El Puerto está de moda. Durante el verano, rebosa de visitantes con ganas de pasarlo bien. A algunos se les va de las manos y provocan molestias a los vecinos de esta ciudad que, en los últimos años, se ha convertido en foco de atracción para el turismo de borrachera. Laura lo vive en sus carnes a diario. Esta portuense es propietaria de un piso ubicado en la calle Jesús de Los Milagros, una de las vías más concurridas del centro en estas fechas.
Allí lleva 22 años viviendo con su familia. Pero asegura que nunca había visto lo que sufre desde que acabó la pandemia y saltó el boom de los apartamentos turísticos. “Llevo, literalmente, 7 días sin poder dormir gracias a los impresentables que están en los apartamentos turísticos”, comenta Laura.
A ambos lados de su bloque solo hay pisos de esta índole y asegura que, dos de ellos, “son ilegales”. “Como son zulos que no tienen ni ventanas, los que se alojan tienen calor dentro, no tienen aire acondicionado y sacan las mesas y las sillas para hacer el botellón en medio de la calle”, relata Laura a lavozdelsur.es.
Ante esta situación, las familias no se atreven a dejar a sus hijos bajar a esta calle peatonal para jugar a la pelota. “Mi vecino, de madrugada, tuvo que llamar a la policía porque esos mismos que estaban en la calle con las mesas y las sillas estaban gritando de tal manera que el niño se despertó y empezó a llorar, no podían dormir”, expone.
La vecina asegura que esos inmuebles siempre han sido destinados al alquiler vacacional y que solían venir familias que no les daban problemas. “Desde que abrieron los chiringuitos de Puerto Sherry, solo vienen niños de 18 a 24 años como mucho. Gente muy joven que viene a drogarse, a emborracharse y a liarla”, lamenta.
Aunque vive rodeada de bares de tapas, pubs y hasta una discoteca, su preocupación no es el ruido. Pone el foco en el incivismo y el comportamiento de estos jóvenes. “Los bares están todo el año y no tenemos problemas. Yo no estoy en contra de la hostelería, yo estoy en contra de este tipo de turismo”, sostiene.
Según comparte con este medio, todos los días de julio y agosto, a partir de las 18.00 horas, aguanta “un calvario”.
Gritos, ruidos y lanzamiento de objetos
“No paran de gritar, dar golpes y arrastrar muebles de madrugada. El otro día nos tiraron una vela en un tarro de cristal a la claraboya de nuestro patio y casi la rompen. El objeto vino volando del muro del edificio de al lado y cayó”, explica.
También añade que, con frecuencia, se desvelan a las cinco de la madrugada por el alboroto. “Es horrible, se suben a la azotea, corren, gritan, tiran cosas”, añade la vecina. Asegura que en ocasiones, los huéspedes juegan con un balón en su azotea.
“Cuando se embarca en mi azotea, saltan para cogerlo y nos dan unos sustos horrorosos porque caen de un muro de dos metros y hace un gran ruido, como si cayera una bomba”, expone. En esta calle las familias de este bloque, y de otros que también es el hogar de otros residentes, piden civismo en unos meses en los que el desenfreno y el descontrol están a la orden del día.
Los vecinos, hartos de los incívicos
Hace unos días, colectivos y particulares se concentraron para mostrar su malestar por esta situación que se repite en la ciudad. Un chico arrancando un paraguas del toldo de la plaza de la Herrería, gritos de madrugada o daños al mobiliario urbano son algunas de las principales quejas. Reclaman civismo, educación y respeto a quienes llegan al municipio para disfrutar.




