Tres hombres encapuchados y armados asaltaron la vivienda de Paca y José, una pareja de 85 años: “Los que entraron conocían la casa, sabían que aquí solo vivían dos personas mayores".

El barrio del Pago de San José amanece alarmado, anda preocupado desde que el pasado lunes 24 tres hombres armados y encapuchados entraran a robar a la residencia de Paca y José. “Yo he soñado con ella esta noche”, le dice una vecina de la zona a una de las hijas de Paca. Dos de los autores del asalto escaparon, pero el tercero fue capturado gracias a la colaboración de los vecinos y a la intervención del 092 y 091. Pasados varios días la tensión perdura. La gente se acerca al número 25 de la calle Almendro para saber el estado de Paca. Todos agasajan a la matriarca, quien, con sus largas uñas rojas y su melena pleateada, se mostró fuerte ante las circunstancias.

José reposa sentado en una silla en el patio interior. Su hija María Jesús atiende al teléfono, le da sus pastillas y le habla casi a gritos por culpa de su sordera mientras Sara, la cuidadora de la pareja anciana, baña a Paca. El matrimonio lleva 70 años juntos. Toda una vida. Ambos tienen 85 años y son naturales de un pueblecito de Huelva, de Cumbres de San Bartolomé, pero se trasladaron a Jerez en cuanto José cumplió 16 años. La pareja vive en el Pago de San José desde hace cuatro décadas y regentaba la carnicería del barrio, ahora en manos de su hijo. Paca dice que está más tranquila, que el susto ya pasó. No está nerviosa, guarda alegría por dentro a pesar de padecer la enfermedad de los cuerpos de Lewy (un síndrome degenerativo que reúne Alzheimer y Parkinson). El tiempo también pasa por José. Él tiene problemas de huesos y diabetes, además de su sordera. Los dolores que les aquejan y el reciente robo no es mal suficiente para impedir que ambos sonrían y se saluden con un beso.

María Jesús recuerda la ‘película’ de terror que vivieron su madre y Sara. Muestra la azotea por la que accedieron los cacos. Tuvieron que pasar por tres azoteas antes de llegar a la residencia de Paca y José. No fue cosa del azar, los responsables sabían a dónde iban. Como cualquier casa del vecindario, la puerta del patio interior estaba prácticamente encajada, un descuido que permitió entrar a los asaltantes. Sobre las cuatro de la tarde, en plena hora de la siesta, los tres hombres vestidos completamente de negro bajan por la estrecha escalera hasta llegar al patio. Paca y Sara intentan dormir, cada una en su cama, en la habitación más cercana al paso de los ladrones. En cuanto la cuidadora escucha el sonido que produce la puerta al abrirse, se levanta. Paca le dice que quiere ir al baño, por lo que esta le sigue. En ese mismo instante uno de ellos las escucha y se va directamente hacia ellas. “¡Policía, policía!”, comienza a gritar Sara mientras se pone delante de Paca para protegerla. Él la agarra por el cuello para que se calle. “¡No callo!”, le responde mientras le tira del jersey.“Ella en ningún momento se achantó, al contrario”, comenta María Jesús. “Tenía miedo de que le hiciera algo a ella”, indica Sara, mientras señala a Paca. Como ambas no se sintieron intimidadas, uno de ellos amenaza a Sara a punta de pistola. "No vimos nada, nos rociaron los ojos con spray pimienta", cuenta Paca, aún con el susto en el cuerpo. Mientras uno de los ladrones se enfrenta a las mujeres, los otros dos se dirigen rápidamente al dormitorio donde estaban las pocas joyas que poseen y al amplio armario que tienen en el cuarto de baño. Lo tenían planeado. María Jesús cuenta que ellos sabían perfectamente dónde se encontraba casa cosa. “Los que entraron conocían la casa, sabían que aquí solo vivían dos personas mayores ¿pero a quién señalamos?”. Durante la ejecución del robo, José duerme plácidamente en la salita. Hoy cuenta que no se enteró de nada. El sueño, acompañado de su sordera, provocó que quedara ajeno a tanto susto yalboroto. 

Después de que los autores del robo se hagan con algunos objetos personales del matrimonio, estos intentan escapar por la puerta principal. “Escuché unos golpes, pero salí a ver qué era porque sonaban muy agresivos”, señala Pepi, primera vecina que se entera del asalto en casa de Paca. Los ladrones, para salir, comienzan a darle mazazos a la puerta plateada  —actualmente dañada—. “No sabían lo que hacían, no eran expertos. ¿Para qué salir dando golpes a la puerta después de abrir las ventanas de esta?”, explica Pepi. Dice que sale a la calle para ver qué sucedía y que al estar la ventana abierta pudo cerciorarse de que eran unos desconocidos. “¡Ladrones, ladrones!”, grita a viva voz. Su hija, ante las palabras sonoras de su madre, llama rápidamente a la policía.

Los asaltantes, ante la salida de los vecinos a la calle, se ven acorralados y deciden emprender la huida por donde habían entrado previamente. Los tres se van corriendo hacia el patio interior y saltan de azotea en azotea. Dos de ellos logran escapar, pero el último cae accidentalmente en el patio de otro vecino y se fractura la muñeca. Atento, el nieto del propietario de la vivienda cierra con llave para que este no salga. Mientras, él y su abuelo se encierran en otra habitación a la espera de que la policía finalmente lo detenga. “Dice que se metieron en otro cuarto porque el abuelo quería pegarle al ladrón”, cuenta María Jesús risueña. La Policía Local y la ambulancia llegan a los pocos minutos del aviso. Más gente sale a ver qué le pasa al matrimonio, tienen miedo de que les hayan agredido o algo mucho peor.Durante el robo, a uno de los ladrones se le caen las llaves del coche. Aunque dos son vistos huyendo en un Renault Megane plateado, la Policía, pulsando la llave para encontrar el otro vehículo, encuentra un coche de gama alta dorado aparcado en el parque de abajo. Dentro del coche los agentes hallan un ticket de compra de un bazar cercano. “Compraron las cosas en el chino de ahí. Ese sitio tiene cámaras. La Policía tendrá que mirarlo”, afirma María Jesús. Suponen que algunas de las herramientas que llevaban para atracar las compraron momentos antes del asalto. Sobre las cuatro y media, la ambulancia se lleva a Paca y a Sara al centro de salud de La Asunción para que den parte del estrangulamiento y la ceguera puntual causada por el spray. 

Isabelita, una mujer que vive en el centro pero que abastece de prensa a la calle Almendro, se acerca a preguntar por el estado de Paca. Esta dice que ha conseguido dormir algo en la segunda noche. Se muestra tranquila, los nervios ya no la atenazan. Su hija coge un banquito de esparto y se lo coloca en la acera, justo al lado de su puerta. Poco a poco van saliendo los vecinos. Se acercan a ella y la miman a besos. Pepi cuenta que cuando los agentes trasladaban al ladrón al coche policial no pudo reprimirse y le espetó un puñetazo en el pecho. Dice que vive un poco atemorizada: “A mí me vieron la cara. Ahora me da miedo escuchar cualquier ruido”. No obstante, el barrio del Pago de San José se mantiene más unido que nunca. Ante el asalto a la vivienda de la pareja octogenaria, los residente sacaron pecho y ayudaron a que la ‘película’ de terror solo acabara en un tremendo susto.

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Claudia González Romero

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