Dentro de Santa Petronila, 200 años de historia y la bodega de jerez más pequeña del mundo

Por carriles que derivan desde la carretera del Calvario, entre viñedos y lomas, se localiza un cortijo sobre tierra albariza, que también incluye alojamiento rural, que se remonta a 1727

Brita Hektoen y Agustín Benjumeda en la bodega de Santa Petronila.
Brita Hektoen y Agustín Benjumeda en la bodega de Santa Petronila. MANU GARCÍA

Llegar a Santa Petronila supone una inmersión en la campiña de Jerez, en tierras albarizas, por carriles orillados de viñedos. Su ubicación es todo privilegio para la vista. Nos situamos en el pago de Macharnudo. Allí localizamos uno de los muchos cortijos que se reparten entre miles de hectáreas. Una casa que es bodega y alojamiento rural. Dos actividades totalmente diferentes pero con un vínculo común: el enoturismo.

Santa Petronila tiene su origen en 1727, casa que ha sido restaurada manteniendo el encanto acumulado en 250 años de antigüedad. Evidentemente, para su explotación como alojamiento singular, se ha adaptado a las comodidades de hoy. Al frente de ambos negocios está el matrimonio formado por la noruega Brita Hektoen, y Agustín Benjumeda.

VIÑA SANTA PETRONILA BODEGA 20
Interior de Santa Petronila.  MANU GARCÍA

La zona, antiguamente conocida como Tabajete, es una ubicación caracterizada por la calidad de sus tierras de albarizas. Se da la particularidad de que nos situamos ante la que está considerada como la bodega de jerez más pequeña del mundo: "Es un juego de palabras porque al ser vino de Jerez solo puede ser de la zona del Marco de Jerez. Y efectivamente, esto es lo que en una bodega normal se le llamaría la sacristía; toda nuestra bodega es una sacristía”, explica Benjumeda, cuya ascendencia también está vinculada al vino en Extremadura.

Unas 45 botas, alineadas en dos andanas, hacen posible la producción de unos jereces excelentes: “Son tratados con mucho mimo y esmero”, señala Benjumeda, que con sacas muy reducidas, de entre 300 a 800 botellas, consigue mantener un elevado estándar de calidad que permite asegurar que la edad media de los vinos que ponen en el mercado está en torno a los diez años. Vinos exquisitos, “vinos especiales, vinos que empezaron siendo para nosotros y poco a poco el boca a boca nos ha obligado a sacar una producción que vendemos”.

Agustín sacando dela bota una copa de amontillado.    MANU GARCÍA
Agustín sacando de una bota una copa de amontillado.      MANU GARCÍA
Gama de vinos que produce la bodega.
Gama de vinos que produce la bodega.   MANU GARCÍA

El bodeguero matiza que el concepto de vender “es un poco la idea de facilitar que cualquiera pueda tener acceso a unos vinos de alta calidad, para lo cual lo importante es el origen de la uva de Macharnudo; como se hacían los vinos hace 100 años, dejando que la naturaleza se exprese a través del vino y dejando que llegue lo más lejos posible en ese proceso único que es el de soleras y criaderas”.

Así entre botas de fino, amontillado, oloroso y Pedro Jiménez transcurre el tiempo en esta pequeña, pero encantadora bodega cuyo aroma es el perfume que se esparce por toda la hacienda. También producen vinos blancos: “Tenemos una parcelita de Chardonnay porque es una uva que se adapta muy bien. Dicen que es muy camaleónica, que se adapta muy bien a todas las tierras, a todos los climas”. Agustín es concluyente al afirmar que “tenemos que volver a conseguir que el consumidor vuelva a saborear esos sabores no tan afrutados. Sabores secos y más de tierra, más minerales”.

Agustín y Brita ante la andana de botas.     MANU GARCÍA
Agustín y Brita ante una andana de botas.        MANU GARCÍA

La apuesta por la calidad de los vinos de este tipo de bodegas de tamaño medio o pequeño es un factor a tener en cuenta en la recuperación del jerez más excelente y exclusivo, como comenta Agustín Benjumeda: “Con el tiempo, con la industrialización, se fue homogeneizando el proceso. Tuvo sus ventajas y tuvo sus inconvenientes. Ahora estamos volviendo a esas ventajas que tuvieron los vinos diferenciados, exclusivos, pero sobre todo exclusivos por el sabor. La exclusividad es por la forma en la que se hacen las cosas; las que se hacen de forma artesanal”.

"Un cortijo que habla de la vida; de la vida que había en el siglo XVIII"

La otra aventura, que se inició también en 2006, es la casa adaptada como alojamiento. Cuenta con 8 habitaciones: 3 con altillo, 22 camas y salón con chimenea a lo que se suman comodidades más actuales como calefacción por suelo radiante, la piscina desbordante con unas vistas privilegiadas a la campiña de Jerez -por cierto de agua salada extraída del subsuelo mediante un pozo- y una cocina moderna, totalmente equipada para 22 personas. “Un lugar con encanto, que ofrece descanso, tranquilidad y paseos entre viñedos, conejos y perdices; una experiencia inolvidable”, detalla Brita Hektoen, que está a cargo de esa otra parte de la explotación.

Curiosa cocina existente en la gañanía de la casa.      MANU GARCÍA
Curiosa cocina de época recuperada en la gañanía de la casa.      MANU GARCÍA

Brita cuenta que la edificación consta de tres estancias, con la zona para la gañanía, “donde vivía el capataz y su familia y que era su sitio de vivienda y su zona de trabajo”. Como dice la jerezana-noruega, “este edificio habla de la vida; de la vida que había en el siglo XVIII. Nosotros lo único que queremos es respetarlo y hacer que la gente pueda venir aquí a ver cómo vivía la gente, cómo trabajaban, cómo disfrutaban".

La viña alcanza 17 hectáreas en la zona calificada como Jerez Superior. En Santa Petronila predomina la variedad Palomino fino. El proyecto de bodega artesanal es un concepto que se inicia desde la misma vendimia que se hace manualmente. Los vinos envejecen en la propia bodega. Fue en 2006 cuando este matrimonio se lazó a crear lo que hoy es aquello con una amplia reforma.

Los propietarios posando ante la fachada principal de la casa.      MANU GARCÍA
Los propietarios posando ante la fachada principal de la casa.          MANU GARCÍA
Una de las habitaciones destinadas a alojamiento de turistas.    MANU GARCÍA
Una de las habitaciones destinadas a alojamiento de turistas.     MANU GARCÍA

¿Qué tipo de gente opta por este espacio? Brita Hektoen desvela que reciben sobre todo grupos que “vienen aquí a disfrutar. Cuando vienes a Santa Petronila no lo usan como un alojamiento para ir y venir. Es para estar aquí. Tienen la barbacoa, piscina sólo para ellos. Y vienen para disfrutar con la familia, amigos…”. El origen del cliente es sobre todo nacional, “porque realmente no nos da tiempo para hacer una buena promoción a escala internacional”.

Aunque el día está encapotado, con una leve llovizna, la visión del paisaje que se domina desde Santa Petronila inspira: belleza en las viñas podadas con hojas marrones y secas en un horizonte que sube y baja por lomas que se pierden en una suave neblina. Es el encanto de la otoñada que cambiará con el vergel que traerá una nueva primavera y el color propio de este lugar perdido en los adentros de la más pura campiña de Jerez.

Sobre el autor:

KIKO ABUIN 1

Kiko Abuín

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