A sus 32 años, Andrew ha encontrado en Vejer el lugar donde echar raíces, aunque su historia comienza a más de 7.000 kilómetros de distancia. Originario de Chicago, este agricultor dejó Estados Unidos a los 19 años con un objetivo claro: aprender a trabajar la tierra de la forma más respetuosa posible.
Su formación comenzó en la costa este estadounidense, donde pasó tres años aprendiendo agricultura ecológica. El siguiente salto fue Argentina, país que descubrió durante un viaje en bicicleta por la Patagonia y donde terminó viviendo tres años. "Fue un viaje que cambió mi vida", confiesa. Allí conoció a su expareja, con quien más tarde daría el salto a Europa.
En 2018, Andrew recorrió Andalucía en bicicleta buscando el lugar ideal para establecerse. "Quería encontrar un sitio con buen clima, pero no demasiado caluroso en verano", explica. Vejer, con su brisa fresca y su temperatura moderada, cumplía todos los requisitos. "Me enamoré del pueblo nada más llegar. Tenía ese equilibrio perfecto entre vida rural y ambiente cosmopolita".
Los primeros meses en Vejer no fueron fáciles. Andrew trabajó en una tienda de bicicletas durante un año, una experiencia que resultó clave. "Fue mi puerta de entrada a la comunidad local", reconoce. Poco a poco fue tejiendo una red de contactos que le permitió alquilar una pequeña parcela de 1.800 m² y empezar su proyecto: La Milpa.
En La Milpa, Andrew aplica una metodología científica basada en análisis constantes del suelo, la savia de las plantas y el agua de riego. "Trabajo con laboratorios especializados, incluso uno en Holanda que es referencia mundial", detalla. Su secreto: "No combatimos plagas, fortalecemos las plantas. Si están sanas, se defienden solas".
Hoy, 17 de los mejores restaurantes de la zona -incluyendo establecimientos de prestigio como El Grupo Califa y El Muro- sirven sus hortalizas. "Las mezclas de ensalada, microbrotes, zanahorias y tomates son nuestros productos estrella", enumera. Cada cosecha es un desafío: "Trabajar con restaurantes de alto nivel exige consistencia. No puedes fallar ni un solo día".
Aunque su enfoque principal es la venta a profesionales, Andrew ha creado un espacio abierto a la comunidad. "Organizamos eventos de yoga y otras actividades para que la gente conozca nuestro trabajo", comenta. Para él, es fundamental que los vecinos entiendan el valor de la agricultura ecológica y local.
Aprendió a convivir con las particularidades del terreno vejeriego: "El agua tiene más minerales que en Chicago, y la tierra requiere ajustes constantes". Pero lejos de ser un obstáculo, estas diferencias han enriquecido su conocimiento agronómico. "Cultivar en zonas áridas como Andalucía te enseña a ser más eficiente", reflexiona.
Raíces profundas
Aunque su vida ha sido un constante viaje, Andrew no planea marcharse de Vejer. "Para proyectos agrícolas serios necesitas estabilidad", afirma mientras revisa sus cultivos. Entre tomates que saben a tomate y zanahorias llenas de sabor, este chico de Chicago ha encontrado algo más que un negocio: un hogar donde la tierra y el mar se alían para crear sabores únicos.
Mientras el sol de la mañana ilumina sus cultivos, Andrew sonríe: "Aquí tengo todo lo que necesito: buen clima, tierra generosa y una comunidad que me ha aceptado. Además, me gusta mucho el lomo en manteca".
