Fátima Román, vecina de Bera (Navarra), jamás podrá borrar de su memoria lo ocurrido el pasado domingo a bordo de un vuelo entre Gran Canaria y Hondarribia. A una hora y media del despegue, el corazón de un bebé de apenas un mes se detuvo, y fue ella, con un 85% de discapacidad visual, quien consiguió reanimarlo en pleno vuelo. “Creo que es lo mejor que he hecho en mi vida”, confesó con emoción tras vivir una de las escenas más intensas de su existencia.
La emergencia se desató cuando, por el sistema de megafonía, la tripulación preguntó si había un médico a bordo. Nadie respondió. Fue entonces cuando Román, auxiliar de clínica en una residencia de mayores, decidió levantarse e ir hacia la parte delantera del avión, convencida de que se trataría de un desmayo o una lipotimia. “Me manejo bien, pero algunas cosas me cuestan más que a mis compañeros”, explicó, aludiendo a las secuelas de una meningitis sufrida en la infancia que le redujo severamente la visión.
Maniobras de reanimación con dos dedos
En cuanto se identificó como profesional sanitaria, alguien le colocó al bebé en brazos. “Estaba como muerto, como un trapo”, recordó. El pequeño, que viajaba con su madre y otra mujer, no respondía y presentaba un tono que, debido a su mestizaje, no le permitió evaluar la palidez con precisión. Le hizo una prueba de azúcar con un glucómetro incluido en el botiquín del avión, que dio resultados normales. Sin embargo, el estado del bebé era crítico.
Sin pensarlo, Fátima comenzó una maniobra de reanimación cardiopulmonar adaptada a neonatos, aplicando presión con tan solo dos dedos, tal como había aprendido en los cursillos de primeros auxilios. “No sabía muy bien qué hacer y empecé con el masaje cardíaco, y que sea lo que tenga que ser”, relató. Minutos después, el bebé empezó a reaccionar. “El cuerpo entero del bebé empezó a latir, primero muy despacio, y luego con ritmo normal. Y de pronto se oyeron los ruiditos típicos de un bebé”.
Con el niño respirando de nuevo, la tripulación le preguntó si era necesario realizar un aterrizaje de emergencia. Su respuesta fue tajante: “Si fuera mi hijo, aterrizaría en cuanto se pudiera”. La aeronave, con cerca de 80 pasajeros, aterrizó en el Aeropuerto de Jerez, donde ya esperaba un equipo médico para trasladar al bebé a un centro hospitalario.
Al regresar a su asiento, todo el avión rompió en aplausos. La tensión contenida dio paso a una emoción generalizada, y Fátima, aún sobrecogida, no pudo evitar las lágrimas. Ahora, tanto ella como su marido, Rafa Sarobe —quien la acompañaba en el vuelo—, esperan poder contactar con la familia del bebé para conocer su evolución. “Nos encantaría saber cómo está, si ha mejorado, si todo ha salido bien”, expresaron.
