En 2017, un millar de puestos de venta de prensa y revistas cerraron en España por la llamada crisis del papel: "Hace 30 años vendía 14.000 periódicos a la semana, ahora unos 340", afirma uno de estos vendedores.
Seguramente esté leyendo este reportaje a través de su móvil, en casa o esperando a que le toque su turno en la carnicería, la pescadería o la consulta del médico. Igual en el autobús, o haciendo tiempo mientras espera a alguien que llega tarde. El periódico en papel, ese que antes quizás leía mientras desayunaba, o cómodamente sentado en el sofá de casa, cada vez se vende menos. Internet, las redes sociales, las nuevas tecnologías y la crisis, todo eso agitado, han creado un cóctel explosivo que ha cambiado la profesión periodística en la última década. Los periodistas, seguramente, también tengamos algo que decir en todo esto, está claro, pero eso daría para otro análisis en otro reportaje.
Lo cierto es que las ventas del papel han caído en picado. Según datos del Estudio General de Medios (EGM), en 2017 se perdieron 850.000 lectores y, a diario, 9,6 millones de personas leen la prensa, la mitad que hace una década. De eso no se salva ninguna cabecera, por histórica o prestigiosa que sea. Ejemplos de periódicos y revistas que han tenido que cerrar hay casi 400 en España desde que comenzó la crisis, y ahí están los últimos casos de Interviú y Tiempo. Eso se traduce en cerca de 13.000 periodistas que han perdido su trabajo, algunos de los cuales formarán actualmente parte del total de 3.476.528 desempleados con los que cuenta España a 31 de enero (159.918 en la provincia de Cádiz, 2.705 más que en diciembre). Esto ha obligado a muchos de esos profesionales a reinventarse. La crisis es tiempo de oportunidades, dicen, y algunos hemos sacado nuevas cabeceras digitales con las que intentamos ganarnos la vida, como ésta que lee. Sin embargo, hay otra profesión, de siempre ligada al periodismo, que barrunta su final: la de quiosquero.
Jesús Huerta Gómez, de 41 años, lleva 22 en el quiosco de la Alameda Cristina, en Jerez, que heredara de su padre tras inaugurarlo a finales de los años 70. Rodeado de periódicos, revistas y coleccionables casi eternos, reconoce que cada cierre de una cabecera “es señal de que cada vez nuestro fin está más cerca. Y no es ponerse en plan derrotista, es que me gusta ser realista”. Aunque su puesto es uno de los más céntricos de la ciudad, lo que hace que continuamente tenga clientela, afirma que actualmente, si solo fuera por la venta de periódicos y revistas, no viviría. “Hace 15 años, sí. Ahora tienes que llenar el quiosco con todo tipo de artículos para sobrevivir”, señala Jesús, que añade que, desde que tuvo a su hijo, ya no abre por las tardes, salvo en Navidad y Semana Santa. “Para tres días al año que puedo librar, y viendo cómo está la cosa, por lo menos que pueda disfrutar de mi hijo”.
Los tres quiosqueros con los que hablamos coinciden en otro factor que les “ahoga”, como son los “elevados” portes que deben pagar a las empresas distribuidoras, entre 160 y 200 euros al mes “solo para que nos dejen los periódicos. Lo vemos un abuso y ya hemos solicitado reunirnos con ellas”, afirma Francisco Ramírez. Teniendo en cuenta que los quiosqueros se llevan por las ventas un 20 por ciento, que tienen que pagar luz, sus cuotas de autónomo, IBI o el alquiler, las cuentas son claras: “Esto es trabajar para vivir”, lamenta Jesús Huerta.
