"Confío en que este monumento sea cuidado por la ciudad y que los visitantes se acerquen al lugar donde está el templete-merendero, que contribuirá a engrandecer todavía más la zona", dijo la ex alcaldesa de Jerez, Pilar Sánchez, cuando en junio de 2009 quedó instalado por el Ayuntamiento en una de las zonas ajardinadas de la Alameda Vieja.
Poco tiempo después, apenas un mes, los 16 cristales de colores que tenía el merendero-mirador fueron destrozados. Nunca se repusieron. Volverían a ser pasto de los vándalos.
En este recorrido de casi 15 años en el espacio público el templete ha sido víctima de todo tipo de pintadas, destrozos y ha servido incluso de refugio temporal de personas sin hogar. En un rincón de la Alameda Vieja, ya de por sí abandonada, se encuentra una instalación que pocos conocen y que, todavía menos, saben que cumple 120 años de vida nómada este 2023, desde que la estructura de hierro fuera encargada por la familia Nogués.
Su emplazamiento original fue una villa de recreto que la familia poseía junto al entonces recién creado parque González Hontoria. Décadas más tarde, el mirador fue vendido a los propietarios de una casa en la carretera de Cartuja y, posteriormente, fue entregado a la Casa de Ejercicios Espirituales de esa zona del municipio. Finalmente, fue donado al Ayuntamiento de Jerez. Tras años dando tumbos, el templete pasa por su peor momento.
Y eso que es una pieza de gran atractivo y valor patrimonial, uno de los pocos ejemplos de la arquitectura modernista del hierro en Jerez, como recoge la guía de viajes Cádiz insólita y secreta. De hecho, pese a su lamentable estado actual, no es raro ver a algún turista despistado e incluso a alguna instagramer hacerse fotos en su escalera o en su planta alta, sin cristales de colores y con residuos y destrozos.
Como ha quedado dicho, el merendero data de 1903, y según dijo el Ayuntamiento en su inauguración, "constituye uno de los ejemplos más innovadores y poco peculiares de la arquitectura en hierro en la ciudad. Tras múltiples emplazamientos, se rescató de la casa de ejercicios espirituales del padre Damián situada en la carretera de la Cartuja.
El merendero fue donado al sacerdote por sus antiguos propietarios, la familia Paz, algunos de cuyos miembros estuvieron presentes en la inauguración de su actual emplazamiento, hace ya casi 15 años. Década y media de abandono y de desoladoras imágenes del monumento que la ciudad ni ha sabido ni ha querido cuidar.