La voz de La Macanita se adueñó de la Plaza Consistorial de Pamplona en la mañana de ayer. Al marcar el reloj del Ayuntamiento las doce del mediodía, la cantaora jerezana salió al balcón para derrochar grandeza y un metal tan preciado como admirado. Hija de la tradición oral, su cante bebe de las fuentes de su barrio de Santiago, donde escuchó a Tío Sordera o a Tía Anica la Piriñaca.
Comenzó su actuación por seguiriyas, uno de los palos más litúrgicos, arropada por la guitarra implacable de Manuel Valencia. Posteriormente, se animó por tangos y, entre compases, se acordó “de mi tierra” por bulerías con guiños a La Paquera, una de sus grandes referencias. Incluso entonó fragmentos de su discografía, como Oye tú cómo te digo, sin necesidad de micrófono. “Este público me lo voy a llevar a todos sitios, qué alegría”, agradeció emocionada.
Kiki Cortiñas y Cristóbal Santiago, el eco de Tomatito
Muy cerca de allí, en La Perla, el cante continuó con Kiki Cortiñas, gallego que se acompañó a sí mismo a la guitarra para recordar en su repertorio a figuras como Manuel Torre, Tomás Pavón, La Perla, Chacón o Juan Talega. Incluso dedicó versos a Camarón con un sentido “cada día te quiero más”.
El artista cedió espacio a Cristóbal Santiago, habitual del festival, que esta vez dejó las palmas para entregarse por bulerías a la guitarra. Ambos mostraron el sello de Tomatito, su maestro y referencia común, regalando al público una tanda de tangos con dos guitarras al unísono.

Uno de los momentos más esperados llegó con el encuentro dirigido por Carlos Martín Ballester, experto en conservación de patrimonio sonoro. Bajo el título Del gramófono al Pro Tools: tecnología, medios de reproducción y creación flamenca, explicó la evolución desde los cilindros de cera y el fonógrafo tinfoil hasta las grabaciones digitales.
Durante la sesión, Ballester hizo sonar en su gramófono centenario las voces de El Mochuelo, Niña de los Peines, Manuel Torres y Antonio Chacón, en una audición comentada de discos de 78 rpm grabados entre 1899 y 1925. La charla conectó con la temática central de esta edición del festival: el diálogo entre tradición y nuevas tecnologías como impulso a la creatividad flamenca.

Daniel Casares, Manuel de la Tomasa y David de Arahal
Por la tarde, el Espacio Sabicas recibió el concierto de Daniel Casares, guitarrista malagueño en pleno momento creativo. Conocido por su pulcritud y sensibilidad, abrió con Ahora es tarde, señora, envolviendo su virtuosismo en una composición de gran belleza. De las alegrías a los aires mineros, pasando por soleares, Casares dedicó un emotivo trémolo a su hija antes de cerrar por bulerías, prometiendo volver al festival.
La juventud también brilló en el Espacio Pansequito (Palacio Ezpeleta), donde unas 1.200 personas escucharon a Manuel de la Tomasa junto a la guitarra de David de Arahal. Nieto de José de la Tomasa, Manuel reivindicó su herencia sevillana con marianas, bamberas, granaínas, alegrías, tangos y seguiriyas, hasta culminar en bulerías. David, discípulo de Riqueni y Sanlúcar, desplegó una madurez que sorprendió al público.
En paralelo, el grupo Los Planetas llenó Baluarte. El flamenco, decía Morente, tiene “muchas puertas por las que se puede entrar”, y la banda granadina lo ha demostrado absorbiendo la hondura jonda para fusionarla con su propio lenguaje. Así lo expresaron con piezas como el Romance de Juan Osuna de Caracol, en un concierto que conectó tradición y modernidad.
La jornada concluyó en el hotel Tres Reyes con un recital íntimo de Manuel Valencia por rondeñas. De nuevo subió La Macanita, que se entregó en malagueñas, soleares y seguiriyas antes de cerrar con bulerías, incluyendo la composición Volver a Verte de Fernando Terremoto. En un gesto simbólico, Lela Soto le colocó el pañuelito de Sabicas, símbolo de relevo y legado flamenco.



