Investigadores del instituto IBIMA han demostrado que las proteínas de origen humano vinculadas al alzhéimer provocan daños más severos que las de ratón. El descubrimiento abre nuevas posibilidades para el desarrollo de terapias más eficaces contra esta enfermedad neurodegenerativa.
El estudio, publicado en la revista Aging Cell, fue liderado por IBIMA Plataforma BIONAND con la colaboración de la Universidad de Málaga y el Institute for Memory Impairments and Neurological Disorders de la Universidad de California, Irvine. Los resultados confirman que las proteínas patológicas, conocidas como semillas, no se comportan igual cuando proceden de cerebros humanos o de modelos de ratón.
Diferencias en la propagación de las proteínas
El equipo de investigación del grupo Neuropatología de la Enfermedad de Alzheimer (NEUROAD), dirigido por Antonia Gutiérrez Pérez, comprobó que estas semillas humanas muestran una capacidad más agresiva al propagarse en el cerebro. Según el investigador principal, David Baglietto, “comprender las particularidades de las semillas patogénicas acerca a tratamientos más precisos y adaptados a cada variante de alzhéimer”.
Los científicos inocularon extractos de tejido cerebral de pacientes fallecidos con alzhéimer y de ratones modificados genéticamente en el hipocampo de ratones vivos. El objetivo era medir la capacidad de estas semillas para transformar proteínas sanas en copias patológicas y analizar la respuesta del sistema inmune cerebral.
Los resultados fueron claros: los extractos humanos desencadenaron una propagación más agresiva que los de ratón. Además, el cálculo de la actividad de agregación confirmó una mayor potencia en las muestras humanas, lo que indica que las proteínas de pacientes con alzhéimer poseen propiedades diferentes y facilitan la formación de placas amiloidescon mayor rapidez.
El papel de la microglía en el avance del alzhéimer
Los investigadores también pusieron el foco en la microglía, las llamadas “células barrera” encargadas de rodear y aislar el daño en el cerebro. Observaron que su respuesta inflamatoria desempeña un papel relevante en la evolución de la enfermedad y plantearon que potenciar su función podría convertirse en un objetivo terapéutico para ralentizar el avance del alzhéimer.
La enfermedad, que afecta a cerca de 50 millones de personas en el mundo y que podría duplicar esa cifra en 2050, se caracteriza por la acumulación de dos proteínas mal plegadas. Estas, al desplegarse de manera anómala, actúan como semillas que convierten versiones sanas en copias patológicas, lo que explica la expansión progresiva de las lesiones en el cerebro.
El trabajo de IBIMA destaca además la importancia de la detección precoz. Analizar biomarcadores iniciales antes de la formación de placas podría permitir intervenciones tempranas y más eficaces, un paso clave en la lucha contra una enfermedad para la que aún no existe una cura definitiva.
