Cuatro meses por delante para el proyecto de toda una vida en la plaza Venus, una situación entre curiosa y vergonzosa de la historia urbanística de Jerez que se remonta a hace ya 50 años. Es la historia de una plaza 'hueca', con una amenaza de tragedia siempre sobrevolando la zona. Seguro que al pasar por la avenida García Lorca, entre Hacienda y San Joaquín, han visto en estas últimas décadas unas vallas amarillas que luego se convirtieron en grises, algo más adecentadas. Tiene una historia detrás. A inicios de los 70, en pleno apogeo del desarrollismo, y cuando instituciones públicas o privadas construían viviendas, San Ginés vio la luz como lo hicieron otras barriadas periféricas: La Vid, La Alegría o Eduardo Delage. En este caso, para trabajadores de bodegas.
En torno a varios bloques de San Ginés, los que hacen esquina en la rotonda con San Joaquín, Montealto y unos bloques de baja altura donde acaba San Benito, se encuentra la plaza Venus. Debajo de esa plazoleta, a primera vista normal, había una estancia subterránea, que en los primeros 20 años de vida del bloque apenas era utilizada por los vecinos. "Esto lo usaba la constructora. Había una persona que tenía eso de almacén para ir arreglando los desperfectos de las casas que nos entregaron", dice Antonio, que estrenó la barriada hace 52 años.
Antonio trabajaba en Sandeman y fue uno de esos empleados bodegueros que entró a vivir en estos bloques. Entre sus vecinos, hay trabajadores de otras muchas bodegas. Entre los 70 y los 90, esa estancia debajo de la plaza 'hueca', pasó de ese almacén de la constructora a verse abandonada. Alguno recuerda encontrar en los 80 jeringuillas rodeadas de litronas, cuando tan duro asfixió la lacra a tantos jóvenes de barrios de la ciudad. Un lugar sucio, peligroso, lejos de la vista de los vecinos y de cualquiera. Fue en los 90 cuando a los vecinos, propietarios ya de ese subsuelo construido, se les ocurrió adecentar y cerrar el espacio, para convertirlo en un parking. Una recuperación que acabó en un esperpento.
En los 90, se puso en marcha el proyecto para ocupar las plazas de aparcamiento. Aparecieron, entonces, problemas en las vigas y, en general, en todo el techo que soportaba el peso de la plazoleta. Pidieron ayuda al Ayuntamiento, pero éste les recordó que la plaza era privada y que poco iban a hacer. Se decretó, entonces, perimetrar la plaza Venus, con apenas un hueco para entrar dentro de los bloques. A finales de los 90 llegó el paisaje de las vallas.
Entre tanto, los niños ya no correteaban por allí. Algún vecino señala que uno de los problemas pudo ser que durante años circularon algunos camiones para surtir a una tienda, una circulación que habría ido hundiendo la plazoleta. En estos años, la plaza no ha sido segura para nadie. Eso significaba que, en cualquier momento, podía venirse abajo el techo. Comparado con el peligro que suponía, no poder disfrutar de la plaza Venus ha sido lo de menos. Porque el peligro de que se produjera una tragedia estaba ahí presente.
En estos últimos años, la plaza 'hueca' por dentro, con problemas estructurales, la que siempre estuvo a punto hundirse, ha sido una plaza vallada, inaccesible. Pero eso se acabó. El anterior gobierno municipal del PSOE aprobó el proyecto y lo adjudicó cuando ya estaba en funciones, tras perder las elecciones municipales. El actual, del PP, ha comenzado las obras. La solución legal ha sido compleja, pero implica que no será de uso privado de los vecinos. "Han puesto mucho de su parte", dijo la anterior alcaldesa, Mamen Sánchez.
Por delante quedan cuatro meses de obras. Este viernes, una comitiva de técnicos municipales acudía a la supervisión de las obras, que han ido picando y dejando al descubierto el terrorífico parking que nunca lo llegó a ser. Pueden verse los bajos de los bloques, los tabiques pintados junto a las cocheras, aquellas que recuperaron los vecinos para darse cuenta de que la plaza se les hundía.
María Julia compró un piso hace dos años y es presidenta de su bloque. Charla con Antonio, uno de los veteranos. Ahora, mantienen cierto debate sobre si debe ir o no una boca de riego en la nueva plaza, sobre los alcorques. "Yo eso no lo veo", dice Antonio. Pero son detalles menores. Porque Antonio, ahora, desde su ventana, observa cómo trabajan en su plaza. "La constructora nos dijo que han traído una máquina que trabajó en el Bernabéu. No sé si es verdad, eso no me importa", ríe.
Solo faltan esos cuatro meses para que la plaza sea una normal. Una que guardará la historia de la tragedia que no ocurrió. Dejará de ser la plaza enferma que ha sido tanto tiempo, la plaza vallada, la plaza que no se podía pisar. "Yo, de todas formas, hasta que no lo vea...". Ver para creer. Que esta historia, parece, se acabó.
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