Rocío Vázquez, sin un ojo por un cohete y sin que le reconozcan su discapacidad

La joven jerezana que perdió un ojo un Año Nuevo relata su calvario en el que ha tenido que acudir a la justicia para que los tribunales médicos le reconozcan su discapacidad. Además de problemas de visión, perdió el olfato y un oído

Rocío Vázquez muestra las secuelas de la pérdida de un ojo, porque insiste en que quiere hacer reconocer su calvario. FOTO: MANU GARCÍA
Rocío Vázquez muestra las secuelas de la pérdida de un ojo, porque insiste en que quiere hacer reconocer su calvario. FOTO: MANU GARCÍA

Si a uno le hablan de un día cualquiera de hace más de diez años, más cerca de los quince que de los diez, es poco probable que uno lo recuerde. Menos aún si aquel día no tuvo nada de especial, ni bueno, ni malo, un día más, uno no lo puede recordar ni aunque haya ocurrido hace un mes. Sin embargo, Rocío, aquel día trágico no lo podrá olvidar. Quizás usted también lo recuerde, porque era un día señalado, un 31 de diciembre, o más bien, un uno de enero, el primer día de 2008. Aquel año comenzaba la crisis económica que venía asomando desde hacía meses. Y un artefacto pirotécnico similar a los que se lanzan en las romerías, con varilla.

Aquel día fue para Rocío, vecina de los Albarizones, una barriada rural de Jerez a pocos metros del monasterio de La Cartuja, un día gris. Pero también es el día en el que pudo morir y no lo hizo. Se comió las uvas. Tenía 25 años. Estaba en casa de sus padres. Salió, como cada Año Nuevo, a saludar a sus vecinos. A algunos de ellos los vio pasar con los artefactos unos minutos antes, desde el interior del salón. Y aún con los champanes recién descorchados, en su misma puerta, apenas pudo sentir cómo un artefacto se encaminaba hacia ella desde la plaza junto a su casa. Pasó por encima de su madre, algo más bajita que ella, se le metió en el ojo y lo hizo con tanta fuerza que la desplazó un par de metros.

"Yo recuerdo salir y luego despertarme en el hospital en Cádiz", recuerda. Fueron cuatro días en coma. Perdió el globo ocular, el oído izquierdo, el olfato, y tuvo severas contusiones en el cráneo que le han supuesto decenas de operaciones. Una de ellas estaba prevista para estos días, porque se le había desplazado una placa que une la mandíbula con el resto de la cabeza. Para asimilar una cuenca del ojo en la que colocar una prótesis, le tomaron piel del cielo de la boca. Pero ya no más. El torero Juan José Padilla le regaló el parche que lleva y le dio instrucciones de cómo fabricarlos, algo que no es sencillo toda vez que la piel herida se mantiene en contacto con la fibra. En otra intervención, una pequeña pieza de plástico quirúrgico quedó alojada en su cabeza durante cinco años, hasta que dio la cara con severas infecciones.

FOTO: MANU GARCÍA

De aquel suceso no le quedó nada. "Nunca he cobrado nada, ni una paga, nada". Dar detalles de un juicio en el que no se condenó a nadie no aporta mucho a su historia, donde habla con dolor de que los autores de los hechos no han afrontado ninguna repercusión judicial, pero es más que relevante para entender que de su discapacidad evidente no hay ni siquiera una compensación civil, como sí la tienen en la mayoría de sucesos, sean por ejemplo accidentes de coche, tropiezos en restaurantes... Aquí, habiendo unos hechos incontestables, la justicia no encontró Justicia y ahora carga con las dificultades que acarreó el suceso sin una compensación.

Rocío quiere hablar ahora, 12 años después. Después de operaciones, pérdidas de visión, etc., pasó de tener reconocida una discapacidad del 48% a solo un 17%. "Nunca me ha correspondido paga, y no la pido, porque tengo unas manos y quiero trabajar", indica esta madre con dos hijos a su cargo exclusivo. Antes de la crisis sanitaria, trabajaba algunas horas en la venta Lomopardo, además de limpiando casas. Tiene los cursos de la ONCE, pero "me dicen que hay lista de espera y no puedo vender cupones". "Yo lo que quiero es que cuando lleve un currículum, ponga esa minusvalía", dice. La diferencia es que si "la tengo, pues la tengo y quiero que se reconozca, es justo", y la empresa que la contrate pueda beneficiarse de una mejor fiscalidad. Es la forma en la que la administración en los últimos años ha logrado dotar de cierta ventaja a quien cuenta con dificultades para ciertas profesiones. "Vivo con dolores siempre, cuando vuelvo de trabajar me llora la herida".

La problemática es que fue a juicio para que se le reconociera la discapacidad que se le reconoció previamente. "La psicóloga en Cádiz decía que yo estoy perfectamente, y no es verdad", señala. El juzgado le dio la razón, pero a Rocío ha indignado que, según explica, "la Junta ha recurrido. No sé si es porque he salido a hablar mucho, si es por dinero, o porque no me lo quieren dar, pero dinero no puede ser, porque no estoy pidiendo una paga, solo que me reconozcan lo que es justo".

El día en que salvó la vida fue el día en el que se torció todo. Las luces se apagaron. "Todos los proyectos que tenía se fueron". Y en el calvario de operaciones, el calvario del juicio, los dolores familiares con un pequeño que necesitó la ayuda de un psiquiatra, su psicóloga, aguantar miradas por sus secuelas en la cara. La madre de Rocío insiste. "Que te hagan la foto sin el parche. Que se vea lo que te hicieron". "A mí me miran por la calle y a mí ya me da igual. Vino la tele a entrevistarme y en el directo me decían que por favor no me quitara el parche. Eso no esa así, así es como soy yo", añade ella. Lo peor ya pasó. Ahora solamente quiere que alguien le reconozca.

Sobre el autor:

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Pablo Fdez. Quintanilla

Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla. Comencé mi trayectoria periodística en cabeceras de Grupo Joly y he trabajado como responsable de contenidos y redes sociales en un departamento de marketing antes de volver a la prensa digital en lavozdelsur.es.

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