"No hay día que me mire al espejo y me pregunte: ¿por qué a mí?"

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El reloj apenas había marcado las doce de la noche. En la barriada rural de Los Albarizones es 1 de enero de 2008 y todo el mundo celebra la llegada del nuevo año. Paqui Márquez sale a la calle para felicitar a sus vecinos. Tras ella, su hija Rocío, de 24 años. Entre besos, risas y abrazos, un grupo de personas carga petardos y dos ladrillos grandes para lanzarlos a unos pocos metros de allí. Momentos después, llegaría la tragedia. Se oye una explosión y uno de los proyectiles, en milésimas de segundo, acaba impactando en el ojo izquierdo de la joven.

A punto están de cumplirse diez años de aquel trágico suceso que conmocionó a todo Jerez. Rocío perdió el ojo, pero a punto estuvo de perder también la vida. “Yo no creía en los milgros hasta hoy”, le dijeron los médicos en el Puerta del Mar a sus padres. No es para menos. Llegó al hospital gaditano con la cara totalmente desfigurada. “Era como una estrella. La oreja la tenía aquí”, señala Rocío, haciendo un gesto para dar a entender que la tenía a casi dos palmos de su lugar natural. Más de 300 puntos fueron necesarios para volver a darle forma a su rostro. Rocío llegó sedada aquella madrugada del 1 de enero y se despertó casi una semana después, con los tambores de la cabalgata de Reyes Magos.Cuatro meses más estuvo ingresada. Salió con permiso el Domingo de Ramos de 2008. “Necesitaba salir de allí”, rememora Rocío, hoy con un parche en el ojo. Hace cinco meses que lo usa, porque la prótesis que le pusieron le provocó una infección que, afirma, se ha vuelto irreversible. Hasta 17 veces ha pasado por quirófano, casi siempre en Madrid. Ahora tendrá que pasar una vez más, porque le ha salido un bulto en la cabeza, a raíz del trozo de hueso de cráneo que tuvieron que extraerle para usarlo en su rostro, ya que la explosión del cohete le destrozó el pómulo. Sin embargo, aún serían necesarias otras operaciones, pero Paqui lamenta que la Junta de Andalucía les ha comunicado “que ya está bien”. “El SAS no tiene más dinero para mi hija”.

En estos diez años, Rocío ha pasado por cosas inexplicables. La primera, su propio accidente: “No hay día que no me mire en el espejo y me pregunte, ¿por qué a mí?”, lamenta. Después, el proceso judicial para llevar a juicio a los negligentes vecinos que lanzaron los cohetes. La instrucción, de hasta cinco años, permitió que llegado el juicio ningún vecino se acordara de los hechos y, a la postre, los acusados fueran declarados inocentes por falta de pruebas —“no se han dignado ni a perdime perdón”—. Y por último, por qué hace un año la Junta de Andalucía le redujo “de buenas a primeras” su minusvalía de un 48 por ciento a un 16. “Yo nunca he cobrado nada, afortunadamente ahora tengo un trabajo, pero que no me quiten lo que es mío. Yo solo quiero mi minusvalía para mis medicinas, mi sello en el coche…”. De hecho, su madre ha movido cielo y tierra para que se la vuelvan a reconocer. Para ella ha tenido que recurrir a peritos privados que, afirma, “no entienden cómo la Junta ha hecho esto”.Rocío, más que superar su accidente, explica que “lo sobrellevo”. Atrás quedaron dos intentos de suicidio y largas depresiones que combatía con 17 pastillas diarias. Su familia ha sido un gran apoyo para ella y, en este sentido, su hijo Raúl. Tenía siete años cuando su madre perdió el ojo y hasta ahora, que ya tiene 17, ha estado siempre junto a ella. “Ha madurado a marchas forzadas. Él hacía la casa cuando Rocío estaba con depresión en la cama, él la ayuda a maquillarla…”, señala Paqui. También le ha dado fuerza su hija Ana, de cuatro años, hija común con su actual pareja, Juan Manuel. “Creía que con mi cara nadie más se iba a fijar en mí, pero mira, llevamos ya cinco años”, señala emocionada Rocío.

En unos días, toda su familia hará las maletas y se irán al campo a pasar las navidades. Desde que ocurrió el accidente huyen de Jerez, espantados por los cientos de cohetes que se lanzan en estas fiestas. Paradójicamente, la que menos dice sufrirlos es Rocío. "La noche que perdí el ojo no escuché la explosión. Supongo que será por eso...".

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Jorge Miró

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