Pesar en El Puerto de Santa María por la muerte, a los 91 años, de Manuel Pico Ruiz-Calderón, histórico presidente de la Academia de Bellas Artes de Santa Cecilia entre 2006 y 2015. Su vinculación con la entidad se extendió prácticamente desde la infancia, desempeñando a lo largo de su vida responsabilidades como vicepresidente, tesorero y socio de honor. Su relación con la institución fue continua y determinante para su evolución cultural.
Desde su juventud, Pico formó parte del alumnado de los cursos de dibujo, un espacio en el que empezó a integrarse cada vez más hasta acceder a la junta directiva en 1981. Apenas dos años después asumió la vicepresidencia, cargo que mantuvo hasta 2001, cuando pasó a encargarse de la tesorería. Este recorrido consolidó su influencia en la estructura interna de la Academia y su papel como uno de los nombres esenciales en su desarrollo.
En 2006 asumió la presidencia de la Academia de Santa Cecilia, una etapa en la que impulsó una transformación profunda que situó a la institución como un referente de la vida cultural portuense. Durante esos años también lideró la restauración de diversas obras, entre ellas la Virgen de Guadalupe, que continúa expuesta en la Iglesia Mayor Prioral a la espera de su traslado definitivo a la capilla correspondiente.
El vacío de un hombre discreto
Desde la Academia de Bellas Artes de Santa Cecilia expresaron que la despedida supone una pérdida difícil de describir. “Hay despedidas que dejan un vacío imposible de nombrar. La de Manuel Pico Ruiz Calderón es una de ellas. Su ausencia pesa porque no fue solo un hombre comprometido: fue un pilar discreto, un custodio apasionado de la memoria de El Puerto y un faro incansable en la Academia de Bellas Artes de Santa Cecilia. Su marcha nos conmueve, pero también nos envuelve en un profundo agradecimiento por todo lo que nos regaló”, señalaron al valorar su figura y su trayectoria.
Su conocimiento de El Puerto de Santa María era considerado excepcional por quienes trabajaron a su lado. Su manera de hablar de la ciudad, marcada por un afecto profundo y por la precisión en cada detalle, lo convertía en un narrador natural. Tanto en tertulias como en encuentros culturales o conversaciones informales, quienes lo escuchaban reconocían en él a una fuente rigurosa y minuciosa para comprender la historia y los personajes que han definido la identidad local durante décadas.
Durante su presidencia, la Academia vivió un proceso de modernización integral. Pico revitalizó el Cuerpo de Académicos, reforzó la oferta formativa, abrió los primeros pasos hacia la presencia en Internet y en redes sociales, y contribuyó a recuperar la vida cultural de la institución. Su labor más significativa, según quienes lo acompañaron, fue el impulso a la restauración de los cuadros de la Iglesia Mayor, una tarea meticulosa que se convirtió en una expresión definitiva de su compromiso con la ciudad y su memoria.
