Robert tiene 42 años, una lesión medular y, hasta hace poco, una vía de escape: su silla de ruedas motorizada. Hoy, esa silla es el centro de una investigación por robo que ha sacudido a su familia y a muchos vecinos de Las Lagunas, en Mijas (Málaga).
Todo empezó en 2022, cuando entró a quirófano para colocarse un bypass cardíaco. Lo que debía ser una intervención habitual se convirtió en un proceso crítico. En cinco días lo operaron tres veces. Las complicaciones afectaron gravemente a su médula y, desde entonces, convive con un daño que le impide caminar con normalidad. Además, sufre dolores neuropáticos permanentes, como explican desde Diario Sur. Era deportista, hablaba cuatro idiomas, había obtenido cinco títulos profesionales de formación profesional y trabajó "en todo lo que se le pusiera por delante".
Una silla valorada en más de 4.000 euros
El robo de la silla -equipada con un motor acoplado Handbike-Wella, valorado en más de 4.000 euros- ocurrió el viernes 21 de noviembre. La familia denunció lo sucedido ante la Guardia Civil el mismo día y entregó las grabaciones de seguridad del edificio para facilitar la identificación del autor. Robert la dejó solo 30 minutos en el rellano, pero fue suficiente para que desapareciera. No habría más carga narrativa que la evidencia que hoy circula en la propia comunidad: un vídeo, una gorra, un joven y un grave perjuicio.
El momento del robo: cronología clara
A las 19.30 horas del viernes 21, Robert regresaba de hacer recados y traía varias bolsas de la compra. Para poder entrar en el ascensor, introdujo primero las bolsas en el elevador, y dejó su silla de ruedas motorizada en el rellano, junto a las puertas del ascensor. Subió a casa a colocar la compra. Explica al medio que a causa de la lesión apenas puede andar: "No me funcionan los músculos de la parte posterior, casi no puedo moverme". Ese tramo de pocos metros entre el ascensor y el piso le provoca fuertes dolores neuropáticos.
Después de soltar la compra, tuvo que descansar por el esfuerzo. "Solo tardé media hora en bajar a por la silla", declaró. Pero al volver a bajar en ascensor, la silla ya no estaba. La primera reacción de Robert no fue asumir que se tratara de un robo. Pensó que algún vecino la habría movido por si estorbaba. Por eso consultó al presidente de la comunidad. Fue la cámara de seguridad la que desmontó cualquier duda.
Un joven con una gorra
Las imágenes muestran a un joven de unos 25 años, con una gorra, llevándose la silla y saliendo del portal del edificio con ella. Ese vídeo es ahora la principal prueba del caso. El dispositivo es costoso por su sistema motorizado y Robert depende únicamente de su pensión por discapacidad, que es el único ingreso que percibe. Con ella cubre todos sus gastos mensuales. No puede asumir la reposición del motor o de la silla en un corto plazo.
"No imaginaba que alguien pudiera robar a un discapacitado. Eso es ser peor que una rata", lamentó después al ver las imágenes. La investigación se mantiene abierta y centrada en la identificación del autor, apoyándose en las grabaciones aportadas por la familia. El robo ha dejado a Robert sin su herramienta de movilidad esencial, generando un problema económico difícil de resolver con sus ingresos actuales.
