Una hora junto al radar de tráfico: "Aquí no estamos para pillar a nadie"

Un radar móvil de Tráfico, en una imagen retrospectiva. FOTO: MANU GARCÍA
Un radar móvil de Tráfico, en una imagen retrospectiva. FOTO: MANU GARCÍA

¿Cuántas multas pone el dispositivo cedido por la DGT en los 60 minutos que lavozdelsur.es pasa junto a los agentes encargados del mismo? El 'temible' aparato no es tan fiero como lo pintaban algunos.

“No me saquéis fotos, que tengo que ser el tío más odiado del universo”, bromea Javier, oficial de tráfico de la Policía Local. Son las 10 de una mañana de invierno, en la avenida Caballero Bonald. A esta hora, en la que el tráfico es abundante en este punto, el agente, junto a otro compañero, se dispone a poner en marcha el radar móvil que la Dirección General de Tráfico ha cedido al Ayuntamiento de Jerez para la realización de controles preventivos de velocidad en casco urbano.

Cuando el Ayuntamiento anunció la utilización de este dispositivo muchos fueron los comentarios en contra vertidos en redes sociales. Está claro que cada vez que se habla de un radar, enseguida en la mente de cualquier conductor surge la palabra “multa”. Sin embargo, en la hora que este medio está acompañando al 092 en el control, ninguno de los casi 500 vehículos que pasan por esta avenida ha infringido el límite de velocidad.

Olviden esa peliculera imagen de un coche patrulla parapetado tras un cartel publicitario aguardando a que un conductor pise más de la cuenta el acelerador. “Aquí no se viene a coger a la gente, sino a concienciar. No nos escondemos, nos ponemos en los lugares donde puede haber incidencias para las personas y donde puede ser un peligro el exceso de velocidad”, explica el agente. En efecto, el coche policial se encuentra situado en una plaza de aparcamiento, bien visible a todos los conductores. Sus generosas dimensiones, más cerca de una furgoneta que de un utilitario, evitan la sorpresa a menos que uno sea muy despistado. Además, no está camuflado. “Se ve de lejos. Aquí no se viene a pillar a nadie”, vuelve a insistir Javier después de poner en marcha el radar.

El dispositivo tiene situada la antena, con infrarrojo, a la altura de los faros. Inclinada unos 45 grados, hace un barrido en triángulo que permite captar hasta tres carriles por sentido de la circulación. Ésta está conectada con la cámara y con un ordenador situado en el salpicadero, desde donde se ven las imágenes en directo que capta la cámara. En el momento en que un vehículo circula a una velocidad excesiva, el aparato emite un pitido y toma una fotografía. Sin embargo, ya habría que correr más de la cuenta para que esto sucediera. Los policías siempre programan un margen de error por encima de la velocidad máxima permitida en la vía. En la avenida en que nos encontramos, donde no se puede circular por encima de los 50 kilómetros por hora, el radar saltaría a los 60, aproximadamente. “El porcentaje de multas suele ser bajo. Primero porque la gente, desde que está el carné con puntos, se ha concienciado más, y segundo porque se ve de lejos el coche y si vas un poco más rápido de la cuenta, pisas el freno”.Junto a Javier, otros dos oficiales son los que siempre se encargan del dispositivo, ayudados por un segundo agente, ya que siempre actúan en pareja. Desde que la DGT cede al Ayuntamiento el radar, algo que sucede periódicamente desde hace años, no recuerda haber presenciado más que a dos vehículos circulando a una velocidad muy por encima de la permitida, en las avenidas Juan Carlos I —la popular del colesterol— y Cantos Ropero —en el polígono industrial de El Portal— . En ese caso, señala que tampoco se montarían en el coche y emprenderían una persecución, algo también muy típico de las películas norteamericanas. “Ni funcionamos así ni tampoco podemos tener una patrulla en cada esquina. Si pasara alguien que circulara a una velocidad que constituyera un delito, el radar tomaría la foto y ya tendríamos los datos para instruir las pertinentes diligencias”. En este caso, el agente recuerda que el Código Penal establece como delito una velocidad 60 kilómetros más alta de la permitida en la vía, lo que a su vez conlleva una retirada del carné, multa y penas de prisión de entre tres y seis meses. “El 90 por ciento de las infracciones no quitan puntos”, añade.

Llevamos media hora. El radar señala que han pasado por el punto en el que nos encontramos 259 vehículos. En este tiempo el radar no ha saltado, hemos visto a algún conductor reduciendo levemente la velocidad e incluso hemos visto cómo un agente de paisano —desconocemos si de la Policía Local o de la Nacional— se identifica para preguntarle a Javier si lo han multado al creer que ha podido circular a una velocidad un poco mayor de la permitida. “Aquí, seas quien seas, si te pilla el radar, te pilló. La foto va directamente a Tráfico y ya allí a gestión de denuncias automatizadas”, nos explica para aclarar que no hay ningún tipo de favoritismo en este sentido.

Preguntamos al oficial si el exceso de velocidad está estrechamente relacionado con los atropellos. “No necesariamente. Estos accidentes en pasos de peatones son muy llamativos, pero muchas veces es despiste o bien del conductor o bien del peatón, que muchas veces se cree que por estar cruzando un paso de cebra ya está protegido, cuando hay veces que hay un árbol, un coche o un contenedor que le quitan visión”.

El tiempo pasa y la normalidad es la nota predominante. Los vehículos, según el radar, pasan a 40, 45, 30 kilómetros por hora… Uno marca 58, si bien por ese margen de error que hablábamos antes sale indemne de la multa. Cumplimos una hora rozando los 500 vehículos para descubrir que el lobo no es tan fiero como lo pintaban algunos. 

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Jorge Miró

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