'Sí' aplastante a que el rastro de los domingos permanezca en la Alameda Vieja

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De los 250 vendedores que han votado, 226 lo han hecho a favor de mantener la ubicación del mercado que ayuda a personas sin trabajo, sin prestaciones y a jóvenes formados sin salidas laborales.

Peluches, fregaderos, libros, cuadros, pendientes, ropa usada, tazas, el DVD con las emisiones de la mediática cantante María Jiménez en TVE… Maletas y carros de la compra cargados hasta arriba, llenos de objetos que de lunes a sábado muchos vendedores del rastro de la Alameda recaudan con la ayuda de familiares y vecinos, se los encuentran o incluso lo buscan en los contenedores de basura. Cualquier cosa puede menguar mínimamente las necesidades de muchos de los que domingo a domingo montan su puesto allí. Para la mayoría prácticamente es el único sustento que tienen para vivir. Este domingo muchos de ellos se han quitado la espinita. El resultado de la consulta organizada por el Ayuntamiento —para acabar con la polémica planteada por algunos de ellos que solicitaban cambiar su ubicación— ha sido irrebatible. De las 250 personas con puestos asignados que han depositado su voto, 226 han dicho 'sí' a permanecer en la Alameda Vieja, descartando otras localizaciones como el parque González Hontoria y la explanada Hijuela de las Coles, en la zona Sur.

Juan Luis es uno de los que respira tranquilo con el resultado obtenido. A sus 54 años, lleva los últimos cuatro en paro, sin ningún tipo de ayuda. Antes era carpintero y montaba muebles. Vive de alquiler con su hermano. Los cuadros, cinturones, o un móvil que vende por dos euros, todos extendidos en el suelo, se los dan sus conocidos. Los 15 ó 20 euros que viene a ganar cada domingo los destina a los gastos y come gracias a los alimentos que recibe de Cruz Roja. Según él, la clientela está fatal: “Todo lo quieren a un euro, si digo diez, dicen que me dan tres. Entiendo que hay crisis pero la gente regatea demasiado”. Sentado, a medias resguardado por una sombrilla del sol abrasador del mediodía, permanece a la espera de que se acerque alguien. Él, como casi todos los que allí venden cada domingo, ha pagado la cuota al Ayuntamiento y se queja de que no hagan nada con quienes no están en regla. Es partidario de que el rastro continúe en la Alameda Vieja, no tiene coche y desplazarse a otros lugares podría suponerle un problema. ¿Y si de la noche a la mañana el rastro desapareciera? “Si lo quitan, me quedo vacío”.

El matrimonio del puesto T-54, Juan Pedro y Luisa, también han votado a favor de permanecer allí. Ambos, residentes en los pisos de La Cartuja están en paro. Él desde hace cinco años. “Yo nunca he podido trabajar —dice ella mostrando su mano—. Tengo una minusvalía del 55% y no tengo derecho a ninguna paga”. Uno de sus hijos ha realizado un curso de camarero y otro de cocina. “Uno está trabajando en un bar y gana 450 euros al mes”. ¿Entonces, cómo sobreviven? Por un lado Cáritas les da alimentos y pueden pagar una vivienda porque la hermana de Juan Pedro les ha alquilado un piso “muy baratito”. La pareja gana cada domingo entre 15 y 30 euros, “los días buenos, otros te vas con la cara partía”. Cuentan que sus clientes potenciales son los magrebíes quienes suelen ir a primera hora. “Compran aquí cosas que se llevan a sus países y las venden mucho más caras. La clientela es estupenda”, explica Luisa.

El rastro es el clavo ardiendo de muchas personas que después de mucho cotizar se han quedado en paro y no encuentran otro empleo tras la crisis, pero también se convierte en la “oportunidad” de jóvenes bien formados. Roberto es diseñador gráfico, vive en la zona Sur, tiene 30 años y monta su puesto cada domingo en el rastro de la Alameda Vieja. Vende artículos de coleccionista relacionados con series, miniaturas de coches… "Todo descatalogado", aclara. Nada que tenga IVA y haga la competencia a los comercios. Esta es su salida a la crisis. A través de internet intenta abrir mercado pero no es suficiente. Su pareja le acompaña. ¿Vivís juntos? Imposible, por eso están ahí, para lograr algún ingreso. “No te puedes ir de alquiler a una casa y si te metes a comprarla es la muerte”.

Hasta ahora este joven jerezano ha trabajado en una cadena de grandes supermercados, de camarero, de friegaplatos en Londres… “Si haces algo que no te gusta por ganar 400 euros, no merece la pena. Encima, como saben que no hay trabajo están con el látigo”. En los últimos tiempos ha realizado algunos trabajos de cartelería como freelance, nunca ha trabajado como diseñador. Según él, en Jerez no hay trabajo ni oportunidades laborales para ejercer “de lo suyo”. Por eso ha apostado por el rastro, con el fin de darse a conocer y en futuro abrir una tienda. En su caso ha votado porque el mercadillo de antigüedades, artesanía y objetos usados permanezca donde está. “La Alameda es un lugar emblemático”, sin embargo, reconoce que tiene muchos aspectos negativos: “Hay poco aparcamiento, perdemos muchos fines de semana que son festivos y podríamos trabajar más días a la semana”.

Tras el resultado de la consulta todos podrán seguir buscándose la vida en la Alameda Vieja. Por su parte, desde el Ayuntamiento, instan a los vendedores del rastro a crear una asociación para poner en común posibles mejoras, reivindicaciones y coordinar esfuerzos.

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María Luisa Parra

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