Durante semanas, los paseantes de La Malagueta (Málaga) pudieron encontrarse con un visitante poco habitual: un robot que anunciaba “mojitos, caipiriñas y daikiris” y dirigía a los curiosos hasta un chiringuito. Bautizado como Sardinator, el dispositivo se convirtió en un atractivo para turistas y vecinos, pero su circulación por el paseo marítimo ha llegado a su fin. La Policía Local de Málaga ha impuesto una sanción al establecimiento por ocupar la vía pública sin la autorización necesaria.
Según fuentes municipales, el robot no contaba con permiso para desplazarse entre los transeúntes. La concejala de Vía Pública, Elisa Pérez de Siles, recordó, además, que la normativa local no permite este tipo de dispositivos, y que los operadores deben cumplir la ordenanza reguladora de ocupación de la vía pública. Por ello, la policía intervino para levantar acta y garantizar la seguridad de los peatones.
Un curioso espectáculo que levantó críticas
El grupo municipal Con Málaga, representado por la concejala Toni Morillas, presentó un escrito al alcalde expresando su preocupación por la presencia del robot. Según Morillas, varias personas observaron cómo el artilugio deambulaba por el paseo, llamando la atención con sus mensajes sonoros. “Es capaz de esquivar papeleras, pero no tan hábil con las personas”, indicó. Incluso, se ha informado de que el robot llegó a tropezar con un transeúnte. En redes sociales, el concejal ironizó sobre la situación: “Málaga, la ciudad sin ley”.
Málaga, la ciudad sin ley por la que circulan artilugios publicitarios como este, no entrenados para no chocarse con las peatones.
— Toni Morillas (@antoniamorillas) November 7, 2025
Autoriza el Ayto de @malaga estos artilugios que ocupan el espacio peatonal?
Vídeo grabado por una vecina el Paseo Marítimo Ciudad de Melilla👇 pic.twitter.com/EshTZCHHHa
Sardinator formaba parte de una tendencia que ya se había visto en otras ciudades, como Londres, donde los robots camareros se usan dentro de restaurantes para llevar platos a las mesas. En La Malagueta, sin embargo, el dispositivo funcionaba en el espacio público, generando riesgos para los paseantes y complicando la circulación en el paseo marítimo.
Publicidad autónoma con límites
El robot no solo promocionaba bebidas, sino también espetos a cuatro euros, reforzando la estrategia de marketing del chiringuito. Aun así, la falta de autorización y el riesgo que suponía para peatones han hecho que su actividad quede suspendida hasta obtener los permisos correspondientes. Intentar volver a operar sin control podría acarrear sanciones más graves.



