Su voz resonaba con fuerza en la nave del pescado. Una voz única, capaz de entonar las saetas y zambras más ‘jondas’, siempre al estilo de su admirado Manolo Caracol. José Zarzana Quirós, conocido como Joselete, ha fallecido a los 85 años.
Durante más de 50 años trabajó en la plaza del pescado, en el puesto número 88, que con la reforma del recinto pasó a ser el 31. Hoy ese legado continúa en manos de su hijo Luis, quien mantiene vivo el espíritu de una figura muy querida.
Un hombre ligado a la Plaza desde la infancia
Su vida estuvo unida a la Plaza desde niño, tras completar sus estudios en el colegio Carmen Benítez. Allí, su madre, Carmen Quirós, conocida como Carmela la de los garbanzos, vendía garbanzos remojados, un producto casi de lujo por entonces. A pesar de ello, Carmen fue generosa: "ayudó a mucha gente", recuerdan.
Tras la muerte de su padre, Joselete tomó el relevo en el puesto de pescado, entrando en un mundo donde brilló por su carisma y personalidad. De raíces jerezanas profundas, nunca le faltaba su copa de oloroso, símbolo de su tierra y de su estilo de vida.
Elegancia, arte y una voz única
Era un hombre de presencia impecable. Vestía con elegancia, siempre con sus guayaberas blancas. Su estilo, unido a un arte natural y al palique propio del gitano jerezano, lo convirtieron en todo un personaje del centro de Jerez.
Pese a su evidente talento para el cante, nunca se dedicó profesionalmente. El mismísimo Juan de la Plata llegó a decirle que podía vivir del cante, pero Joselete eligió otra senda. Solo de forma ocasional regalaba su arte en actuaciones puntuales, como la inolvidable noche en la plaza de la Asunción, donde cantó acompañado por su hijo José Zarzana al piano.
En su repertorio no faltaban las zambras, su palo predilecto, y las saetas que entonaba con emoción. Cada Viernes Santo cantaba desde su balcón en la calle Ponce frente a la Victoria, antes de darse de domicilio, especialmente al Descendimiento y a la Soledad, momentos que se añoran con emoción.
En los últimos tiempos, su presencia no era habitual por el centro de Jerez, donde se le podía ver en alguna terraza, copa en mano, siempre cercano y afable. De la calle Larga, de la Plaza, y del corazón de todos. Así fue Joselete, un jerezano a carta cabal.
