Como siempre, los días previos al encendido del alumbrado son los más ajetreados en el Real del González Hontoria. Vehículos y camiones de reparto se mezclan con los trabajadores que ultiman la puesta a punto de las casetas.

El Hontoria es un gran hormiguero lleno de hormiguitas trabajando a destajo para que todo esté listo el sábado. Cuesta cruzarla de puerta a puerta esquivando coches, camiones de reparto, grúas, furgonetas y el ingente ajetreo de personas que ponen a punto alumbrado y casetas o que descargan neveras, sillas, mesas, botas de vino o cajas. Alguno, incluso, tiene que hacer uso de un mapa del Real para localizar tal o cual caseta a la que tiene que hacer un reparto. Técnicos de Medio Ambiente colocan plantas y asientan el nuevo albero repuesto en las calles principales. Tras ellos, un camión se encarga de mojarlo para que no se levante en una mañana de jueves con una temperatura más que agradable y que invita a pensar que podemos tener una fiesta perfecta en lo climatológico.

Dicen los viejos caseteros que la Feria, montarse de verdad, se monta los tres o cuatro días previos a que se pulse el botoncito que da luz al millón y pico de bombillas. Y es verdad. La Feria se cocina a fuego lento, sin prisa pero sin pausa. El pasado lunes aún eran visibles decenas de casetas con poco más que el entoldado y a poco más de 48 horas de su inauguración ya se cuentan con los dedos de una mano las que todavía son poco más que un esqueleto de hierros. También depende, eso sí, de los módulos y de la mayor o menor decoración de la caseta. Bien lo saben en Los Pollitos, todo un clásico del Real y de las más admiradas en cuanto a su diseño. Clemente Barro, uno de sus socios y decorador de profesión es el que se encarga de trasladar del papel al Hontoria la fachada. Afirma que se inspira en elementos y edificios de Jerez para sus diseños y en esta ocasión señala que coge semejanzas de un casco de bodega.

A Clemente lo pillamos rematando la fachada con varias ramas floridas de buganvilla. “Poco más queda por poner. Sólo las flores, que llegan esta tarde”, comenta. En total, de montaje han sido necesarios “unos 20 días a piñón, sábados y domingos incluidos”, nos explica, entre cuatro y cinco personas. Para que la caseta haya sido una realidad se han tenido que invertir cerca de 10.000 euros, que ponen entre los socios y el casetero que se encarga de trabajarla. A saber. Lo que es el espacio, en este caso dos módulos, son 2.500 euros, aunque lo normal es que este dinero lo ponga la bodega que se encarga de suministrar el vino siempre y cuando logre vender un mínimo de botellas. Dar de alta la luz y agua y contratar un seguro conllevan otros mil euros. Alquilar la tarima del suelo y los baños portátiles otros 840, mientras que la fachada y la decoración interior se llevan unos 5.500. “Antes por lo menos si el Ayuntamiento te concedía un premio –Los Pollitos se ha llevado unos 15 entre primeros, segundos y terceros- amortizabas un poco los gastos de la decoración, pero hace ya tres años que no hay premio en metálico, sólo el reconocimiento. Y ya tampoco era como antes, que un primero eran 500.000 pesetas. Eso hace que las demás casetas tampoco se esmeren como antes”.

Fuera, y aunque con el sol apretando apenas se nota, las microbombillas lucen encendidas debido a que los técnicos de Iluminaciones Ximénez hacen pruebas para que el alumbrado no de una sorpresa inesperada la noche del sábado. Unos metros más abajo el ajetreo sigue siendo constante, aunque a diferencia de otros años no se percibe movimiento de jóvenes entregando currículums para trabajar de camarero, cocinero o de vigilante de seguridad en Feria. Ni siquiera se ven muchos anuncios. El que más insistencia ha puesto es Antonio, de 25 años, que se ofrece para el montaje o desmontaje de casetas y también como camarero. Ha empapelado media Feria ofreciendo sus servicios, pero desgraciadamente para él nadie se ha interesado en arrancar su número de teléfono de ninguno de los anuncios que vemos. Dos que no paran de repartir flyers son Miguel Ángel, alias Mijenz y su compañero SRT, dos grafiteros que se ofrecen para decorar casetas. La empresa para la que trabajan, Whole Grafix, está reproduciendo la fachada de la Real Escuela en la caseta que los trabajadores de esta entidad estrenan este año en el Real. “Se está animando poca gente, pero bueno, aquí seguimos repartiendo a ver si nos sale algo de última hora”.

En los alrededores del parque tampoco se para. Los feriantes apuran el montaje de sus puestos, caso de Juan Sotomayor, un cordobés que no falta a su cita con Jerez desde hace 20 años. Su puesto de turrones es de los mejor situados, frente por frente a la puerta de La Rosaleda. “Salió a subasta en su día y nos lo adjudicamos, así que repetimos aquí todos los años”. Para Juan, la del Caballo es su primera Feria de la temporada. Acabará en noviembre en la de Benidorm, tras siete duros meses de trabajo. “Aquí hay veces que nos tiramos 24 horas seguidas. La licencia nos cuesta 1.000 euros, sin contar luz y agua, así que fíjate si hay que vender turrones”, explica este veterano feriante, 30 de sus 50 años de feria en feria, que así y todo tiene puestas grandes esperanzas en la edición de este año.

Unos metros más abajo, en la esquina de la calle Córdoba, un grupo de seis personas culmina de montar la estructura de la churrería y chocolatería La Perla. Vienen de Algeciras y tampoco faltan a su cita con Jerez. “Es una Feria muy buena y este año con dos fines de semana y un puente tiene que ir bien. En Sevilla hemos vendido más que el año pasado y esperamos que aquí pase lo mismo”, comenta José Ramón, uno de los empleados. A la par que en Jerez han montado otro puesto en la feria de El Puerto y su siguiente destino será El Rocío, para acabar en la feria malagueña de Fuengirola en octubre.

El montaje de los puestos de comida rápida provoca un pequeño atasco en el Paseo de la Rosaleda. Del Hontoria siguen entrando y saliendo coches, furgonetas y camiones y dentro las hormiguitas siguen trabajando. Así será, seguramente, hasta última hora del viernes. Aunque para entonces, seguro, en algunas casetas ya se estarán bailando las primeras sevillanas del año.

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Jorge Miró

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