. Nuestros padres, los de los andaluces que tenemos cincuentaypico, viajaron un poquito, muy poquito. Ni siquiera ya jubilados lo hicieron más. Ahora es muy grande el número de pensionistas que puede encadenar ocho viajes, grandes o pequeños, al año. Y otros sectores de población, igual. Un chaval o una chica con 16 años, hoy, ha hecho ya más kilómetros que la mayoría de personas mayores que yo pueda conocer. Habrá sido con sus padres, en coche, en tren o en avión, pero los ha hecho. Yo me monté en un avión por primera vez con 14 años pero la mayoría de mis amigos no lo hizo hasta los 30 o más. Por las razones que fuera. Y en este momento, a partir de los 18 años, empiezan a viajar sin familia a un ritmo que hasta hace poco resultaba impensable. Son cambios sociológicos, económicos, tecnológicos que afectan a todo. Afortunadamente, estamos en una situación económica en la que la clase media es más potente que nunca. Hay muchas más posibilidades y en ese conjunto entra viajar. Incluso ha cambiado la mentalidad de las familias. Hasta hace unos años, 10, 20, el viaje aparecía cuando sobraba algo de dinero o en un ocasión especial, una celebración. Ahora, en muchas casas, una parte del dinero que entra cada año se reserva para una escapadita, o para varias. Para viajes cerca o, si hay ocasión, más largos. De pronto se ha convertido en una prioridad que va justo después de las esenciales. Además, viajar se ha vuelto más asequible.

¿Viajar es más barato que nunca, está al alcance de más consumidores que nunca?
No sólo más barato. Es más fácil y más rápido que nunca. Cuando yo empecé a viajar, montarse en un avión era una odisea. Ahora, en esta misma conversación, si queremos, cogemos el móvil y, aunque sean las seis de la tarde, encontramos a precio razonable un billete de avión para salir desde Jerez o desde Sevilla a las nueve de la noche para varios destinos. Eso jamás había sucedido. Así, sin levantarnos ni dejar de tomarnos el café. Como mayor dificultad, tendríamos que cenar en Madrid y por la mañana estaríamos camino de cualquier lugar del mundo. Recuerdo cuando apareció Ryanair y empezó a vender billetes de avión a 30 euros. La gente decía que los aviones se caerían cualquier día. Que a los motores les faltarían piezas. Que no podía ser. Y ahí están.

"Claro que puedo entender la turismofobia pero no me gusta ese doble rasero: cuando viajamos nosotros a otra ciudad nos creemos viajeros cultos, cuando vienen los demás a la nuestra son turistas molestos"

En esa situación de explosión turística sin precedentes aparece la masificación, la saturación ¿Hay métodos para controlarla más allá de cobrar por entrar a espacios públicos como en la célebre polémica de la Plaza de España de Sevilla?
Recuerdo cuando iba a un museo y paseaba por cualquier sala, en cualquier época del año, tranquilamente. Podía disfrutarlo, descubrirlo. Ahora, ese museo está saturado de gente haciéndose selfis delante de cuadros que ni quiere ver. Pero quién soy yo, ni nadie, para decir quién entra en un museo y quién no. Si tratamos de poner controles, subir mucho la entrada en ese museo, podemos caer en el clasismo. Volveríamos a caer en el error de tantas veces. Dejaríamos al margen a una parte de la sociedad, a los que no podrán entrar en el museo por cuestión económica. Seguramente, dejaremos fuera del museo a una chavala que es una futura pintora, que iba por pasión a la pintura, a disfrutar los cuadros más que nadie, y permitiremos que entre alguien que puede pagar pero que sólo quiere hacerse un selfie, que va al Louvre y ni mira La Gioconda. Pero de alguna forma habrá que limitar la saturación, la entrada a ese museo o a otros espacios ¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿Por dónde empezamos? El movimiento turístico es imparable. Creo que el límite llegará con la saturación de recursos.

¿Qué recursos son esos que se agotarán?
Todos. Sobre todo, los naturales. Cuando no seamos capaces de gestionar los recursos que tenemos, el turismo empezará a retroceder, dejará de crecer. Si los visitantes vienen por unos cuantos kilómetros de playa virgen que hemos conservado, cuando construyamos en esas playas o no podamos recoger la basura, dejarán de venir. En muchas localidades, por ejemplo, no habrá agua para tanta gente que se concentre en un momento del año.

¿Quiere decir que entiende la turismofobia pese a ser profesional del turismo durante más de 30 años?
A mí me hablan de turismofobia como a cualquiera. Soy de Cádiz, vivo en la provincia de Cádiz. Cuando un amigo, alguien de la familia, me dice algo lo puedo entender. No vamos a negar que hay molestias. Yo salgo un sábado por la mañana y desde mi casa al Mercado Central tengo que dar un rodeo porque hay calles llenas con grupos de turistas. Luego, en el Mercado Central, tengo que esperar para comprar pescado a que unos turistas le hagan fotos a los atunes que tiene Fernando Coucheiro en el mostrador. Claro que puedo entenderlo. Pero me aguanto y comprendo que otras veces soy yo el que molesta. Cuando alguien me lo plantea le pregunto si nunca ha estado en Sevilla, en el centro, o en Granada, dando un paseo un fin de semana. Me contestan que claro, que lo han hecho. En ese momento, les planteo si no se han dado cuenta de que cuando hicieron eso eran igual de molestos para el vecino que el turista que les molesta ahora en Cádiz. Eso de que los demás, cuando son turistas, son muy malos pero yo cuando lo soy resulto ser muy bueno es difícil de entender. Cuando viajamos nosotros, nos creemos viajeros cultos y respetuosos, nunca molestamos. Cuando viajan los demás, cuando vienen al sitio en el que vivimos, son turistas molestos. Ese doble rasero no me gusta. Cuando viajemos tenemos que ser conscientes de molestar y hacerlo lo menos posible. Nosotros, los que nos quejamos, también hemos alquilado apartamentos turísticos, también saturamos playas y recursos, también podemos ensuciar una calle.

TUGASA 01 A
El profesional gaditano llegó a la dirección técnica de Tugasa el pasado mes de enero.

¿Eso de la gentrificación existe? ¿Los apartamentos turísticos echan a los vecinos de los barrios?
Claro que existe pero es mucho más complicado que culpar a los apartamentos turísticos. En este bar en el que estamos tomando café es muy probable que no haya relevo generacional. Cuando el dueño actual se jubile, probablemente sea una franquicia la que coja el local. La gentrificación existe pero tiene muchas causas y muy complicadas, la bajada de la natalidad, los cambios de hábitos de los consumidores...

¿El crecimiento turístico, año tras año de récord, tiene límite, tiene techo?
Es cierto que no paran de crecer las cifras ligadas al turismo pero por primera vez, al menos que yo recuerde, empezamos a plantearnos en el sector, entre los profesionales, que las cifras y los récords ya no son lo más importante. La provincia de Cádiz está en un punto óptimo, quizás esté empezando a sufrir saturación en algunas zonas.

¿Lo natural, lo lógico y matemático es que después de tanta subida, tanto récord, venga una caída? ¿Todo lo que sube, baja?
Esa caída no va a llegar si lo evitamos, si somos capaces de mejorar. Si empezamos a cargarnos los espacios naturales por los que nos han visitado tantos miles de personas, la gente dejará de venir. Seremos un destino más. Podríamos hacer que viniera más gente cada vez pero caerían los precios, la demanda, el interés.

"Ahora, con el concepto de España vacía, le veo más sentido a redes como Paradores o Tugasa. Los pueblos necesitan incrementar o, al menos, fijar población y ahí es donde podemos ofrecer algo"

En ese panorama disparatado, usted pasa de la empresa privada al sector público, tan minoritario en el turismo, tan excéntrico
Es verdad que hay pocas redes turísticas como Tugasa en España, pocas cadenas públicas. Algunas provinciales, regionales, la gran referencia de Paradores de España, pero hay pocos casos de gestión pública. Pero dentro de que sea poco frecuente, yo siempre he sido un enamorado de Tugasa. De chaval he ido mucho al Convento de San Francisco de Vejer, por ejemplo. Recuerdo que iba a Vejer cuando podía y entonces el único hotel que había era ese. En aquel tiempo, en los años 80 por ejemplo, Vejer no era tan conocido ni estaba tan asociado a la playa. A la gente de mi edad, además de la preciosidad que es Vejer, le gustaba la idea del convento reconvertido, el precio, que fuera sencillo.

¿Cómo se pueden ofrecer las ventajas de los hoteles públicos en tiempos de furor turístico privado?
La idea nace en 1928 con Paradores. El concepto es que la iniciativa pública llegara allí donde la privada difícilmente va a llegar. Hoy todavía le veo más sentido que hace un siglo, cuando nació, o que en 1970 cuando nace Tugasa. Hoy estamos sufriendo lo que se llama España vacía, según lo bautizó Sergio del Molino con su famoso libro. En la provincia, sobre todo en la Sierra, sucede algo similar a esos pueblos de interior que se mencionan con ese término. Aunque en Cádiz los pueblos son mucho más grandes. Aún así, han perdido o están perdiendo población. El otro día, un alcalde me hablaba de un plan para alquilar oficinas en fincas históricas a precios muy bajos para que la gente vaya a teletrabajar. O te hablan de planes de guarderías gratuitas para que vayan parejas jóvenes con hijos. Los pueblos necesitan incrementar o, al menos, fijar población. Ahí es donde Tugasa puede ofrecer algo.

¿Habla de hoteles con función de servicio público, con papel de agente social?
Es que salvo en el caso de Vejer, que ha evolucionado de una forma asombrosa, incluso de Medina Sidonia, la idea de Tugasa siempre fue abrir establecimientos donde nadie más los iba a abrir, bien por tener muy poca población, por ser demasiado arriesgado, porque no sería rentable. Así que abrir un hotel y restaurante, efectivamente, es una función social, pública. Incluso en el caso de Vejer, donde ya han abierto muchos establecimientos privados y ha cambiado el escenario, podemos ofrecer una función social al acoger determinados actos, celebraciones. Puede ser centro de operaciones para distintos eventos. Si desapareciera el hotel de Tugasa en Vejer, los vecinos perderían un centro de convivencia familiar, vecinal.

Vejer y Medina son dos excepciones, por el tamaño de la población, entre los nueve hoteles de Tugasa. La función esencial es abrir en municipios con muy poca población y mucho atractivo
Vejer y Medina han cambiado muchísimo. Han evolucionado a otros conceptos pero la idea original de Tugasa en el resto de lugares era, casi, ser el único hotel en el pueblo. Casi el único restaurante y la única cafetería. Es una forma de hablar porque luego hay bares y ventas. Además del concepto turístico, hablamos de municipios con muy poca población, en los que era la única opción de alojamiento, o de las pocas, para cualquier trabajador que tenga que hacer noche allí. Localidades en las que la gente del pueblo no tenía un lugar algo más formal donde ir a tomar café, donde tener un almuerzo o una cena entre amigos o familia. Se trata de cumplir esa función. Además de ofrecer ese servicio, creas empleo, haces que el pequeño comercio del entorno gane. El panadero gana, el carnicero. Todos. Los establecimientos de Tugasa sólo se abastecen con el concepto de kilómetro cero. Contribuimos a la microeconomía local. Por eso decía que fijamos población, hacemos territorio.

"Prestar servicio, fijar población y crear riqueza son las prioridades pero Tugasa tiene que acercarse a la rentabilidad cuanto más mejor"

¿Villaluenga del Rosario es el caso más paradigmático, el mayor ejemplo?
Puede ser el caso más extremo dentro del concepto que hablamos porque es el municipio con menos habitantes de la provincia, poco más de 500 personas. En Villaluenga, el hotel-restaurante de Tugasa sigue siendo el único establecimiento del pueblo. Es cierto que habrá algún apartamento o casa rural en alquiler, claro, que puede abrir algún bar de temporada en verano, pero como hotel-restaurante disponible todo el año, con todos los servicios para todos los vecinos, es el único. Ese es el ejemplo de la función social de la que hablaba. En esas circunstancias, durante todo el año, es muy difícil que la iniciativa privada abra un establecimiento en Villaluenga porque puede que no sea negocio.

¿Tugasa aspira a la rentabilidad? ¿Quedaron superados esos años, entre 2012 y 2014, cuando se llegó a plantear su desaparición?
Tugasa cumple una función que es el desarrollo del turismo y de los municipios en los que se ubica. Lo hace allí donde la iniciativa privada no llega para prestar un servicio, fijar población y crear riqueza en ese lugar. Esa es la prioridad pero tiene que acercarse a la rentabilidad cuanto más mejor. Cualquiera en el mundo de la hostelería sabe que algunos locales de Tugasa difícilmente pueden ser rentables pero otros sí que deben serlo, y mucho. Ese caso también se da en Paradores de España. Hay algunos que son muy rentables y otros, con solo 15 habitaciones, en un paraje más aislado, quizás en un castillo precioso, lo es mucho menos, pero cumple otra función complementaria. Así debe funcionar el concepto según lo veo. En ese equilibrio debe estar la búsqueda de la rentabilidad. La compensación entre lo rentables que sean unos y lo menos que resulten otros debe dar un saldo positivo, unas cuentas presentables, satisfactorias para los inversores, los que ponen el dinero, los que se lo gastan en Tugasa. 

¿Para los responsables políticos de la Diputación Provincial, quiere decir?
No, no, para los que pagan impuestos. Para la gente que vive en la provincia de Cádiz. Tugasa se alimenta de dinero público, dinero de todos. Hace un año, sin ir más lejos, Tugasa ha tenido una inyección importante de dinero que le ha permitido renovar parte de sus instalaciones, mejorar sus servicios. Necesitan un mantenimiento continuo porque en muchos casos son establecimientos con muchos años.

¿Cómo se lleva la teoría del servicio público a la práctica, a la competitividad feroz del sector turístico, a la posible rentabilidad?
Es un mercado competitivo y hay que competir. Eso se puede conseguir ajustando gastos e incrementando ingresos, atrayendo a más clientes. Si lo conseguimos, vamos a mejorar la rentabilidad y además vamos a lograr que esa función pública sea más eficaz, que acuda más gente del pueblo pero también más visitantes. Y esas personas no van a consumir sólo en el hotel y el restaurante de Tugasa. Si están varios días en el municipio, es difícil pensar que todas las comidas las hagan en el restaurante, también saldrán, harán compras, esa es la economía local de la que hablaba.

"Principalmente, nuestro visitante es gaditano, andaluz, de proximidad pero queremos atraer a nuevos clientes que complementen a los que ya tenemos"

¿Hay un viajero tipo de Tugasa?
Principalmente, el cliente es gaditano. En segundo término, de provincias limítrofes, de Málaga, Sevilla, Huelva. Son viajeros que buscan un turismo de cercanía, de proximidad. No tenemos tanto acceso a un turismo de empresa, que va más a las ciudades, ni al que busca cultura, ocio, espectáculos. Ese se concentra en grandes poblaciones pero podemos aspirar a entrar en circuitos de turismo senior, al de extranjeros que buscan el turismo deportivo. Estamos teniendo presencia en ferias y congresos para buscar a un turista de golf, en el caso de los hoteles de Medina, Vejer y Castellar con Sotogrande o Montenmedio tan cerca, también el visitante que busca el avistamiento de aves. Hasta ahora nuestro mercado más fuerte es el turismo gaditano y andaluz, el de proximidad, de fin de semana, pero estamos abriendo las opciones comerciales, buscando otros mercados. Estamos intentando poner nuestro producto en el mercado para atraer nuevos clientes que complementen a los que ya tenemos.

¿Puede competir Tugasa con las mismas armas?
Nuestros esfuerzos comerciales tienen que ser los mismos que los de una empresa privada. Un grupo hotelero público tiene que tener los mismos objetivos, hay que gestionarlo como una empresa privada aunque tenga su propia problemática. Si en una empresa privada necesitas un bolígrafo, lo compras y luego haces las cuentas. En la administración pública tienes que rellenar seis formularios para comprar el mismo bolígrafo. Así es. Son sistemas de seguridad inseparables de lo público. Son las reglas del juego y así deben ser. No funciona igual pero el objetivo debe ser el mismo. Cuando un cliente se sienta en un restaurante de Tugasa, el pescado o el filete, el ambiente, la habitación, todo tiene que ser igual de satisfactorio. Incluso con más garantías, con más control porque hablamos de empresa pública, de dinero público, y no se puede permitir el más mínimo desliz. Pero eso no quita que salgamos al mercado a buscar lo mismo, quizás con menos armas. Tenemos que intentar atraer turistas y nuestros hoteles, en algunos casos, están en unas localizaciones donde tampoco hay mucha competencia privada. Si estamos en una localidad donde además del hotel de Tugasa hay alguno más, algún restaurante pequeño, probablemente se van a beneficiar también si eres capaz de atraer turistas a esa zona.

"Hay conversaciones con varios alcaldes para abrir un nuevo hotel de Tugasa, el décimo. Que haya muchos municipios interesados demuestra lo importante que es para una localidad tener un establecimiento de este tipo"

¿Habrá décimo hotel-restaurante de Tugasa pronto?
Hay conversaciones en marcha con varios alcaldes, con municipios interesados. Ahora Tugasa tiene Vejer, Medina Sidonia, Castellar, Olvera, Setenil, Zahara de la Sierra, Algar, Villaluenga del Rosario y El Bosque. Germán Beardo, el diputado responsable de Tugasa, habló de abrir un nuevo hotel y hay muchos municipios interesados. Eso demuestra lo importante que es para una localidad tener un establecimiento de este tipo que la empresa privada difícilmente va a montar.

¿Qué plantilla tiene Tugasa en la actualidad?
Alrededor de 125 trabajadores. En ese número se incluyen los de la central administrativa, los que trabajan en la sede de Tugasa, además de los empleados de los nueve establecimientos.

¿Los hoteles y restaurantes públicos tienen las mismas dificultades que los privados para encontrar trabajadores?
Sufrimos mucho esa situación. Tenemos las mismas dificultades. Hay que tener en cuenta que los trabajadores de hostelería y turismo, habitualmente, se concentran en la zona donde está la mayor oferta de empleo, es decir, en la playa. En la costa tienen más posibilidad de trabajar, incluso de desarrollarse, aprender profesionalmente, crecer, abrir negocio propio. Les atrae más. En un pequeño pueblo, la vida es más agradable en muchos aspectos pero más difícil en otros. La gente joven se marcha a las ciudades más grandes o a la playa por varias cuestiones. También por oportunidades de conocer gente, por diversión, por tener acceso a música en directo, a museos, a cine. Es muy difícil encontrar personal en algunos municipios pequeños. Hay otro obstáculo añadido. Alguien que vive en Cádiz o en Jerez se puede plantear ir a trabajar a diario a El Puerto, a Chiclana, a Sanlúcar o Conil, pero desplazarse a los municipios de la Sierra, por ejemplo, si no vives allí es muy complicado. La mejor opción es que los trabajadores sean del propio municipio y esa posibilidad propicia, además, fijar población, que no se pierdan habitantes.

Sobre el autor:

Afot

José Landi

Nacido en Cádiz, en 1968. Inicia su trayectoria en 1990. Columnista, editorialista, redactor, colaborador, corresponsal o jefe de área en 'El Periódico de la Bahía de Cádiz', 'Cádiz Información', 'Marca', 'El Mundo' y 'La Voz de Cádiz'. Ha colaborado en magacines o integrado tertulias de Canal Sur Radio, Cadena SER, Canal Sur Televisión, Onda Cero y COPE. Premio Paco Navarro de la Asociación de la Prensa de Cádiz en 1997 y 2012 (a título colectivo). Premio Andalucía 2008 a la mejor labor en internet (colectivo). Ganador del I Premio de Relatos Café de Levante. Autor de la obra de autoficción ("no sabía que existiera ese género", dice) 'Ya vendrán tiempos peores' (Editorial Cazador, 2016). Puso en marcha el proyecto de periodismo gastronómico 'Gurmé Cádiz' y mantuvo durante diez años blog como 'El Obélix de San Félix' y 'L'Obeli'. Forma parte del equipo que realiza el 'podcast' de divagación cinematográfica 'A mitad de sala'.

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