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Según las estimaciones 78 millones de personas se han contagiado de VIH/Sida en todo el mundo. lavozdelsur.es charla con Antonio y Rafael, dos enfermos diagnosticados en los años 90. 

La peste es considerada la enfermedad infecciosa más letal de todas las conocidas a lo largo de la historia. Sin embargo, a mediados del siglo pasado surgió un fuerte competidor en África central, el VIH/Sida, que pasó inadvertido hasta afectar a los países ricos. Según las estimaciones, 78 millones de personas se han contagiado en todo el mundo. En 1981 se detectaron los primeros casos en Estados Unidos. Personas muy conocidas como el cantante Freddie Mercury, o la top model Gia Carangi, murieron víctimas de este mal. Durante esos años, en los que este país consolidaba su democracia, algunos como Rafael y Antonio comenzaban su coqueteo con las drogas, flirteo que en la actualidad les ha llevado a ampararse en el Hogar Siloé, asociación dirigida a personas que conviven con el VIH/SIDA.

"Ellos prefieren crearse una coraza, no reconocen el rechazo que han padecido; sus vidas no han sido un camino de rosas como cuentan”

“Es fuerte decirlo, pero cuando llegan, el VIH es el menor de sus problemas”, afirma Sonia Reyes, técnico y trabajadora social de Siloé, y es que el 91% de las personas acogidas han vivido una situación de precariedad social. Antonio tiene 45 años, creció en un barrio obrero de Barcelona. En cuanto abandonó el colegio comenzó a consumir drogas. Su juventud estuvo plagada de idas y venidas de una ciudad a otra, intercaladas con alguna estancia en la cárcel. Vivía en Córdoba cuando hace unos 25 años le dijeron que era seropositivo. “Mi madre no sabía bien qué significaba la enfermedad. Yo pensaba que me moría, pero empecé a medicarme y aquí estoy”, cuenta el propio Antonio. La suya es una familia devastada por el virus. Una de sus hermanas murió como consecuencia de la enfermedad y otros dos miembros también son portadores. Cuando supo de su enfermedad mantenía una relación con una mujer que continuó a su lado y “afortunadamente no se contagió”, aunque ya no son pareja.

Durante todos estos años ha trabajado y compartido piso con otras personas a las que no les ocultó su enfermedad. “Unos fueron indiferentes y otros me han aconsejado”, explica. Aunque los técnicos de Siloé advierten que en realidad estas personas lo han pasado y continúan pasándolo “muy mal”, independientemente de que cada vez la sociedad posea más información sobre este tipo de enfermedad y su forma de contagio. Tanto es así que, por ejemplo, en salidas organizadas por Siloé, se les ha llegado a prohibir la entrada a una piscina. Según la técnico, "ellos prefieren crearse una coraza, no reconocen el rechazo que han padecido; sus vidas no han sido un camino de rosas como cuentan”.

Antonio dejó las drogas en los 90. “Me di cuenta de que pasaba el tiempo y no tenía nada; mi hermana me tenía que dar de comer”, reconoce. Llegó a Siloé hace cuatro años derivado de otro centro. Desde entonces ha mejorado notablemente, se ha sacado el carné de conducir y colabora con la asociación. “No hace mucho, me entró tos, casi me mandan a enterrar y ellos estaban conmigo”, afirma.

“Tuve el regalo de encontrar a una mujer con la que me casé y nació mi hijo sano y de forma natural; entonces estaba limpio y eso le cambia a uno el semblante”

Actualmente convive en un piso tutelado en Jerez con otros dos usuarios del Hogar Siloé. Uno de ellos es Rafael, de 53 años, jerezano del barrio de San Miguel. Al igual que Antonio, dejó los estudios y comenzó a trabajar con su madre, propietaria de un puesto de frutas y verduras en el mercado de abastos. Con 16 años probó el primer porro y con 19 ya consumía drogas duras. Sólo un año después enfermó de hepatitis C y le informaron de que tenía el VIH. “Me dijeron que duraría entre ocho y diez años y mi novia me dejó”, recuerda Rafael.

Según los médicos, no podría tener hijos. Rozando la treintena, aún sabiendo que era portador del virus, cuenta: "Tuve el regalo de encontrar a una mujer con la que me casé y nació mi hijo sano y de forma natural; entonces estaba limpio y eso le cambia a uno el semblante”. Desde hace unos años Rafael está divorciado y apenas tiene contacto con su hijo, no trabaja y es pensionista. Lleva una vida normal. Ambos, Rafael y Antonio, aspiran a formar su propio hogar. “Me gustaría tener a alguien que permanezca a mi lado como cualquier persona porque la soledad es muy mala”, manifiesta Antonio y se muestra muy agradecido porque “cuando te ves en la calle y estás tan sólo, es mucho llegar a un sitio como Siloé en el que te abren las puertas y recibes cariño”.

Nuevos seropositivos: homosexuales con estudios universitarios

Hoy en día, como explican desde la asociación, el perfil está variando. “El 80% de los casos detectados corresponden a hombres homosexuales con estudios universitarios”, afirman desde Siloé. Las razones se deben a que al no existir riesgo de embarazo, mantienen relaciones sin preservativos. En el caso de las mujeres sucede lo mismo. Dada la tendencia a tomar anticonceptivos orales, no se protegen de posibles enfermedades sexuales como el Sida.

En estos casos, los afectados suelen seguir adelante con sus vidas, sin informar a sus familiares y allegados de la enfermedad por miedo al rechazo, para evitar el estigma moral y social. Asociaciones como Siloé les asesora y acompaña de manera que se tratan y viven en sus hogares, pero siempre cuentan con apoyo psicológico. “La mayoría de los nuevos diagnosticados no se lo esperan, porque no mantienen relaciones con personas que tengan mala apariencia”, concluye Sonia Reyes, técnico del Hogar Siloé. 

Sobre el autor:

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María Luisa Parra

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