El barbero de la Oliva. El último Fígaro gaditano

Con más de cincuenta años al frente del oficio de peluquero de caballeros, para Francisco Pérez, un vejeriego afincado en la Bahía, ser barbero es ser un artesano, siendo un valor que se está perdiendo

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Francisco Pérez es un vejeriego afincado en la Bahía desde hace cincuenta años. Unos pocos menos que los que lleva en el oficio de la barbería. Y es que para este peluquero de casi 70 años, de la saga de los ‘Carnefritas’, la jubilación le viene demasiado grande. A los nueve años, ya empezó a instruirse en el oficio en la barbería de su tío en Vejer. Hizo el servicio en Cádiz, en la Alameda y allí fueron a buscarle de parte de uno de los barberos más reputados de la capital. “Don Nicolás, el barbero más importante que había en Cádiz, me llamó para empezar con él en su peluquería y allí estuve aprendiendo”.

Posteriormente, estuvo en la peluquería Vistahermosa, justo enfrente de Residencia, donde se llevó más de veinte años en el negocio. Por una cuestión de enfermedad familiar, se fue a vivir a la Isla y allí montó su propia peluquería en la zona conocida como Los Olivos. Y qué mejor manera que recordar sus raíces en ese mismo lugar, poniéndole como título peluquería Virgen de la Oliva, en honor a la patrona de su pueblo natal. No solo tiene el nombre, sino que también se le suma un cuadro en honor a la Oliva. Diplomas y certificados de toda una vida de trabajo, póster de algún que otro modelo y fotografías de sus nietos para acompañar la faena. Una barbería de las de toda la vida que no necesita artificios para tener ese estilo vintage que tanto se lleva en los últimos años.

Sobre la nueva ola de peluqueros y centros que en los últimos años han abierto y cerrado, Pérez diferencia entre dos hornadas distintitas de peluqueros: “una, la de los profesionales, y otra, los que no lo son”. “Los profesionales somos artesanos, porque cogemos el trabajo desde el principio”, refiriéndose a todo el proceso de la barba, pelado a navaja, controlando tanto el pelado clásico, como el moderno. Sobre la moda del degradado, el barbero critica que haya peluqueros que sólo sepan “meter la máquina” y no sean capaces de manejarse con la tijera “haciendo las distintas escalas que tiene el degradado”.

El problema, según Paco Pérez, es la pérdida de los aprendices. “Hoy en día no puedes tener a un aprendiz porque cuesta mucho dinero mantenerlo”, resaltando que el chaval que quiera aprender “hace un curso de varios meses y ya monta su propia peluquería”. “Demasiado hacen, porque tienen su mérito saber peluquería sin profesionales que les enseñe”. Como buen peluquero antiguo, no puede olvidar su ‘toquecito’ al Gobierno, criticando la situación de los jóvenes autónomos que intentan sacar adelante un negocio, pero que a los dos años “les crujen económicamente por todos sitios”. “Es una trampa que pone el Estado para mantener ocupada a la gente joven”, critica el vejeriego.

El cuidado del hombre

Son muy pocos los quedan que arreglen las barbas y, aunque algunos son más jóvenes y han sabido adaptar el negocio, Pérez sostiene que “los que cogemos las barbas somos muy pocos”, porque tiene “casi el mismo trabajo que un pelado, pero se cobra menos”. Su clientela va desde gente joven a más mayores, lo que indica, según el barbero que domina todas las técnicas y no como la mayoría de las nuevas peluquerías que solo “mete la máquina”.

Recuerda con cierta nostalgia las distintas modas por las que ha tenido que pasar desde que empezó en este trabajo. Cuando los ‘Ye-Yes’ gaditanos fue todo un boom el pelado al escalón como el de los Beatles o el pelado “francés”, que lo puso de moda un peluquero que estaba en la calle Cobos en Cádiz. “Se trataba de la parte de arriba muy corta, pero a partir de la sienes ya se dejaba largo”, comenta señalando con gestos el citado corte. También los lavados de cabeza fueron muy típico en la época, de caballeros que querían lavarse la cabeza y peinarse todas las semanas.

“Pasan los tiempos, pasan las modas, pero la noria girando va”, como cantaran aquellos Fígaros de Paco Alba, Pérez entiende que la clave está en saber manejar todas las técnicas para poderse adaptar.

Cantaor y exfutbolista

Las vidas de Paco Pérez no se quedan solo en las barbería. Ya que en su época más joven fue una gran pelotero, jugando en equipos de la provincia y también de Sevilla como el Triana. Una época que recuerda con brillo en los ojos y acordándose de jugadores de campos de tierra, que han sido compañeros o rivales suyo.

Futbolistas y relacionados con el mundo del fútbol como los Mané, Mágico, Asensi, Belmaño y un largo etcétera de jugadores que pasaron por sus manos en la antigua barbería que regentaba en Cádiz. “Allí teníamos una relación muy buena con los futbolistas y muchos de ellos iban todas la semana a darse su recortito”, comenta con cierta melancolía.

Además de barbero y antiguo jugador, Paco Pérez es un reconocido cantaor flamenco. Si bien no se dedica profesionalmente a ello, pertenece a ese grupo selectos de amateurs que cantan y se ganan “sus cuatro perrillas” en las diferentes peñas de Cádiz o San Fernando.

Un oficio, según lamenta Paco Pérez, que está sucumbiendo a la prisas con la que vivimos y ni los nuevos peluqueros, ni los clientes, quieren entender el arte que supone el oficio de la barbería. “Somos artesanos, pero eso ya casi nadie lo valora”. Quizás en poco tiempo cerrará sus puertas la barbería que aún conserva en pequeños tarritos, la esencia de la antiguo barbero, uno de los últimos Fígaros gaditanos.

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