Vendimiadores por unas horas, la experiencia enoturística de la casa viñedo Bendita Locura

Unas 40 personas, entre mayores y pequeños, han vivido en la práctica las distintas faenas de la vendimia, una propuesta de verano destinada especialmente a las familias que acaba de cumplir cinco años

Vendimiadores por unas horas, la experiencia enoturística de la casa-viñedo Bendita Locura. En la imagen, una familia pisando la uva recogida por ellos.
Vendimiadores por unas horas, la experiencia enoturística de la casa-viñedo Bendita Locura. En la imagen, una familia pisando la uva recogida por ellos. MANU GARCÍA

El turismo denominado cultural, el que ofrece experiencias y sensaciones singulares, no tiene límites entre los que buscan que su estancia les deje una huella mucho más intensa que la de sol y la playa. La costa es el principal reclamo en la provincia, una oferta que, sin duda, es el gran escaparate pero que, en cierto modo, oculta otras propuestas que entran de lleno en la cultura y costumbres locales.

Tradiciones, historia y labores genuinas que se han abierto al gran catálogo de opciones para un tipo de visitante inquieto que no se conforma con el hotel tipo 'pulsera todo incluido’, playa, chiringuito… es el que busca lo excepcional y lo que le hace vivir experiencias.

Los participantes en la vendimia familiar de Bendita Locura.    MANU GARCÍA
Los participantes en la vendimia familiar de Bendita Locura.    MANU GARCÍA

Una de ellas es la de la cultura del vino en el Marco de Jerez. El denominado enoturismo que llega a sorprender con la respuesta que tiene, especialmente cuando es el visitante el que se convierte en protagonista de una determinada faena. 

Nos centramos en la oferta que hace Bendita Locura, un cortijo y viñedo de 15 hectáreas que es también un alojamiento rural y una pequeña productora de vinos. Desde hace cinco años propone convertir en vendimiadores y pisadores de uva a visitantes, sobre todo niños y niñas, que cortan con sus propias manos los racimos.

Una madre con su pequeño disfrutando de la puesta del sobre el viñero.    MANU GARCÍA
Una madre con su pequeño disfrutando de las actividades.    MANU GARCÍA

Bendita Locura es el singular nombre de esta casa situada entre viñas y tierras albarizas en la que cada verano se lleva a cabo esta actividad “con una gran aceptación”. De hecho, la de este año, tenía cerrado el cupo de 40 personas desde hace bastante tiempo. Aquí se hace tan solo una sesión cuando la uva está para recogerla.

Pasadas las ocho y media de la tarde, cuando el sol empieza a caer por el poniente y manda la brisa marina, se ponen manos a la obra. Se les entrega, sobre todo a los pequeños, unas espuertas y unas tijeras después de explicarles cómo hay que proceder para cortar los racimos. 

Se eligen un par de liños para faenar. Tras llenar las canastas se procede al pisado de la uva a la vez que se explica el proceso que se sigue a partir del mosto hasta convertirse en vino. Para rematar la experiencia, todo termina con una cena a campo abierto donde el esparcimiento y el disfrute de la tranquilidad de un entorno tan exclusivo es también otro de los alicientes de la propuesta. 

Una joven en plena faena de vendimia.     MANU GARCÍA
Una joven, en plena faena de vendimia.     MANU GARCÍA

Los testimonios son muy variados, pero el denominador común es que la experiencia es muy gratificante. Es el caso de Israel, que repite por segundo año junto a sus pequeños. Por ellos se  inscribe: “La vivencia para ellos es sumamente enriquecedora porque aprenden y conocen de dónde sale el producto más conocido de su tierra”.

Elena, con su pequeño, se suma a la idea de acercar este mundo a los niños y niñas: “han disfrutado mucho pisando la uva”. “Al principio tuvo miedo, pero después se ha integrado y se lo ha pasado muy bien”, resume la experiencia vivida.

“Todo ha sido muy bonito, especialmente por disfrutar también de este entorno y de la puesta del sol”, afirma un joven que también ha participado de esta experiencia.

Un padre ayudando a su hijo a cortar los racimos.    MANU GARCÍA
Un padre ayuda a su hijo a cortar los racimos.    MANU GARCÍA

La mallorquina Ángela Adrover es una de las propietarias de este cortijo del siglo XIX totalmente rehabilitado con estilo y buen gusto. Sobre esta experiencia señala que “es una de las actividades que ofrecemos aquí, entre otras, relacionadas con la viticultura. Gusta mucho, tanto que ponemos un máximo de 40 personas, de las cuales muchas repiten cada año”.

Subraya que la experiencia es fundamentalmente familiar. “Les encanta sobre todo a los más pequeños y a los padres que ven cómo sus hijos toman conciencia del trabajo en el campo; lo cierto es que se lo pasan muy bien”. El perfil del que elige esta actividad es “muy local, gente que procede de ciudades cercanas que pasan el verano en la costa y aprovechan para tener esta experiencia”, afirma. 

Esta emprendedora, que es historiadora del Arte, junto a su socia, la sevillana Ana Luque, que antes de dedicarse a la viña era economista, ven en esta propuesta una forma de ampliar el conocimiento del mundo de la viña y el vino. De las 15 hectáreas de viñedos, ellas explotan una para sus propios vinos.

Un racimo de la uva cortada en Bendita Locura.      MANU GARCÍA
Un racimo de la uva cortada en Bendita Locura.      MANU GARCÍA

“Organizamos cualquier tipo de actividad para un grupo mínimo de 15 personas”. Cumpleaños, cenas de amigos, presentaciones de libros, congresos o cualquier tipo de evento, “tenemos el espacio suficiente para ello”, mantiene.

Las catas de vino de Jerez o de sus propios vinos es otra de las citas que programan: “Aquí producimos vino tinto, vino blanco, vermú y espumoso”, una producción propia con certificación de ‘viñedo ecológico’. Bendita Locura nació hace seis años. Tres se dedicaron a reformas y luego se abrió como hotel, que “era nuestro objetivo”, dice.

Dos pequeñas vendimiadoras con sus espuertas caminando por el liño.    MANU GARCÍA 

 

Sobre el autor:

KIKO ABUIN 1

Kiko Abuín

Periodista.

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