La iglesia catedralicia jerezana, sometida a casi una década de obras de consolidación gracias a técnicas de alto desarrollo tecnológico, espera haber superado sus deficiencias estructurales y constructivas de origen.

"Dios quiera que dure 300 o 400 años más sin que le pase nada". La frase, pronunciada por un parroquiano de El Boquerón de Plata, emblemática tasca de la plaza de Santiago, no es casual. Cada medio siglo la iglesia se tambalea, asediada por el efecto de la humedad en la piedra porosa de las canteras de la sierra de San Cristóbal, y por su pésima planificación constructiva: tan aparentemente robusta como "extremadamente débil". El arquitecto que dibujó a finales del siglo XV la traza general del edificio que conocemos hoy acabó huyendo a América dejando tras de sí un "historial calamitoso". Fue destituido como maestro mayor en la construcción de la Catedral de Sevilla tras derrumbarse el cimborrio, mientras que otro de sus proyectos más importantes, la Prioral de El Puerto, también se vino abajo. La Iglesia de Santiago en Jerez, en cambio, se ha mantenido en pie más de 500 años después. Y no ha sido fácil, desde luego. La primera amenaza documentada data de 1695, hace más de 320 años, cuando las columnas 2 y 3 colapsaron y fueron reconstruidas inmediatamente. En 1905, en 1928 y en 1956 también hubo que actuar con cierta urgencia para frenar el inminente derrumbe. 

Ahora ha sido el estudio del arquitecto Emilio Yanes Bustamente el encargado de asegurar en el tiempo esta joya del patrimonio andaluz. Una tierra, como ha podido intuirse, donde "no había tradición gótica. El Gótico se importó sin más, y solo importamos la imagen, la moda, no las calidades". "Si nos vamos fuera de la iglesia es increíble que esto pueda llamarse Gótico; no es Gótico por lo esencial, su equilibrio, su capacidad de mantenerse en pie. No es gótica realmente, es una imagen preciosa de un Gótico ficticio ", asegura el arquitecto, al frente de un proyecto que ha contado con un desarrollo tecnológico inusual: vídeoscopias, georrádar, pruebas sónicas, refuerzos a base de inyecciones en los pilares y sillares, mineralización para evitar daños futuros por humedades... "Santiago es un referente en la rehabilitación a nivel mundial", ha sostenido el obispo de la Diocesis, José Mazuelos. Clausurada al culto desde 2005 y con algunos parones derivados de las dificultades para sufragar los tres millones de euros que ha costado la obra de emergencia —en buena parte procedente de Junta y Ayuntamiento—, Santiago ha vuelto a la vida. Sana, a salvo. Por mucho tiempo, se espera. "Nuestros descendientes lo podrán corroborar", vino a decir el responsable técnico de las obras de consolidación.

Con esa facha imponente y robusta que esconde un interior frágil e inconsistente, desequilibrado en su estructura repleta de adiciones a posteriori, el templo "no es una obra grande sino una gran obra de arquitectura, hay templos góticos muy grandes pero sus proporciones no son tan acertadas como estas". Yanes ha ofrecido una exposición de los trabajos realizados, "nada invasivos, no se aprecian", durante la primera tarde en la que Santiago se ha reencontrado con su barrio once años después. Un 15 de julio de 2016 que ya queda grabado a fuego en su historia. La expectación era máxima. Solo la retirada de las vallas del exterior de las naves ya ha supuesto un cambio radical en la deprimida estética que mantenía el corazón de este barrio gitano y señero de Jerez. Un arrabal levantado en el siglo XIV al Noroeste de la muralla que fortificaba la urbe andalusí en el que Alfonso X ordenó construir esta iglesia catedralicia que siempre ha vivido en riesgo de derrumbe. "Cada 50 años inexorablemente se ha caído, y cuando no lo ha hecho es porque lo ha hecho cada 25. Por medio, han sido necesarias multitud de intervenciones. Su preaviso es insignificante, nadie supo predecir qué iba a ocurrir en esta última ruina", ha explicado con detenimiento el arquitecto.

Los trabajos desarrollados durante casi diez años, que han dado incluso para una tesis internacional por la doctora Esperanza Rodríguez Mayorga, de la Universidad de Sevilla, partieron de técnicas de cálculo de la estructura. Yanes Bustamante lo ha explicado: "Cuando las líneas rojas se salen de las líneas blancas en el cálculo —señala a una proyección donde se ve la planta de Santiago— es que está pasando algo. Aquí se salían brutalmente. Había fracturas importantes muy difíciles de ver. Daños significativos pero no catastróficos". La asimetría de Santiago, impropia del gótico y algo así como que un hombro acumule todo el peso y el otro nada, es su mal endémico. A esto se suma la humedad —llega al 75% en algunas zonas— y las anomalías del subsuelo, "enterramientos, recalces y vacíos". "Con agua que circula por ahí debajo, que afecta al suelo y a las cimentaciones, si es que existen. La iglesia había tenido un mantenimiento exquisito pero el problema quedaba dentro", resume Yanes.
En los últimos años, el trabajo ha consistido en introducir contrafuertes internos e invisibles, un sistema de ventilación contra humedades y la colocación en la bóveda de taladradoras para inyectar microcemento. Pocas piedras en horizontal o vertical han escapado del refuerzo y la intervención. Todo sea porque la amenaza de derrumbe de Santiago desaparezca para siempre. Al contrario de lo que ha sucedido durante sus últimos 320 años de historia. Con el altar sin consagrar, sin imágenes —el señor del Prendimiento, titular de la hermandad de los canteros y albañiles, volverá en octubre—, como si recién le hubiesen dado la llave a sus propietarios, Santiago ha vuelto a erguirse soberbia. Luciendo como Catedral sin dejar de ser humilde parroquia de barrio. Un monumento catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC) ya reabierto para disfrute de propios y extraños. "Venimos de Badajoz, teníamos muchas ganas de volver a verla abierta", dice una familia que aguardaba impaciente para asistir al reestreno. "La han puesto llena de flores. No está bonita ni nada", apunta un vecino orgulloso.

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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